—Sí, centurión, soy yo —le había confirmado—, y el delito que estamos denunciado aquí afecta también al cuerpo de mi tío, que era el padre de Marcos, aquí presente, que es ciudadano romano, como lo era su padre —Había pensado en halagarle—. Entretanto, permíteme que te felicite por la promoción a centurión, sin ninguna duda muy merecida. —Ya, ya —Había sonreído complacido el comandante—, pero hace mucho de eso. Está bien, pongamos ahora por escrito vuestra denuncia —Y había llamado a un escribano. Marcos había dictado la denuncia. Inmediatamente después, el centurión, prometiendo investigar, les había despedido. Ya era la hora de comer y el oficial, como era habitual, tenía un gran apetito. En cuanto salieron ambos, se había sentado a la mesa. Una vez en la posada, también los dos primo