El calor es lo primero que despierta a la loba al estar atrapada entre los brazos del Don, que duerme plácidamente mientras se aferra a su pequeño cuerpo. Hace una mueca cuando mueve sus piernas y provoca fricción en su centro, donde pequeños choques de ardor pasan. Asimismo, sus caderas le duelen. El gemido de dolor que sale de sus labios hace que el león deje salir un gruñido y abra sus ojos. —Cachorrita, ¿qué pasa? —Acaricia su vientre, preocupado. —Me duelen las caderas —murmura. —¿Quieres que mande a buscar a la médica? —Los bebés están bien. Me duele por lo de anoche. Él suspira. —Perdón por ser brusco, pero me saca de mis casillas que no sigas mis órdenes. Ella respira profundo. El enorme hombre se sienta en la cama para luego bajar e irse al baño. Kara se queda quieta pa
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