Estaba sentada en mi nuevo apartamento mientras intentaba entender por qué no decirle a Sergio que su padre y él estaban en la misma ciudad era justo por qué yo no tenía eso… un papá o una mamá a la que extrañar. Miré a Octavio ingresar a la habitación, estaba sonriente venía de la universidad, pregunté si sacó diez y él asintió, sabía que en farmacia no era fácil sacarse todas las notas altas, así que me parecía fantástico que estudiando dos carreras pudiese continuar con un récord académico de excelencia. Le pedí que me contara todo sobre la universidad y sus cursos, él sonrió y comenzó a hablar como nunca hacía y con cada palabra que salía de su boca parecía más emocionado y yo simplemente me emocionaba más con él. Sabía que nuestra relación era un gigante no para todos, primero él es mayor que yo. A diferencia era suficiente y mi tía enloquecía con la idea de que saliera con cualquier muchacho, pero se sentía mucho más horrorizada con la idea de que su medio hermano y su sobrina estuviesen juntos.
Las primeras veces que nos vio juntos intentó disimular la preocupación, sin embargo, conforme pasaba el tiempo y nuestra relación se volvía más íntima, más llena de risas, miradas y anécdotas. Mi tía comentó a enloquecer y lo que parecía para ella y sus hermanas una ligera y estúpida sospecha se convirtió en algo palpable. Estaba enamorada demasiado de su medio hermano. Y desde tan temprano tuve clarísimo una cosa; Octavio es el amor de mi vida.
Una tarde, al encontrarnos en la misma habitación riendo y conversando como viejos amigos, no estalló simplemente enloqueció y cuando comenzó a escuchar que nuestras salidas eran cada vez más privadas más y nuestro comportamiento con el otro era cada vez más íntimo fue cuando estalló.
—¡Milena, te lo prohíbo! —advirtió.
—¿O qué?
—Mily es muchos años mayor, es mi hermano. ¡Es un mujeriego, con novia!
—¿Por qué te has enamorado diez veces en tu vida?
—No, porque he visto a muchas mujeres siendo estúpidas con la excusa del amor, ¿sabes por qué te doblo la edad? Porque tu papá creía que estaba enamorado de tu madre, pero solo quería follársela y volver a su vida perfecta. Ella tenía dieciséis y él terminaba su carrera. ¿Sabes por qué tenemos esta charla? Porque mi mamá creyó dos veces que estaba enamorada; primero de un abogado y nació tu mamá, luego de un millonario que le dejó embarazada y no se hizo cargo de mí cuando ella murió. Las mujeres de esta familia enamoradas producen bebés Milena, y tú no cometerás el mismo error de tu abuela, no con Octavio. No bajo mi techo y mis reglas.
Mis primeros meses de vuelta en Mainvillage estaban cargados de incertidumbre y drama constante. Por ejemplo no estaba solo el hecho de que mi tío Sebastian se reincorporara en nuestras vidas o más importante que Sergio estuviese en el mismo ambiente y lugar que su padre.
Yo tenía uno.
Un papá que no es un yonqui, con una familia enorme y sobre todo unos abuelos especiales, dulces, amorosos y muy divertidos. Es más de lo que imaginaba, pero cada segundo de conocerlos. Lo bueno es que unas semanas más tarde reapareció la persona que verdaderamente es infalible para mí, una verdadera constante en mi vida y gran apoyo; mi mejor amiga de la infancia Isabela Burwish y eso no se limita al título de amiga, es una hermana y aleada, era, y sigue siendo como tener un segundo cerebro y un alma gemela.
—Milena, con quién te mandas mensajes.
—Con un hombre.
—¿¡Está casado?!—preguntó mi amiga sorprendida.
—No, pero es mayor y me trae problemas.
—¿Quieres tener relaciones con él?
—Quiero hacerlo con él. Quiero casarme, que me ponga el cuerno, reconciliarme y quizá dos hijos porque no sé si pueda con más de dos.
Isabela me miró confundida antes de soltar una carcajada por la cual nos regañaron en el centro de estudio en el que estábamos. Mi amiga se disculpó y siguió riendo de forma más silenciosa. Tomó nuestras cosas e hizo una seña para que ambas saliéramos del lugar. Le seguí por la ciudad, primero pasó por una farmacia y tomó diferentes cajas de condones y finalmente se acercó al dependiente y le pidió unas pastillas anticonceptivas.
—¿Isa?
—¿De qué tipo o marca?
—Nada muy fuerte, pero con buena eficiencia y de las que crecen las tetas.
—¡Uhh! ¿Hay de esas? —pregunté y el muchacho negó con la cabeza.
—Es un efecto secundario, chicas. —Comentó el farmaceuta. —Tiene otros efectos secundarios como las náuseas, dolores de cabeza, algunas pueden llegar a sufrir acné. Así que lo mejor es que un médico las examine y les envíen unas adecuadas por peso y edad. Yo puedo venderles lo que considere mejor, pero no es lo mejor para su salud en general hacerlo sin orientación médica.
—No necesitamos permiso parenteral.
—Los anticonceptivos son de venta libre.
Las dos se vieron e Isabela le dio unos billetes y las gracias por los preservativos. Los metió en el bolso y las dos caminamos hacia una cafetería, conversamos ella sobre su nueva madrastra o lo que decían las revistas de la pobre Julianne, yo le comenté como iba con Arturo y me miró.
—Lo siento—Dijo Isabela avergonzada. —Ahora es tu tía. Prima… ¿Pariente lejana?
—Lo sé, pero tú eres mi Isa —las dos reímos.
—Te quiero.
—Yo también—replicó. —Sigue hablándome de tu papá o como lo llamas.
—Arturo, ya sabes normal.
—Normal, yo he pensado en llamar a papá Cash, pero, me da miedo que me pegue porque obvio he crecido y eso. Sé que no es un gigante, pero, sigue siendo grande y podría matarme con una cachetada.
—El tío Cash es muy dulce, solo… se complica demasiado. Yo espero que esta vez sí quede con July.
—Parece que ella es importante para él.
La mesera dejó los cafés para casa una y las galletas, Isabela parecía encantada su galleta, las dos rieron y Mily le tomó de la mano.
—Quiero tener relaciones sexuales con él. No un polvo, sino que quiero hacerlo con Octavio, a veces pasa por mí, no escapamos por ahí, nos tocamos, es… mágico. Ya sabes todo te vibra y se siente electrizante y el frío en tu cuerpo, por otro lado, el calor y las ganas de más, pero, no sé.
—Nunca lo he hecho Mily, sin embargo, sé que no estás lista para ser mamá. No estás lista para decirle a Olivia que tendrás un bebé y ver a la decepción en su rostro, porque un niño es algo bueno, pero, un niño necesita papás felices, saludables, estables, normales. Así que… no hagas estupideces, usa condón y dile que pague el ginecólogo y un hotel.
—Gracias.
—Siempre que me necesites solo tienes que decirlo o insinuarlo—Las dos reímos.
Tengo que admitir que mi tía Olivia hizo un trabajo inigualable conmigo en una situación en la que tenía que ser mamá de una niña que no era suya y mamá de una drogadicta incontrolable. Yo no quería ser mi mamá, pero tampoco quería ser mi tía Olivia. Así que le pregunté a mi papá el hombre al que había conocido solo unos meses antes si podía ponerme en cualquier método anticonceptivo. Arturo primero se quedó serio, en silencio, luego pareció más tranquilo y me llevó por unas pastillas anticonceptivas.
Unas pocas semanas más tarde Mily perdió su virginidad con Octavio. Le había gustado cada momento de ello. Era como si fuesen una cerradura y una llave, sentía cada vez que Octavio entraba a su cuerpo que habían nacido para estar juntos, en cierta firma, no me di cuenta de que no era un lazo tan especial, sino algo mecánico, pasional.
Todo era perfecto desde un punto de vista carnal, pero ahí no había amor uy eso lo descubrirá más tarde. Mucho más tarde descubrí que las mamás siempre saben lo que es mejor para nosotros.
Recuerdo haber escuchado a mi tía Olivia discutir incontables veces con Octavio sobre si estábamos junto, si me usaba o me quería, pero me di cuenta de la forma más estúpida de que uno no puede ser la principal y la amante. Básicamente, porque el amor es respeto, pero, yo solo tenía 16 años y mi mundo parecía perfecto. Hasta que una tarde venía del colegio con un fuerte dolor de cabeza, mi tío Sebas me hizo un té de manzanilla y me lo llevó a la habitación configuró el lugar para que fuese perfecto para descansar y salió de la misma para ver a los gemelos. Me recomendaron no tomar nada, sin embargo, tomé dos pastillas para combatir el dolor en lo que mi papá llegaba, desperté tres días más tarde, en el hospital.
—¿Qué pasa?—pregunté.
—¡¡Dios!! Estás viva—respondió Olivia y me llenó de besos.
—Mamá.
—Cariño, las pastillas te causaron una reacción. Te están dando anticoagulantes, estás bien, solo algunos cambios alimenticios y de estilo de vida.
—¿Voy a tener un bebé?
—No, pero las pastillas ya no son una opción.
—¿Octavio? ¿Dónde está Octavio?
—Ohh, cariño. —Ella negó con la cabeza. —Se ha ido. Lo siento. Se fue ayer cuando te declararon fuera de peligro.
Mi tía Olivia volvió a abrazarme en espera de alguna reacción, pero aprendí desde muy temprano, todos se van otros vienen y el ciclo se repite.