Esta vez Hadi, gracias al mucho oro y piedras preciosas que lleva en el abrigo, no había tenido problemas para pagar generosamente a Simón. Sin embargo, al conversar con el antiguo rabino sobre magia, había sabido que se iba a Roma, donde las artes prodigiosas eran muy apreciadas y se pagaban bien, tanto en la corte como entre patricios y libertos ricos. No lo había dudado ni un momento: Había dado casi inmediatamente con una solución conveniente para ambos y se la había expuesto al antiguo maestro: Le acompañaría como ayudante gratuito, además de alumno, pagando generosamente. Además, le garantizaba que, al acabar el curso, no le haría la competencia ni en Italia ni en Samaría, ¡bajo pena de una muerte trágica si le engañaba! Lo había jurado sobre aquellos a quienes adoraban, los muy pod