Mientras Agnes hablaba con su hermano por teléfono yo pensaba en qué excusa lanzarle para irme de inmediato. Fue entonces que me distraje y no noté cuando colgó sino hasta que me habló. -Hey, ¿Tienes planes para cenar?- parpadeé intentando utilizar la tonta idea que se me ocurrió. -De hecho– -Porque Agni acaba de invitarnos a cenar. A ambas- puntualizó con una maquiavélica sonrisa y volteé los ojos en blanco. -Por favor, no me hagas ir- supliqué y soltó una carcajada. -¡Oye! Agni se ve serio pero te juro que es buenísimo- afirmó- Es como un pug. ¿Has visto sus caras? Siempre parece que te quieren comer hasta que llegan y te lamen el rostro- imaginar a ese hombre de ojos oscuros y perfecta barba lamer mi rostro no hizo nada por aligerar mi nerviosismo. -Ay, no, Agnes, en serio no pue