Y entonces los guardias se habían postrado, con el rostro a tierra.
Elizabeth y Louis se habían ido tranquilamente, sin que nadie tratara de detenerlos. Habían subido a su trineo aéreo que habían estacionado cerca y se habían desvanecido.
Ese mismo día, el alcalde Gennari había entrado, por medio de radiotransporte, en una nave larkuana en órbita. Había hecho solo mucho más que Louis y Elizabeth, llegando a dejarse reventar y despedazar por el personal de a bordo una veintena de veces y destruyendo casi la mitad de los muebles y los instrumentos, pero teniendo cuidado de salvar el aparato de radiotransporte larkuano, por donde pudo huir. También los adversarios se habían arrodillado delante de él con veneración tras oír finalmente la frase fatal. Y se había desvanecido como había llegado
