Girando sobre su costado, Casper soltó un pequeño quejido cuando la presión de su cuerpo provocó que la marca en su cuello le doliera más de lo usual, lo que, en consecuencia, le hizo despertar del puro dolor. Quejándose bajito, el joven omega rodó sobre su espalda nuevamente, provocándole con ello una pequeña punzada que le atravesó hasta el pecho tras ejercer una repentina presión. Realmente, tal parecería que no importaba la posición en la que estuviera, cualquiera dolía igual o más que la anterior. Tomando una profunda respiración, Casper hizo retroceder todo el dolor, obligando a su mente simplemente a no tenerlo en cuenta. Cuando esto funcionó luego de mentalizarse un par de veces más, el dulce omega soltó un suspiro de alivio, y entonces abrió sus ojos para contemplar el techo d