La imagen de Macarena desnuda, con el rostro sonrosado y la boca semiabierta, no se despegaba de su mente. Richard sentía que en verdad se gustaba de ella. Y saber que Macarena podría albergar esos mismos sentimientos lo llenaba de una calidez tal que nunca creyó que sentiría en su vida. Sin embargo, también tenía sus dudas tras saber que, todo este tiempo, Sonia había estado enamorada de él. Y no solo eso, sino que, además, su archienemigo Roberto se la quitó y se apropió de varias de sus antiguas empleadas para perjudicarlo. “Ese Roberto ya ha ido demasiado lejos al sacarme a Sonia”, pensó Richard, con rabia, mientras iba conduciendo por la ciudad. “Y estoy seguro de que querría ir también tras los huesitos de Macarena. ¡Eso no lo permitiré!” Durante su paseo, recordó que todavía n