—Es aquí, gracias por traerme —expresó Taylor quitándose el cinturón de seguridad una vez su hermano detuvo el auto frente a las puertas del club. —Si no fuera porque nos has hablado de este lugar y lo que hacen cada uno de estos alfas, ni siquiera me habría detenido —comentó León, observando el exterior del edificio. Y el omega rió sabiendo exactamente a lo que se refería su hermano. En sí, la apariencia del edificio no era malo, estaba en muy buenas condiciones, pero lo que hacía en dudar si entrar o no al lugar, eran los rudos alfas con sus cuerpos llenos de tinta y pircings que estaban en tanto en la puerta, como en el exterior, fumando un cigarrillo y hablando calmadamente. —Adentro es aún mejor, deberías de entrar algún día —invitó, colocando su mano en la manilla de la puerta.