—He buscado la justicia —dije titubeando, comprendiendo que ese hombre que sentía que me leía el alma no me consideraba, no digo por mi conciencia, sino sin duda por mis actos, lo suficientemente justo—. De todas maneras —dije sin pensar—, a veces me falta caridad. —Han de ir juntas: no hay justicia sin caridad, porque en ambas unidas está la verdad. Bajé la cabeza y no la volví a levantar hasta que el padre, después de un largo silencio, volvió a hablarme: —Señor juez, mucho faltó la caridad y la justicia y demasiado prevaleció el egoísmo en toda la historia de la Santa Madre Iglesia, incluso en los niveles más altos, hasta su vértice; en el pasado, a veces; ya desde hace muchos siglos, a menudo; pero si, por la libertad concedida por Dios, se lamentan tantos ejemplos de corrupción ent