PRÓLOGO
FAMILIA MONTENEGRO:
-Matrimonio: Francisca de Montenegro y Claudio Montenegro
-Hijos: Raúl, Francisco y Alma.
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FAMILIA VALENCIA:
-Matrimonio: Sarah de Valencia y Rogelio Valencia
-Hijos: Juan Carlos, Christian y Pablo.
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FAMILIA SANTODOMINGO:
-Matrimonio: Mariela de Santodomingo y Pedro Santodomingo
-Hijos: Manuel y Lucía.
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FAMILIA DE LA ESPRIELLA
-Matrimonio: Cecilia de la Espriella (Viuda) y Ovidio de la Espriella (RIP)
-Hijos: Mariana, Carolina y Vanesa.
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Dicen que la vida de un sacerdote no es fácil de sobrellevar cuando renuncia a tener una esposa, hijos, nietos, generaciones de lo que pudo ser se desvanecen dándole paso a las obras que Dios nos permita hacer en vida. Jamás vi lo malo en eso, desde mi juventud supe lo que quería y nunca me arrepentí de las decisiones que tomé respecto al tema.
Sin embargo, sí existe algo que pesa en la consciencia de todo hombre que decide entregar su vida a Dios y es el secreto de confesión, aquel acto tan íntimo donde uno se convierte en el puente entre la persona y nuestro padre todopoderoso, un puente que puede acabar contigo como hombre llegando incluso a perder la fe en la humanidad y es ese el motivo por el cual hoy me encuentro escribiendo esta carta.
Las familias al inicio de esta hoja poseen una extensa historia llena de secretos, mentiras, traición y sangre que al final las termina uniendo inevitablemente; siendo los hijos los únicos que me preocupan al convertirse en las víctimas de todo este mal. Los vi crecer, jugar y hacerse amigos hasta que los años, o más bien, la influencia familiar, los llegó a separar en gran medida.
Dios, sé que lo que haré no me concederá tu perdón, pero te pido que protejas a estos jóvenes que son inocentes de toda culpa, guíalos y no permitas que sus vidas se vean más afectadas de lo que ya están, porque algunos llevan inevitablemente una cruz más pesada que otros sin saberlo cuando no la merecen.
No sé si algún día alguien encontrará esto, pero si lo haces, te pido que por favor hagas lo correcto, sé que estoy violando un sagrado voto al haber escrito todas estas confesiones; así como sé que no seré perdonado por esto, pero si al menos puedo encaminar a alguien con estas verdades y hacer que termine el suplicio que en secreto se vive dentro de este pueblo, entonces me daré por bien servido.
P. Marino José Ocampo.
Párroco de Andalucía.