—¿Por qué subimos a la azotea? —preguntó Taylor, observando como esa larga cabellera roja había crecido un poco más desde la última vez que la miro a detalle, ahora casi estaba llegando a ese magnífico trasero del alfa.
—Ojos arriba, pulga —ordenó Boris, sobresaltándolo.
—¿Cómo sabes eso? —preguntó observando al alfa, pero este seguía con su mirada al frente, subiendo cada escalón.
—Pude sentirlo —respondió.
—Bueno, no es mi culpa si pones tu gran trasero frente a mi rostro —se excusó—. Debería de agradecer que no cedí a la tentación y lo manosee.
Cuando Boris se detuvo repentinamente, Taylor también lo hizo inmediatamente para no chocar con él y contempló al alfa, quien se dio vuelta para enfrentarle.
—¿Qué? —preguntó, con sus ojos más inocentes.
Sin decir nada, Boris simplemente b
