—Carlos, quiero que me acompañes —le dijo Silvio — ¿A dónde? —No es nada malo, simplemente quiero que me acompañes. —Esto debe ser interesante, está bien. Ambos fueron hasta la entrada principal, pero la puerta no se abría. — ¿Que pasa? ¿Por qué no abren la puerta? —dijo Silvio. — ¿Dónde creen que van ustedes dos? —pregunto el maestro. —Maestro, simplemente iré a la casa de un conocido, no es nada malo lo que haré. —Silvio, yo he dicho que ustedes estarían aquí para entrenarse, no pueden salir cuando quieran. —Maestro, no pensé que fuera tan necesario, usted sabe que yo soy cuidadoso. — ¿Cómo crees que encontré tu escondite? No fuiste del todo cuidadoso Silvio, además tú amigo es un blanco fácil, cualquiera que lo reconozca podrá matarlo. —Usted mismo me ha enseñado que debo de