La foto de Laura golpeando a Anthony era tendencia en varias r************* , lo que no contábamos era que saldría en varios periódicos y llegaría a manos de un molesto Damian.
—Estoy esperando una explicación de ambas —Musita frente a nosotras enseñándonos el periódico —. ¿Qué hacías en medio de todo ese drama? y con ese imbécil de por medio Fara.
—Es mi culpa Damian —Tomo la palabra —. Tenía que vengarme por lo que había hecho Anthony y que mejor manera que exponiéndolo en las redes como lo que es, un infiel.
—Fue una estupidez Lucrecia, ¿No crees que estás demasiado grande para este tipo de comportamiento?
—¿Perdón?
—Ya no eres una niña para ir haciendo este tipo de actos, pudo pasar algo peor por una tonta travesura.
—No exageres hermano, no paso nada y tampoco iba a suceder.
—Es mejor que guardes silencio Fara, porque me decepciona tu actitud infantil, tú no eres así.
—¿Estás tratando de decir que yo la he llevado a comportarse así?
—No pongas palabras en mi boca que no he dicho Lucrecia.
—¡Oh no lo dijiste pero lo distes a entender! —Espeto molesta.
—¡Suficiente! —Espeta Fara —. No empezarán una pelea tonta.
A estas alturas estoy roja de coraje y con unas enormes ganas de golpear a Damian. Trata de acercarse y retrocedo antes de que pueda decir algo de lo que me pueda arrepentir después.
—Tú Damian, No puedes decir que yo no soy así cuando ni siquiera me conoces bien. —Lo señala —. Hemos pasado la mayor parte de nuestras vidas separados para conocerme bien. Yo acepté molestar a ese idiota porque se lo merecía al final el fue el causante de todo estrés drama con la familia de Lucrecia.
Damian inspira sujetando el puente de su nariz. Fara se levanta del sofá y camina en dirección a su habitación.
Me acerco a la ventana observando la ciudad, se acerca a mi y me abraza apoyando su cabeza sobre mi hombro.
—Lo siento nena —Musita dejando un beso en mi hombro —. No quería que termináramos de esta forma, menos por ese imbécil.
—Anthony merecía eso y mucho más Damian. No tenía derecho de contratarle a mis padres nada, eso nos correspondía a nosotros.
—He intentado hablar con tu padre hoy.
—¿Qué? —Me giro rápidamente —. ¿Qué te dijo?
—No me recibió y me mando a decir que si vuelvo a pisar su empresa me mandara a sacar con seguridad.
Suspiro, parece notar mi tristeza y me abraza dejando un beso sobre mi cabeza.
Me dolía mucho la actitud de mi padre y todo lo que había dicho el día anterior, esta tarde volaríamos de regreso a la hacienda y antes de irnos necesitaba despedirme de mí ellos y tratar de hablar con ellos por última vez.
Salgo con la excusa de despedirme de Paula, al llegar a la casa de mis padres me recibe Nando quién me sonríe.
—Niña Lucrecia, que bueno es verla una vez más.
—Lo mismo digo Nando¿Se encuentran mis padres?
—Solo su madre y la niña Brianna.
—Gracias.
Entro a la casa, escucho las risas de Brianna por toda la sala y la veo corriendo como de costumbre le gusta hacer.
—Enana, ¿No te cansas de correr?
—¡Lulú!
Corre rápidamente a mis brazos la levantó cargándola y besó sus mejillas haciéndola sonreír.
—Papá me dijo que te vas nuevamente y no regresaras en un largo tiempo, ¿Es verdad?
—Si, me iré de nuevo pequeña, pero prometo regresar pronto a visitarte seguido.
—¿Lo prometes? —Me enseña su meñique.
—Lo prometo mi pequeña bailarina.
Entrelazamos meñique, me abraza dejando un fuerte beso en mi mejilla y mi corazón se apachurra entre tanto amor.
—Brianna —La voz de mi madre se hace presente —. Cariño, ya te está esperando en el gimnasio la profesora de ballets.
—¡Si!
Se baja de mis brazos corriendo hacia el pasillo que lleva al cuarto de gimnasio, mamá me observa seria.
—Lucrecia, acompáñame al despacho de tu padre.
Camino detrás de ella, me deja pasar y al entrar cierra la puerta y toma asiento en la silla de mi padre.
—Mamá…
—No Lucrecia —Levanta su mano —. Déjame hablar cariño.
—Está bien mamá.
—Es muy difícil entender para tu padre y para mi que ya eres una mujer adulta que puede decidir con quien estar Lucrecia. Si bien dejaste de ser una niña hace mucho y te has convertido en toda una mujer hecha y derecha pero también tú debes entender que no es fácil para nosotros aceptar que te has metido con el mejor amigo de tu padre.
—Lo siento mamá, cuando conocí a Damian ni siquiera sabía que él y papá eran amigos y si te soy franca mis intenciones nunca han sido apartarme de él ni lo serán.
—¿Estás enamorada de él?
—Eso tampoco lo sé, lo único que sé es que con él me siento protegida, segura y gracias a él estoy viendo la vida de otra manera a la que estaba acostumbrada. He dejado de ser una chiquilla caprichosa que no tenía idea de qué hacer con su vida a volverme una mujer que sabe lo que quiere para su futuro y que no necesita de lujos y comodidades de sus padres.
Sus ojos se cristalizan, se levanta y se acerca tomando mis manos.
—Lo he visto Lucrecia, has dejado de ser una niña caprichosa y te has convertido en una mujer —Me sonríe —. Si estás segura de lo que estás haciendo, entonces tienes mi apoyo hija mía.
Me abraza llevándome a su regazo y sonrió llorando de felicidad sobre su pecho.
—Espero que papá lo entienda algún día así como lo has hecho tu mamá.
—Hay que darle tiempo mi niña, darle tiempo a que lo acepte.
***
Regresar a la hacienda y respirar el aire puro de los campos me hacen sentir una paz incomparable.
En la entrada nos recibe Jose quien nos da la bienvenida y nos sonríe.
—¿Qué tal el viaje chicas?
—Lleno de emociones —Responde Fara —. Pero luego hablamos de eso, ¿Alguna novedad?
—Ninguna, todo marcha bien por aquí.
Entramos a la casa, a mitad de ella aparece Rosario y una Sandra que corre abrazando a Damian.
—¡Que bueno que regresaste! La casa se sentía vacía sin ti.
—Y es que no pierde nada de tiempo la muy lanzada —Musita a mi lado Fara —. No se como mi hermano la soporta.
—Niño Damian, ¿Qué tal el viaje?
—Bien nana,gracias por preguntar.
—¿Desean algo especial para la comida?
—Una cena muy rica nana —Responde Fara sonriente —. Esta noche tenemos que celebrar.
—¿Celebrar? —Pregunta Sandra —. ¿Qué celebran?
—Qué Lucrecia ha regresado con nosotros —Me abraza —. Pero no como nuestra invitada, si no como la mujer de mi hermano ósea mi cuñada.
La cara de Sandra se descompone por completo mirándome y luego a Damian. Rosario sonríe levemente y niega.
—¿Qué, es cierto Damian? —Musita —. ¿Es cierto lo que acaba de decir ella?
—Si —Toma mi mano —. Lucrecia es mi mujer y como tal deben tratarla con el mismo respeto y lugar que ocupo yo en esta casa…