—Entendido. Pero, por favor, dime también a qué carretero había acudido mi padre. —Es un joven que tiene establos para mulas y repara carros aquí cerca, al final de la calle, en dirección al río. Yo también le contrato cuando tengo que recoger material en los muelles, aunque este, ofendiendo las leyes de pureza, usa mulas y no caballos: «¡Escucha Israel! ¡Guarda mis preceptos! ¡No aparearás ganado de distintas especies!24 dice el Señor. ¿Pero qué puede esperarse de un pagano? —Um… ya. Mira, me has dicho que el carretero vive aquí cerca, pero no cómo se llama. —También es griego y se llama Anaximandro, hijo de nadie. La madre ¡que infamia! trabajaba de prostituta y acabó muriendo de una cuchillada en el vientre de un cliente que no quería pagarla. —Me has dicho que es joven. ¿Es muy fue