Capítulo 1
Un chico se encontraba sentado en una banca durante una tarde calurosa, él esperaba a que llegara el bus que lo llevaría a la escuela. Él chico de 14 años miraba a su alrededor con una libreta y un lápiz en sus manos, buscaba algo lo suficientemente hermoso como para ser merecedor de ser plasmado en su muy desgastada libreta.
Una chica de 14 años se encontraba al otro lado de la calle, esperaba el bus que la llevaría a su escuela en dirección contraria de la escuela del chico. La solitaria chica estaba de pie y miraba con un poco de anhelo y tristeza a un grupo de amigos que se encontraban cerca de ahí, suspiró mientras maldecía su timidez por ser culpable de ella no pudiera estar entre ese grupo de amigos.
Cuando el chico lo notó, aquella chica con expresión amable y a la vez triste había sido dibujada en una hoja de su cuaderno que unos minutos atrás se encontraba en blanco. El chico cerró la libreta y luego la abrió en la primera página, le dio la vuelta y vio la siguiente, y luego la siguiente, y la siguiente, hasta que de nuevo llegó al último dibujo que se había hecho. Ese chico había dibujado toda clase de cosas, pero era la primera vez que su lápiz se molestaba en dibujar a una persona.
El bus del chico llegó y se tuvo que ir, pero desde su asiento miró a la chica por la ventana hasta que la distancia fue tan grande que desapareció. Él suspiró anhelando volver a ver a la chica otra vez, y a la vez ignoraba el hecho que una de las dos chicas que se encontraban sentadas frente a él en el bus, sería en unos años la única chica que él querría dibujar y la inspiración para sus últimas pinturas.
Las dos chicas del bus de 15 años buscaban soluciones al torbellino de sentimientos que tenían ambas, una de ellas, la chica que amaba a quien dibujó los colores de su vida en su pasado, la que estaba pegada a la ventana y veía el paisaje a través de ella sin ver nada, tristemente y desesperadamente pensaba en cómo haría para que el cascaron de su antiguo amado la recordara. La otra chica, un dibujante que había perdido su cascarón, miraba con dolor la tristeza que reflejaba su amiga, si se trataba de librarla de más dolor innecesario ella haría cualquier cosa, como dejar el lápiz y el pincel por una cámara, o decir que no le gustan los girasoles, u ocultar sus sentimientos al ponerse la máscara de la felicidad y decirle que estaba feliz con solo ser su amiga.
La chica solitariamente tímida que esperaba su bus, se encontró con un chico que alegremente le dijo: “¡Tu mochila es genial!”, ese sonriente chico fue empujado por sus amigos y tuvo que seguir su camino, pero esas 4 palabras y las 6 veces que el chico volteó hacia atrás para ver a la chica, algo así de simple, bastaron para que ella cayera en su muy inesperado primer amor.
Pasó un año entero, y ninguno de ellos se volvió a ver. El chico del cuaderno desgastado, Lucas Maldonado, ocasionalmente recordaba a la chica que dibujó tiempo atrás y abría su cuaderno en la página donde estaba su dibujo y sonreía esperando volver a verla. Otro año pasó. El chico alegre, David Rondón, desconocía que la chica que poseía la mochila que una vez elogió, había descubierto recientemente que asistía a la misma preparatoria que él, y siempre lo miraba a lo lejos sin poder reunir el suficiente valor para acercarse. De nuevo un año pasó. La chica solitariamente tímida, Teresa Rosales, tenía miedo de que al entrar a la Universidad no fuera capaz de hacer amigos, apenas logró tener una amiga en la preparatoria, no quería volver a estar sola, pero lo que más miedo le daba, era no ser capaz de volver ver la sonrisa de su primer amor. Un año pasó. Una de las chicas del bus, el dibujante que perdió su cascarón, Eylin Almenara, se encontraba sonriendo cuando su interior era un completo caos, todo en su mente estaba lleno de la otra chica del bus, la chica que anhelaba ser recordada por el cascarón, Margarita Aniston, y la razón es algo que nadie se imaginaba, y es que, nadie pensaría que ella usaba una máscara de la felicidad.
Y fue hasta un año más tarde que las vidas del chico alegre, la chica solitariamente tímida, la chica que anhelaba ser recordada por el cascarón, el chico del cuaderno desgastado y el dibujante que perdió su cascarón se entrelazaron de tal manera que la vida de todos ellos cambió drásticamente.
Fue en una pequeña Universidad de una ciudad de San Carlos en Italia, que cuatro de estos chicos se reunieron para crear una de las historias más peculiares de amor. Empecemos con la chica solitariamente tímida. El primer día de clases de Teresa llegó, sin su única amiga a su lado se sentía tan nerviosa que la timidez que la caracterizaba se multiplicó por 10. Cuando se subió al bus tuvo que repetirle al chofer 7 veces que quería que la llevara a la estación del metro pues su voz era tan baja que no se podía oír, luego tuvo que enfrentarse por primera vez al gran caos que se genera en la hora pico en el metro, pero solo de ver lo salvajes que se ponían algunos tratando de entrar en un vagón, dio un paso hacia atrás asustada, entonces chocó con alguien.
— ¡Ah! ¡L—lo s—siento!— Balbuceó.
— No tienes por qué disculparte, yo también estaba distraído— Dijo el chico sonriendo.
Para la gran sorpresa de Teresa, la persona que tenía delante de ella y a la cual le estaba hablando era el chico que sus ojos observaron los tres años de la preparatoria, su primer amor.
David miró un papel en la mano de Teresa— ¿Eso es un mapa?
— ¿Eh? Ah…— Asintió.
— ¿Puedo verlo?
Teresa extendió su mano para entregarle el mapa.
David sonrió— ¡Oh! ¡Justo como pensé!— Le devolvió el mapa a Teresa y la tomó de los hombros—. Parece que vamos a la misma Universidad, todos mis amigos me traicionaron y se fueron a otras Universidades, así que espero tenerte como amiga para aliviar mi soledad.
— ¿A—amiga?
— Sí, ¿o acaso no quieres?— Bajó la mirada.
— ¡Q—q—quiero!— Contestó nerviosa.
Él sonrió de manera tan brillante como la primera vez que Teresa lo vio— Entonces seamos amigos— Extendió su mano—. Soy David Russel.
Ella miró fijamente la mano de él y luego de unos segundos levantó su propia mano y la estrechó con la de él—. E—es un gusto Russel… yo… (¿Cómo debería presentarme? Algo cómo: “Mi nombre es…” o “Me llamo…” o “Yo soy…”) m—mi nombre es Teresa Rosales (B—bien, no fui informal, no debo tomarme tantas confianzas cuando apenas comenzamos a hablar).
— No deberías ser tan formal.
— ¡…!
— Está bien si me llamas David.
— ¡Y—yo no podría!
Rio levemente—… Vale, supongo que entonces tendré que llamarte Rosales. Bueno, Rosales suena lindo.
La cara sonriente de David mientras decía “Rosales suena lindo” inundó todos los pensamientos de Teresa y no pudo pensar en otra cosa en todo el día, mucho menos cuando por coincidencia o destino, David se convirtió en su compañero de clases.
Ya que Teresa era su primera amiga en la Universidad, David quería conocer todo de ella, pero siempre que hablaban sentía una barrera invisible entre los dos. Quería hacer algo para cambiar eso, también le preocupaba su timidez y lo torpe que era para expresarse, él se había dado cuenta de eso, pero temía que no todos pudieran entender que la indiferencia que mostraba era causada por dicha timidez y no por arrogancia. También tenía que ver con su curiosidad, Teresa solo mostraba dos expresiones, su cara normal inexpresiva, y su cara pálida cuando está nerviosa, él quería verla sonreír, pensó que quizás cuando lo hiciera los demás entenderían que ella era una buena persona.
Por otro lado, a Teresa le preocupaba la preocupación que mostraba David por ella, por estar a su lado él acostumbraba rechazar las invitaciones de otros a salir y ella recordaba que en la preparatoria él siempre estaba rodeado de personas, ahora también lo estaba, pero muchas veces los dejaba de lado para ir junto a ella. Fue entonces que Teresa se propuso intentar cambiar, si conseguía más amigos David ya no tendría que cargar con ella.
Con esto en mente, el lunes de la 2da semana de clases Teresa trató de hablar con la chica que se sentaba a su lado, pero su voz era tan baja que ella no la escuchó, y luego se puso a hablar con el chico que tenía delante y eso le hizo más difícil a Teresa intentarlo una vez más. Pero su suerte cambió a la hora del receso. David se había vuelto muy popular en la 1ra semana, ese lunes en la mañana recibió una carta de amor y la chica que se la dio le pidió que le contestará en el receso, por eso él le dijo a Teresa que se adelantara y él la alcanzaría en la cafetería. De nuevo un gran reto para ella. David era el que solía pedir la comida, ahora ella estaba debatiendo en su mente si atravesar el gran mar de gente de la cafetería o esperar a David.
— ¿Tú no eres Rosa?— Una chico la hizo volver a la realidad.
— ¿Eh?
Una chica miró fijamente a Teresa— Te equivocas Leandro, ella no es Rosa.
— Claro que sí, ella iba con nosotros en la primaria.
— Sí, pero ella no es Rosa, ella es Rosales.
— Oh, tienes razón, ese es su apellido, entonces su nombre era~… Sara.
— Es Teresa, tonto.
Teresa los observó confundida hasta que los reconoció, ellos fueron sus compañeros durante su último año en la primaria, su apariencia había cambiado bastante, pero la relación entre ellos dos era igual que antes, fue por eso que pudo reconocerlos.
Teresa dio un gran respiró como para inhalar confianza— ¿Ustedes son Leonel y Romina?
Los dos amigos sonrieron— Así es.
— ¿Estás sola, Rosa?— Preguntó Leonel.
— Que su apellido es Rosales— Lo corrigió Romina.
— Suena igual. Mejor te llamaré Tama.
Teresa se sorprendió— ¿Eh? ¿Tama?
— Soy malo recordando nombres, Tama suena corto y simple, es fácil de recordar.
— Bueno… e—está bien.
Él asintió.
Romina sonrió y luego se dirigió hacia Teresa— Leandro es muy serio y es casi tan inexpresivo como tú, cuando dice Tama no se ve nada lindo, por eso déjame decirte Tama también, sonará más lindo si lo dice una linda chica como yo.
— A cambio puedes decirme Leandro y a ella... ella da igual.
Romina le dio un golpe en la espalda y no precisamente muy quedito. Luego se volteó hacia Teresa y volvió a sonreír— A mí puedes llamarme Romy. Bueno, ¿quieres acompañarnos a comprar? Nos podemos sentar los tres en una mesa.
Teresa estaba feliz, no lo expresaba en su cara, pero sus ojos se iluminaron— Estoy esperando a alguien, pero me encantaría sentarme con ustedes.
— (Está feliz) — Pensaron Romina y Leonel.
— Bien, vayamos a la mesa de allá— Romina señaló una mesa vacía en el fondo.
— Yo iré por la comida— Se ofreció Leonel—. ¿Qué quieren?
— ¡Unos hot cakes con mucha cajeta!— Contestó Romina.
Teresa dudo un poco en responder— Yo… una ensalada de frutas.
Leonel movió su mano como si escribiera los pedidos en el aire— Vale, ahora vuelvo.
Mientras tanto David se encontraba caminando hacia la cafetería después de rechazar a la chica que se le había confesado, se sentía un poco mal por ella, pero se sentiría peor si aceptaba salir con ella cuando no le gustaba. Cuando entró a la cafería buscó a Teresa con la vista y después de encontrarla se acercó.
Sonrió cuando la vio hablando con Romina— Parece que tienes una amiga— Se sentó al lado de Teresa.
— S—sí.
— Wow, que guapo eres— Admitió Romina— ¿no serás el famoso David Rondón?
—… Sí… ¿soy famoso?
— No hay ninguna chica que no sepa de ti, eres el chico más popular de entre los chicos de primer año.
— N—no lo sabía.
— Oh, no me he presentado, soy Romina Olea, conozco a esta chica de la primaria, le tengo bastante aprecio, así que espero que no te pases de listo con ella, ¿queda claro?
— S—supongo.
— Aquí está su comida— Llegó Leonel y se sentó junto a Romina, enfrente de Teresa. Miró con atención a David por un segundo y luego miró con más atención al plato que tenía enfrente
— Leandro, no seas grosero y preséntate— Lo regañó Romina.
— Soy Leonel Cheyko, ¿y tú eres?
— David Rondón, soy amigo de Rosales.
— ¿Amigo?— Volteó a ver a Teresa— ¿Tienes amigos?
— ¿Qué clase de pregunta es esa?— Romina lo fulminó con la mirada.
— Es solo que siempre se llevó mejor con las niñas, no creí que fuera capaz de hacer amistad con un chico.
— Pero tú eres su amigo.
— Bueno, yo soy la excepción. Eso me recuerda— Tomó su tenedor y lo enterró en la fresa que había en su rebanada de pastel, luego lo puso en la ensalada de Teresa— si no mal recuerdo tu fruta favorita es la fresa, pregunté si podían ponerle fresas a tu ensalada pero me dijeron que no.
Romina lo miró sorprendida— Wa, por eso compraste la rebanada de pastel, ya se me hacía raro, tú rara vez comes cosas dulces.
— Gracias— Teresa comenzó a comerse su ensalada sin dejar de mirar a la fresa, estaba apartándola para comerla al final.
— (Vaya…) — Pensó David— (Rosales no está sonriendo pero puedo asegurar que está feliz en este momento… ¿qué no yo debería estar feliz también…? Más que feliz por alguna razón estoy un poco molesto) Entonces ustedes se conocen de la primaria, ¿no?— Les preguntó a Romina y Leonel— ¿Llevan todos estos años juntos? ¿Acaso están saliendo?
Romina comenzó a reírse— ¿Qué clase de mala broma es esa? Bueno, aunque es verdad que yo no tengo ojos para otro chico que no sea Leandro.
— No digas cosas tan repugnantes— Le dijo Leandro con cara de asco.
—... Voy a matarte.
Después de ese día ellos cuatro comenzaron a almorzar juntos todos los días, a David le gustaba ver a Teresa feliz, le parecía fascinante cómo podía trasmitir felicidad con solo sus ojos, pues ni por asomo una sonrisa hizo su aparición, pero le bastaba ver esos ojos brillantes. Lo que de vez en cuando lo ponía de mal humor pero no sabía por qué, era cuando Leonel era demasiado atento con Teresa, y también le desagradaba que hablara de cosas que él desconocía de ella, sabía que no era intencional, pero a veces le daba la sensación que Leonel le presumía que conocía muchas más cosas de Teresa. Romina se percató de ello y en secreto comenzó a apoyar la futura relación amorosa entre Teresa y David.
— Oye Leandro— Romina le susurró a Leonel durante una clase después del almuerzo.
— ¿Qué?
— ¿Has notado cómo te mira Dan?
— Creo que esta celoso de mí, se molesta cuando hablo demasiado tiempo con Tama.
Romina se rio levemente— Ya me imaginaba que te darías cuenta, eres muy bueno para cosas como estas. ¿Entonces por qué sigues tan atento con Tama?
— Creo que a Tama le gusta Dan, y ya que él siente lo mismo, quiero forzarlo a que sea él quien se confiese.
— Pff, te preocupas mucho por Tama.
— Desde la primaria ella siempre ha sido tímida y un poco torpe, me dan ganas de apoyarla.
— Sí, yo siento lo mismo. Cuando entramos a la secundaria estaba muy preocupada por ella, pero ahora gracias a Dan parece querer cambiar.
Leonel asintió— Es justo por eso que pienso que deberían estar juntos.
— Debemos apoyarlos— Alzó su puño.
— Sí— Chocó su puño con el de ella y luego ambos sonrieron.
Un mes y medio pasaron en un abrir y cerrar de ojos. David había aprendido a notar más las expresiones de Teresa, eran cambios mínimos en su cara inexpresiva de siempre, pero ya sabía cuándo estaba feliz, cuando algo la molestaba, cuando tenía hambre, cuando pensaba que la comida era deliciosa, cuando algo le desagradaba, cuando estaba nerviosa, cuando tenía miedo y cuando tenía sueño. David se enorgullecía de su habilidad para encontrar esas pequeñas diferencias en las expresiones de Teresa.
Mientras tanto, el chico de la libreta desgastada decidió hacer por fin su aparición en la vida de la chica solitariamente tímida. Una tarde después de la escuela, Teresa pasó a comprar un paquete de yogures de fresa en un mini súper, y mientras la cajera le cobraba sintió la mirada del chico que estaba formado detrás de ella. Cuando salió de ahí, caminó hasta la parada de bus y vio al chico de antes pararse cerca de ahí mientras la observaba.
— (Me está mirando) — Pensó Teresa— (¿Acaso…?) Hey…
El chico se acercó— ¿Qué pasa?
Teresa vio la bolsa que el chico tenía en sus manos y vio que tenía un paquete de yogures de mango— ¿Acaso querías yogurt de fresa? Yo me llevé el último paquete, también me gusta la fresa, así que si gustas puedo darte la mitad a cambio de la mitad de tus yogures de mango.
— (Yo la estaba viendo por otra razón, ¿cómo fue que llegó a pensar que la miraba por eso?) ¿Enserio quieres cambiarme la mitad de tus yogures?
Ella asintió.
Y él sonrió— Muchas gracias— En cuanto el primer yogurt de fresa llegó a sus manos, lo abrió y usó la tapita como cuchara—. Eres muy amable, ¿cuál es tu nombre?
— Teresa Rosales.
— Teresa Rosales, es lindo, te queda. Yo soy Lucas Maldonado.
Teresa miró curiosa la pequeña mochila que Lucas llevaba con él.
— ¿Quieres ver lo que tengo dentro de mi mochila?
— ¿Puedo?
Él sonrió. Abrió su mochila y sacó una libreta— Al principio era solo un hobbie, pero ahora estoy enamorado de la sensación de dibujar.
Teresa tomó la libreta y la ojeó— Es increíble, todos los paisajes parecen fotografías, y son lugares muy hermosos.
— Todos los lugares que dibujo son poco conocidos, las personas no suelen ir por ahí ya que los caminos a ellos están poco transitados, pero vale la pena recorrer cualquier camino para llegar a lugares como estos. En agradecimiento por los yogures, ¿te gustaría acompañarme a uno de los lugares de mi libreta?
— No es necesario que me agradezcas.
— Pero quiero hacerlo, ¿o no te gustaría ir a alguno de esos lugares?
Teresa miró los paisajes de la libreta una vez más— Me encantaría.
— Está decidido, te llevaré a uno cerca de aquí mañana mismo. Creo haberte visto antes, debemos asistir a la misma Universidad, podemos vernos en la entrada, ¿puedes pasarme tu número de teléfono? Por cualquier cosa es mejor estar en contacto.
—… Bien.
— Pff, pareces un poco feliz.
— ¿Enserio? Muchas veces dicen que nunca saben cómo me siento porque soy poco expresiva.
— Creo que soy capaz de darme cuenta de cómo te sientes por tu mirada, pero aun así es cierto que deberías intentar expresarlo mejor en tu cara. Ahora estabas feliz, ¿no? Sonríe— Él apunto su cara con una sonrisa.
Ella sonrió levemente.
— Sabía que podías hacerlo. Pero te falta un poco todavía, tu sonrisa de ahora tiene un 6, cada vez que nos veamos sonríe, yo la calificaré y te daré un premio cuando tu sonrisa sea de 10.
—… Eso es un poco raro— Se rio levemente.
Lucas se sonrojó—… (Demonios, acaba de obtener un 9, si no soy cuidadoso podría caer completamente enamorado de ella).
Después de eso Teresa volvió a su casa feliz porque había conseguido un nuevo amigo. Al día siguiente David notó que Teresa no dejaba de enviar mensajes de texto y su expresión lucía feliz mientras lo hacía. Cuando llegó la hora del receso, Teresa sorprendió a todos con un anuncio.
— Yo hice un nuevo amigo.
— ¿Eh?— Dijeron los otros tres.
— Ayer mientras compré el último paquete de yogurt de fresa de un mini súper vi que el chico que estaba forma detrás de mí lo quería también, así que le di la mitad de los que compré, después hablamos un poco y hoy tengo planes con él.
— ¿E—espera? Tama, ¿tienes una cita?— Preguntó Romina.
Teresa se sonrojó— N—no es una cita, hicimos planes porque dijo que quería agradecerme lo del yogurt.
— ¿Quizás es con él con quien has estado mensajeando toda la mañana?— Preguntó David.
Ella asintió.
— (Parece feliz)
— Es la primera vez que mensajeó tanto con alguien, él fue el primero en mandarme mensaje y siempre que le contesto no tardo ni dos minutos en recibir otro.
— Ahora que lo pienso, yo no tengo tu número de teléfono.
— (Oh no, Dan parece molesto) — Pensó Romina.
— (Esta celoso) — Pensó Leonel.
— Es cierto— Concuerdo Teresa—. Nunca lo creí necesario así que nunca te lo pedí.
— ¿Por qué no sería necesario estar en contacto? Bueno, igual yo tampoco te lo pedí.
— (Se ha enojado más) — Pensaron Romina y Leonel.
— Es solo que…— Meditó un poco Teresa antes de hablar— a ti te veo diario, si quiero decirte algo prefiero verte y decírtelo en persona.
— Oh… supongo que es lo mismo conmigo.
— (Está feliz) — Pensaron Romina y Leonel. Ambos suspiraron— (Es como un niño)
A la hora de la salida los cuatro se reunieron porque David, Romina y Leonel tenían curiosidad sobre cómo era el nuevo amigo de Teresa. Ella recibió un mensaje y después de leerlo alzó la mirada para buscar a Lucas, cuando lo localizó se volteó a ver a sus amigos.
— Ya me voy, nos vemos mañana— Volvió a ver a Lucas y vio que él la saludaba desde lejos, entonces ella recordó lo que él le había dicho cuando comieron yogurt y entonces sonrió.
David la vio sonreír y tomó a Teresa del brazo sin tener claro por qué— Rosales, tú…
Ella lo miró con la cara inexpresiva de siempre.
— N—no es nada, nos vemos— La soltó y ella se fue.
— Justo ahora Tama acaba de sonreír— Comentó Romina.
— Es la primera vez que sonríe así para alguien— Agregó Leonel.
— ¿Será que a Tama le gusta ese chico?— Miró de reojo a David y se aguantó las ganas de reír.
— Yo también me voy…— Y así se fue David.
“Qué raro”, pensó David, “¿No he estado esperando verla sonreír desde que la conocí? Hoy sonrió, hoy por fin pude ver su sonrisa, es lo que más deseaba ver y es más bonita de lo que pensaba, entonces ¿qué me pasa? No estoy ni tantito cerca de sentirme feliz, me siento molesto, irritado y ansioso, ¿por qué estoy tan intranquilo? ¿Qué es esta sensación de miedo…? Es casi como si estuviese deseando no haberla visto sonreír nunca”. Después de pensar un poco más en ello, decidió llamar a sus amigos de la secundaria y quedó de verse con ellos para distraerse un poco.
Mientras tanto Lucas llevó a Teresa al límite de la ciudad, para la sorpresa de Teresa comenzaron a subir las escaleras de un rascacielos viejo y abandonado.
— Este es el paisaje más cercano que he dibujado — Comentó Lucas—, pero déjame advertirte que con tantas escaleras que hay que subir, hoy bajarás 5kg— Sonrió para Teresa y luego miró hacia delante para seguir subiendo.
Tardaron cerca de 1hr para llegar a la cima, y bañados de sudor. Cansados se tumbaron en el suelo recargando su espalda en una pared a medio construir que les brindó de sombra.
Lucas abrió su mochila y sacó una botella de agua y se la dio a Teresa, luego sacó otra para él— Descubrí este lugar una semana antes de que comenzarán las clases, yo no vivía muy cerca de la Universidad, así que me mudé a uno de los dormitorios de la escuela, y siempre que llego a un lugar necesito explorar sus alrededores, y entonces vi este rascacielos y algo me dijo que tenía que subirlo, y la vista es incomparable— Se puso de pie y se dio la vuelta para ver en dirección a la pared sin terminar.
Teresa hizo lo mismo—…
Teresa no pudo pronunciar palabra alguna, toda la ciudad estaba a sus pies así que el ruido que estaba acostumbrada a oír estaba muy lejos, solo podía oír el sonido del aire pasar entre su cabello y el cantar de algunos pájaros que pasaban volando cerca de ahí, si ella alzaba un poco la vista podía ver un lago que lucía como un inmenso espejo que reflejaba el cielo con sus nubes naranjas, y un poco más atrás se apreciaban unas montañas.
Lucas dio medio pasó hacia delante poniendo la punta de sus pies pegados a la pared— Apuesto que cuando llegue el invierno esas montañas se llenarán de nieve y el paisaje cambiará a uno completamente diferente pero será igual o más hermoso, muero por verlo.
Teresa asintió— Yo también.
Él sonrió— Entonces veámoslo, vengamos juntos en invierno para ver ese paisaje.
— Bien.
— Pff, sonríe Teresa, muestra la emoción que sientes en tu rostro, eso me haría feliz.
— ¿Eso te haría feliz?
Él asintió— Sé que estas disfrutando igual que yo de esto, pero si sonríes lo sabré con seguridad, eso me haría feliz.
Teresa vio de nuevo el paisaje— Es hermoso— Y sonrió.
— Bien, lo de ahora merece un 8.
— ¿Eh?
— Tu calificación, tu sonrisa es de 8.
Se rio levemente— ¿Aún sigues con eso, Lucas?
— ¡Por supuesto!
— Ah…— Se puso ambas manos sobre su boca.
— ¿Qué pasa?
— Te llame Lucas.
— ¿Y eso qué?
— Apenas nos conocimos ayer, ¿no te molesta que te llame con tanta confianza?
Negó con la cabeza— En realidad estoy un poco feliz, además yo también te llamé Teresa, ¿o acaso no te has dado cuenta que ni una vez te he llamado Rosales?
—… Es cierto.
— Sí, así que llámame Lucas.
— Bien