«La paranoia es una forma de conciencia, y la conciencia es una forma de amor». Charles Manson
-Ahh, Jean, duro, Jean, ¡AHHH!
Ella estaba empapada en sus jugos, llena de sudor y tierra, la mesa donde lo hacían estaba dentro del sótano de "la cueva" y debía de haber pasado una década sucia hasta que ella la limpiara con su hermoso culo.
Tenía las uñas clavadas en la espalda de Jean David, de ahí brotaban hilillos de sangre que solo lo ponían mas cachondo y hacían que bombeara más rápido. La sostuvo fuertemente del cabello hasta el punto de dejarla ver en primera fila el espectáculo s****l donde su m*****o chapoteaba dentro de la humedad de sus partes intimas, le apretaba fuertemente los pezones hasta moretearlos y ella llegó al extasis con tanta fuerza que se desplomó sobre la mesa sin importarle su estado de higiene. Jean la miraba sonriente como siempre, esperó a que se le pasaran los espasmos por la corrida y le abrió las dos piernas sin ella percatarse, cuando sintió su lengua sobre su palpitante clítoris, hinchado y extasiado, él lo limpio por completo, llenándolo a su vez de más al hacerla acabar de nuevo, sobre su boca esta vez.
Polly lo amaba, la cuidaba como quien mima a una niña, como quien le hace sexo duro y salvaje a la más sucias de las prostitutas, como quien atiende a su nenita consentida.
La diferencia era de dos años y de 20cm más o menos, pero se hacía nula cuando compartían tantas cosas en común. Ambos venían de hogares distraídos, sufrían bullying en la escuela y anhelaban el amor y la atención. Se complementaban.
Había transcurrido un año de relación, las parafilias han cambiado. El primer mes, como celebración, se les ocurrió visitar un cementerio. Nunca habían tenido sexo tan salvaje como esa vez, fue un maratón sin distracciones.
Para el sexto mes, el sexo oral y vaginal mientras iban por la carretera se hizo algo normal, de una o dos veces por semana. También lo hacían en la playa, a la vista de aquellos pocos que estaban. Todo rápido si es que se atrevían a llamar a una patrulla.
Al mes ocho ya conocían una página web llena de gente como ellos, que compartía las experiencias locas que habían tenido y lo mucho que los ponían aquello.
De ahí brotó la idea, y ahora, luego de cuatro meses de preparación, esta listo.
Lo primero fue encontrar un lugar adecuado, ahí había aparecido "La cueva". Una vieja casita en un terreno lleno de frondosos árboles y sin vecinos alrededor. Ahí vivió el abuelo de Jean por muchos años y el lugar era una pocilga en el olvido.
Llenaron de instrumentos el lugar, prepararon todo lo que pensaron necesitar para así evitar una interrupción a aquello.
Y estaban felices del resultado.
Mientras, en el sótano, Polly se paseaba en bragas y sin sostenes, solo sus botines puestos, tomando una Coca- Cola. Jean estaba en la cocina haciéndole algo de comer ya que el sexo desenfrenado la tenía hambrienta.
El enano rubio abrió los ojos de golpe, haciéndola soltar un gritito. Él la enfocó y empezó a atacarla con insultos y amenazas, ella caminó inocentemente hasta posarse frente a él y, sin aviso y sin dejar de sonreír, lo abofeteó con tanta fuerza que al hombre la mejilla le latía y el mundo se le tambaleaba.
Ver a aquella hermosa mujer semidesnuda frente a él le hizo tener una erección inconscientemente, pero el miedo de estar maniatado en un lugar apestoso a moho, con una débil iluminación donde no se sabía si era de día o de noche, y junto a una loca que no sabía que mierda quería, eso sí lo asustaba.
-¡Te daré dinero, maldición, suéltame! - Ella produjo un débil "Shhh" mientras se sentaba sobre su erección, él noto que tenía las bragas totalmente empapadas e imagino que era por él, sin notar que minutos atrás la chica tuvo sexo justo junto su cabeza con su novio.
Ella se revolvió sobre la erección y soltó un gemido directamente en su oído. Él chico rubio sentía su m*****o a punto de explotar. Ella solo se apartó riendo y salió de su vista, haciendo que aquel hombre soltara un grito de frustración.
Arriba Jean David, aún en boxer, dejando ver su abultadísimo paquete y su six-pack no tan definido pero exacto para ser un chico sexy y delgado, dejaba ver los tatuajes de su pecho a su chica, y mientras el servía los platos ella admiró su ancha espalda, llena del rojo de la sangre que le sacó en el acto. Sus lindas y redondas nalgas eran la cereza del pastel. Ella lo agarró desprevenido y con una nalgada lo hizo brincar.
La volteó a ver sorprendido y esos orbes color café se perdieron en su mirada.
-Amo como me miras.- Ella sonreía de forma infantil, haciendo que brotaran sus hoyuelos. Jean David le tendió el plato y depositó un beso sobre su frente.
Comieron en silencio y con miradas de amor, se tocaban, se reían y torpemente parecían una pareja de chicos totalmente normal. Eso si ignorabas los gritos del enano en el sótano.
Con la barriga llena y el corazón contento, Polly sostuvo la mano de Jean mientras daba brinquitos hasta bajar las escaleras, sus tetas brincaban a la par. El rubio estaba despierto y miró a la pareja, pero más miró el par de senos. Y Jean David lo notó.
-¿Qué paso, hermano?¿Te gustan? - Lo miraba sonriente cuando bajó las escaleras, seguía en ropa interior y estiró un brazo para que su chica se acercara, ella lo hizo sonriendo. El chico estaba aterrado y excitado- ¿Las quisieras para ti, no?- Jean le apretujó el seno a Polly robándole un gemido y el rehén formó una O con sus labios. Pervertido.
-Escúchame, yo no quiero nada con tu chica, yo... yo me quiero ir. Ya le dije a ella, yo no le iba a hacer nada, sólo me quiero ir. ¡Les puedo pagar mucho!- Jean David le dio la espalda y aún así hablaba. Él se posiciono detrás de la silla y el hombre se puso nervioso cuando vio una sonrisa en el angelical rostro de la chica.
-¿Vamos a jugar, bebé?
-Sí mi amor.- Se dirigió a él, aún estando en su espalda- ¿Como nos dijiste que te llamabas?
-Lucas. Lucas Mayo.
-Bueno, Lucas- Caminaba para estar a su vista pero Lucas se aterró aún más- si era posible- cuando vio que ahora el rostro de su secuestrador estaba cubierto por una mascara negra completamente y, en las manos de él, estaba en cuchillo más afilado y brillante que alguna vez había visto- Bienvenido a nuestro hogar.
Ella aplaudía, Lucas estaba atónito.
Antes de que dijera algo, su boca fue cubierta por ella con un objeto desconocido, algo ajustado para que no emitiera sonido, no era por temor a que lo escucharán, era por fastidio realmente.
Polly amaba ver los ojos de Jean brillar, eso la ponía caliente. Agarró la inyectadora y colocó el líquido en ella hasta donde sabía que debía llegar la marca y sujeto con fuerza el brazo de Lucas cuando el se dio cuenta de que lo drogaría. No lucho mucho y rápidamente hizo efecto ya que cayó dormido en cuestión de segundos.
Entre los dos lo acostaron en la mesa de metal, Polly alcanzó las cadenas y Jean colocó los seguros en las extremidades, asegurándose se que no quedara espacio alguno por donde Lucas encontrara la forma de escapar. Con una tijera apartaron todo rastro de ropa y el cuerpo desnudo del enano quedó al descubierto frente a ellos, tenía los huevos extraños y Polly se lo hizo saber a Jean quien soltó una carcajada como si fuese el chiste más cómico de su vida. Ella le regaló un beso y él lo devolvió con salvajismo. Se sonrieron cómplices, ¿Ya qué? tardaría algo en despertar. Tuvieron la decencia de colocarse a los pies de Lucas y la faena siguió en su máxima potencia.
Porque el amor es así, ¿no? sustento para el alma.