Tanto Richard como Sonia se sorprendieron ante ese encuentro inesperado. La mujer se sintió incómoda, ya que no esperaba verlo en un sitio como ese. Siempre lo imaginó en restaurantes de lujo, donde sirviesen platillos exóticos provenientes del propio Olimpo debido a los altos precios propios de semidioses. Sus piernas parecían querer moverse para marcharse inmediatamente de ahí pero, a la vez, quería permanecer en ese lugar, buscando luchar por su amor y gritar, a los cuatro vientos, lo locamente enamorada que estaba del CEO de su ex empresa. Richard, a su vez, no sabía qué decirle. Su lado rencoroso le instaba a recriminarla por haberle abandonado y accedido a extrañas ofertas para trabajar dentro de la competencia. Su lado comprensivo lo persuadía de bajarle varios cambios para pregun