—Son unos niños —susurra mirando las pulcras letras de la loba. «Niños», yace en el papel. —Sí, son hermosos —sonríe al Don, quien está emocionado por ver a sus hijos. Pasan a su oficina, donde el hombre se agacha frente a Kara para hacer algo que la sorprende. —Cachorros, soy su papá. Sé que a veces soy algo brusco con su mami, pero no se preocupen, ella lo disfruta. —Don —gruñe por sus palabras inapropiadas. —Bien, olviden eso. Solo quiero que sepan que yo voy a cuidar de ustedes y les daré el lugar que se merecen siempre, i miei piccoli[1] —murmura—. Por eso te vas a casar conmigo —anuncia cuando está frente a ella. —No. —Él frunce el ceño por su negativa—. No quiero que te cases conmigo solo porque estoy embarazada. —No está a discusión, cachorrita. Te casarás conmigo este sába