Contemplando a los tres idiotas observarles infelizmente mientras dejaban en libertad al chico, los ojos se Aiden siguieron el agrio aroma del miedo y angustia, reparando en el joven omega que observaba aterrados a todos.
—Estos malditos cobardes —se burló Jagger—. Sabía que iban a correr si se veían superados en número —resopló, pasando a llevar a uno cuando los idiotas uniformados pasaron entre ellos—. ¿Qué? —preguntó girándose hacia el estúpido que se le quedó observando.
Ignorándolo los problemas que estaba buscando su amigo innecesariamente, Aiden se concentró en el chico de aspecto asustado y bonitos ojos de un celeste singular, casi como el hielo.
—Hey, ¿estás bien? —preguntó Aiden, observando con el ceño fruncido al chico de aspecto sucio que retrocedía lentamente como un conejito asustado.
Cuando sus rodillas cedieron llevándolo al suelo, el alfa se apresuró a llegar a él justo a tiempo para el momento en que el omega caía hacia adelante, totalmente fuera de combate.
Atrapando el cuerpo pequeño y delgado entre sus brazos, Aiden hizo una ligera mueca ante el olor a basura que rodeaba al joven, ocultando la verdadera esencia de su aroma, el cual ya se encontraba cubierto con algo agrio que no le permitía al alfa distinguir de que era ese dulzón aroma oculto bajo esas cosas desagradables.
—Hey —pronunció, moviendo el delgado cuerpo para observar el hermoso rostro del chico, encontrando unas dulces facciones ocultas por manchas de tierra y suciedad, junto a lágrimas secas que pintaban esas bonitas mejillas pecosas.
Sucio y no oliendo muy bien, el joven omega de igual forma tenía un aire tierno y dulce, rodeándole junto a aquella vulnerabilidad que Aiden apreciaba en su pequeño cuerpo delgado.
Delgadez que no parecía ser buena para el chico.
—¿Cómo está esa pequeña cosita? —cuestionó Jagger, llamando su atención.
—No veo alguna herida aparente —anunció Aiden, con sus ojos escaneando cada parte visible de su cuerpo—. No hay sangre.
—¿Se habrá desmayado entonces? —preguntó pensativo.
—Bueno, no me sorprendería siendo que no lucimos mucho mejor que los tipos que le estaban siguiendo —indicó Aiden con un ligero resoplido antes de tomar bien al joven omega entre sus brazos.
Alzándose fácilmente, Aiden hizo una ligera mueca con sus labios ante el casi inexistente peso en sus brazos.
—¿Qué sucede? —cuestionó su amigo.
—Sé que los omegas no pesan mucho, pero este chico... —negó.
—Solo míralo —anunció Jagger, siguiéndolo al interior de su tienda—. Su rostro está sucio al igual que sus ropas, las cuales también se ven algo desgastada —observó—. No creo que este chico lo haya tenido muy fácil —expresó, observando a sus hombres para que se quedaran afuera.
—Tienes razón, tampoco luce muy sano —expresó Aiden un poco preocupado, pasando el pasillo para dirigirse a la última habitación que había transformado en una sala de descanso con sofás en una esquina, una mesa en la otra y un refrigerador pequeño.
Dejando suavemente el pequeño cuerpo sobre el sofá largo, el alfa inmediatamente se alejó buscando un paño y algo de agua.
—¿Qué haces? —preguntó Jagger observándolo desde la puerta.
—No puedo ver realmente si está herido con la suciedad que tiene —explicó, humedeciendo el paño antes de pasarlo por el rostro del joven, descubriendo con ello una cremosa piel dulce llena de pecas, especialmente en la zona de las mejillas y nariz.
—Eso no te servirá —anunció su amigo, chasqueando su lengua—. Levanta su ropa y revisa su cuerpo —ordenó.
Aiden dudó.
—Es un omega inconsciente —indicó.
—¿Y? —alzó una ceja—. Obviamente parece estar herido en alguna parte, no me creo que esos idiotas simplemente lo hubieran atrapado sin lastimarlo en el proceso —le recordó.
Torciendo sus labios, Aiden abandonó el paño en el otro sofá.
—Si despierta y se da cuenta, solo digámosle que te obligue —expresó Jagger, viendo la incomodes de su amigo.
—Idiota —resopló y bajó el cierre de la sudadera azul marino, revelando una delgada camiseta negra.
Levantándola, Aiden descubrió algunos colores decorando la cremosa piel por el pecho y los costados cerca de las costillas, pero todos se veían...
—No son de ahora —anunció su amigo, confirmando sus sospechas—. Dos a tres semanas, asumo —observó—. Más importante, mira su cuello.
Obligando a sus ojos a apartarse de aquellos hematomas que arruinaban el bonito cuerpo delgado, aunque demasiado para el gusto de Aiden, este siguió la indicación de su amigo y sus ojos se concentraron en una horrible mordedura rodeada de tonos violeta y azul, con pequeñas venitas moradas saliendo de cada marca de dientes grabada en la piel, haciéndola lucir dolorosa.
—Mierda —exclamó Aiden.
—Sí, mierda —asintió su amigo—. Ni siquiera cuando he visto una herida infectada, la he visto luciendo tan... Mal —comentó.
—No se supone que las marcas deban de verse así —anunció, preocupado.
—No, supongo que no, pero tampoco es como si hubiera visto muchas marcas de mordedura en mi vida —expresó el otro alfa, encogiéndose de hombros.
—¿Qué se supone que debo de hacer con ella? —preguntó, bajando la camiseta y volviendo a subir el cierre de la sudadera.
—Pregunta equivocada aquí, amigo —resopló cruzando sus brazos sobre su pecho—. Yo obligo a mis chicos a ir al médico cuando se enferman o lastiman —aclaró—. Estuviste en el ejército, ¿no? Deberías de tener alguna clase de entrenamiento de qué hacer en caso de salir herido, ¿cierto?
—Fue algo leve, teníamos a alguien encargado para revisar nuestras heridas —respondió, pasando suavemente el paño húmedo por la marca, deteniéndose inmediatamente cuando el joven omega inconsciente soltó un pequeño sonidito doloroso.
—Bueno, el chico se quejó, eso me deja más tranquilo porque significa que sigue vivo —expresó y masajeó su mentón de forma pensativa—. ¿Crees que lo han estado persiguiendo por esa marca? —preguntó.
—No lo sé —respondió, frunciendo ligeramente el ceño—. Podría ser también porque es simplemente un omega en la calle, solo míralo —indicó.
—Sí, sucio y todo, no se puede ocultar que es una cosita dulce —asintió, comprendiendo—. Como sea, estoy seguro de que esos tipos volverán con más, por lo que será mejor que cierres tu tienda —indicó.
—Está bien —asintió Aiden, sin poder quitarle los ojos al chico—. Ya iba a cerrar de todas formas, solo me entretuve hablando contigo —explicó.
—El chico tuvo suerte entonces —comentó—. Si no me hubiese quedado hablando contigo, habrías cerrado antes y nadie lo habría escuchado.
El pecho de Aiden se apretó ante el pensamiento de ello, imaginándose al joven omega luchando desesperadamente con su rostro empapado en lágrimas mientras rogaba por algo de ayuda para escapar.
—¿Qué vas a hacer con él? —cuestionó Jagger.
Obligando a su mirada a alejarse del chico, Aiden se levantó y apartó.
—No puedo dejarlo solo, está herido, desmayado y obviamente ha estado en las calles por un tiempo —respondió—. Esos idiotas podrían volver por él.
—Volverán —aseguró su amigo—. Pero si te quedas aquí, será peor porque este será directamente el lugar que vendrán a investigar, y aunque seas un alfa y estuviste en el ejército, difícilmente te veo luchando contra cuatro o más —indicó.
—Lo sé, no me quedaré aquí con él —anunció, abriendo la puerta para estirar el brazo y bajar un portón metálico a la cual le colocó un candado que la unía con el gancho del suelo.
Retrocediendo, cerró también la puerta con llave.
—Quieres que me quede contigo —preguntó el otro alfa.
—Gracias, pero eres el presidente, debes de volver a tu motor club —indicó, apagando las luces antes de dirigirse a la habitación trasera—. Además, esos tipos no saben dónde vivo, estaremos bien —aseguró.
—Perfectamente podrías solo llevarlo al hospital y listo —indicó Jagger.
Observando el pequeño cuerpo en su sofá, Aiden negó con firmeza.
—Probablemente ese sea el primer lugar en el que lo busquen al ver que ya no está aquí —respondió, tomando con cuidado el cuerpo del omega entre sus brazos—. Tampoco me sentiría cómodo conmigo mismo solo abandonándolo a su suerte cuando obviamente necesita ayuda —expresó.
—Ah, tú y tu sentido de justicia y deber que te dejó el ejercito —suspiró su amigo, negando mientras le seguía por la salida trasera de la tienda.
—Dices eso, pero sé que habrías hecho lo mismo si te encontraras en mi situación —indicó, empujando con su pie la puerta para cerrarla—. En mi bolsillo trasero está la llave —anunció, observando al otro alfa.
—No le digas a nadie, quiero seguir manteniendo nuestra reputación de motor club rompe cráneos sedientos de sangre —ordenó mientras le echaba llave a la puerta.
—¿Ustedes? —resopló Aiden—. Pero si son una banda de osos rudos por fuera y blandos por dentro —se burló y soltó una risa que inmediatamente cortó cuando el sonido pareció molestar al omega entre sus brazos, agitándolo.
Observándolo, Aiden soltó un visible suspiro de alivio cuando el chico lindo permaneció fuera de combate.
—Solo mírate, no sabía que tenías una debilidad por las cositas pequeñas y bonitas —se burló su amigo, guardando la llave en su bolsillo nuevamente.
"Ni yo" pensó Aiden, pero calló eso para sí mismo mientras salían por el callejón.
—Es un omega... Diferente a los que he conocido —comentó.
—Solo conoces al chico de tu amigo, y Mattias ya demostró no ser un omega normal —le recordó.
—He conocido otros omegas, Denise, por ejemplo —indicó—. Antes de que arruinara todo, me caía bien, y definitivamente tenía un aire diferente a este chico —expresó.
—Sí, uno limpio —resopló y bueno, Aiden no pudo negar aquello—. Espera —ordenó Jagger, colocando una mano delante de él para detenerlo.
Avanzando al borde del callejón, el alfa silbó y la atención de sus hombres inmediatamente recayó sobre él. Apuntando sus ojos y luego al rededor, todos negaron, anunciando con ello que no habían visto a nadie.
—Vamos, rápido —ordenó Jagger, haciéndole un gesto con la mano a su amigo para que avanzara.
Cruzando la calle, Aiden entró en el edificio de tres pisos y se dirigió al ascensor con el otro alfa siguiéndole.
—Le ordenaré a mis hombres que se estén dando constantes vueltas por aquí, estoy cien por ciento seguro de que volverán —expresó—. Si lo ves, no hagas nada estúpido y llámame —ordenó y Aiden asintió en agradecimiento.
—Bien, pero estoy seguro de que, al ver a tus chicos, esos idiotas no querrán arriesgarse y acercarse —expresó, subiéndose al ascensor cuando las puertas se abrieron—. Nos vemos, y dile a Jason que siga mis instrucciones si no quiere arruinar su tatuaje nuevo —ordenó.
—Lo haré —prometió Jagger.
Observando la sonrisa de su amigo que tenía cierto aire malvado en ella mientras la puerta del ascensor finalmente se cerraba, Aiden negó y marcó el último piso.
Con el ascensor en movimiento, los ojos de Aiden inevitablemente fueron hacia el rostro del chico entre sus brazos, recordando aquellos hermosos ojos color celeste hielo que le habían observado cansadamente antes de finalmente caer.
—¿Por qué cosas has pasado, conejito? —preguntó bajo.
Cuando las puertas se abrieron ante él, el alfa salió del ascensor y caminó por el vacío pasillo hasta detenerse frente a su puerta.
—Mierda, debí decirle a Jagger que me acompañara hasta arriba —se lamentó al observar la puerta y luego sus brazos ocupados.
Sabiendo que tendría que molestar al omega un poco, Aiden se inclinó dejando los pies del chico en el suelo, logrando que las piernas de este inmediatamente cedieran, llevándolo directo al piso si no fuera por él.
Torciendo sus labios, el alfa lo acomodó para que su pecho se apoyara en su hombro y luego se alzó nuevamente, logrando que su cuerpo superior cayera sobre su espalda.
Tras el primer quejido del joven omega, Aiden inmediatamente se apresuró en abrir su puerta y luego lo llevó directamente a su habitación de invitados, apenas resistiéndose de llevarla a la suya propia.
Colocándolo suavemente en la cama, el alfa frunció el ceño cuando el omega se volvió a quejar tras tocar la superficie de la cama con su espalda.
—Podrá ser... —murmuró y sin siquiera pensarlo, sus manos trabajaron sacándole la sudadera sucia al chico para luego rodarlo suavemente por su costado.
Levantándole la camiseta, Aiden maldijo al observar como un gran hematoma se estaba formando en toda la espalda pecosa.
Con un mal presentimiento, el alfa le quitó completamente la prenda y prosiguió con los pantalones, dejándole solamente en ropa interior.
Retrocediendo, la respiración dejó de golpe el pecho de Aiden a la vez que una intensa furia cubría todo su cuerpo al descubrir realmente cuán lastimado estaba el chico.
No se trataba solamente de que tenía algunos golpes en sus costillas, absolutamente todo ese pequeño cuerpo delgado, se encontraba con ellos, desde la planta de sus pies, subiendo por sus pantorrillas, el exterior de sus muslos, siguiendo por su pelvis, alrededor de espalda baja, sus brazos y hombros.
Había hematomas nuevos floreciendo sobre viejos, pequeñas cicatrices rosa pálido, anunciando que eran más recientes y otras que casi ya habían desaparecido.
Tan lastimado como estaba el chico, realmente no le sorprendía que simplemente se hubiera desplomado en el callejón.
—¿Qué mierda te ha pasado? ¿Quién te lastimó tanto? —exclamó pasando una mano por su boca, sintiendo dolor con tan solo verlo—. Es por esto por lo que estabas corriendo, ¿cierto? —expresó, observando la horrible marca en el cuello del omega, la cual solo empeoró su furia.
Observando el dormido rostro, Aiden apretó su mandíbula y salió de la habitación para controlar la furia que rugía en su interior, sin poder creer hacerlo si se mantenía ahí, a su lado, observándolo.
Es qué simplemente no podía comprender cómo es que existía alguien que pudiera lastimar tanto a otra persona, a un omega tan pequeño y delgado, tan... Delicado.
Chasqueando su lengua con molestia, Aiden pensó seriamente en llevar al chico al hospital, así como estaba de lastimado, no le sorprendería si tendría algo roto, pero...
¿Y si el tipo o los tipos que lo estaban persiguiendo lo buscaban en el hospital?
En realidad, ¿realmente podría simplemente abandonar al joven omega en el hospital?
—No —anunció, sin siquiera considerarlo.
No iba a abandonar al chico cuando este obviamente le necesitaba, sería su ego de alfa o por su tiempo con los militares rescatando personas con Devak, no importaba.
Aiden solo sabía que el chico le necesitaba y le tendría tanto como quisiera.
Tomando una profunda respiración, Aiden se tranquilizó a sí mismo y luego se puso en acción, buscando su botiquín de primeros auxilios para aplicar los conceptos básicos.
Sabía que no serían muchos ni ayudarían realmente al omega, pero mientras le ofreciera, aunque sea solo un poco de descanso o alivio, se daría bien satisfecho.
Una vez el chico despertara, ya podría hablar con este y averiguar si quería ir a un hospital a tratar sus heridas, cosas que, en cierta forma, dudaba.