Dexter
Me despierto con el sol brillando en mi ventana. Gruño y me volteo, chocando con algo. Miro y veo a la mujer acostada en mi cama. Demonios, olvidé que estaba ahí, ella se mueve un poco.
—Mmmm, mi príncipe. —Ella extiende la mano para tocarme. Le agarro la mano para detenerla—. Estás despedida —le digo sin siquiera mirarla.
—¿Qué quieres decir? — preguntó con un tono de voz confuso.
—Justo lo que dije, quiero que te vayas de mi cama. He terminado contigo, así que sal. —Me aseguro de sonar lo más frío posible con ella.
—¿Por qué? Pensé que después de anoche éramos...
—No somos nada, ¿entiendes? Quería divertirme y tú me lo diste, eso es todo —la interrumpo antes de que termine.
Ella comienza a llorar mientras salta de la cama, agarra su ropa y corre hacia la puerta.
Yo simplemente me volteo, balanceo las piernas hacia el costado y me siento. Escucho un golpecito y mi puerta se abre. Entra mi mejor amigo Jon.
—En serio, hombre, debes dejar de acostarte con cualquiera —me dice mientras entra y se tira en mi sofá.
—Cállate, Jon, como si tú fueras mejor.
—No soy el príncipe, puedo ser un poco salvaje.
Solo ruedo los ojos ante él.
—¿Qué haces aquí?
—Tenemos reuniones esta mañana.
—Como si pudiera olvidar a más nobles desesperados tratando de hacer que tome a sus hijas como mi compañera.
—No es tan malo, algunas de ellas son hermosas.
—Bueno, ¿por qué no te casas con ellas entonces?
—No, como dije, no soy el príncipe.
—¿Por qué te aguanto a ti? No me sirves de nada.
Le aprieto los dientes.
—Porque ¿quién más te soportaría? —me dice y me sonríe de manera estúpida.
—Dios, te odio. Sabías eso, ¿verdad?
—Bueno, yo también te amo, ahora date una ducha y baja, tu padre te está esperando en su oficina.
Solo gimo, levantándome. Camino hacia el baño, enciendo la ducha y entro dejando que el agua corra por mi cuerpo. Cojo el jabón y comienzo a lavarme. Necesito quitarme ese olor femenino de encima para que mi padre no me dé otro larga sermón sobre acostarme con una mujer que no es mi compañera.
Termino la ducha, cojo una toalla y me seco. Me envuelvo la toalla alrededor de la cintura y salgo del baño para encontrarme a Jon aún en el sofá viendo su teléfono.
—¿No tienes nada mejor que hacer?
—No —me responde—. Tu padre me dijo que me asegurara de que te prepararas y te llevara a la oficina.
Solo le gruño.
—No necesito un niñero.
—Lo sé, eres aterrador, pero temo más a tu padre —me dice.
—Como sea.
Entro en mi armario, dejo caer mi toalla y cojo mi ropa.
Mi padre siempre insiste en que me vista con trajes y corbatas, pero eso no es mi estilo. Cojo un par de jeans azules, una camiseta blanca y mis botas negras.
Paso los dedos por mi cabello y salgo.
—Vamos, niñero —le grito a mi amigo idiota.
—Ya sabes que tu papá se va a molestar cuando vea cómo estás vestido.
—Sí, ¿acaso parezco que me importa? No voy a usar trajes, eso no va conmigo.
—Tío, tienes una reunión con quién sabe si eliges compañera.
Gruño en voz baja.
—No quiero una compañera, ¿cuántas veces debo decirlo? No voy a estar atado a una mujer el resto de mi vida.
—Lo siento, solo trato de evitarte un acuerdo con tu viejo.
Solo suspiro.
—Lo sé, gracias, amigo, por intentar cuidar de mí. Simplemente no entiendo por qué me están presionando para elegir a alguien. Ya sé cómo manejar todo y he estado planeando misiones, asistiendo a reuniones de presupuesto y todo lo que conlleva ser rey. No veo cómo tener a alguien como mi compañera elegida me ayudará.
—Yo tampoco, hombre, pero te están presionando porque tu padre quiere renunciar.
—Lo sé. Solo terminemos con esta mañana —le digo.
Llegamos a la puerta de la oficina de mi padre, levanto la mano y llamo en la gran puerta de madera.
—Adelante. —Lo escucho llamarme. Empujo las puertas abiertas y entro.
—Querías verme, padre.
—Sí, Dexter, entra y siéntate.
—Jon, cierra la puerta y siéntate también.
—Sí, señor. —Escucho a mi amigo dirigirse a mi padre.
—Dexter, sabes lo importante que es esta reunión.
—Sí, padre, soy consciente de su importancia.
—Entonces, ¿por qué estás vestido así? Necesitas verte como un príncipe y no como él. —Señala a Jon.
—¿Qué? —pregunta mi amigo a mi papá mientras se mira a sí mismo.
Mi padre solo se frota las sienes.
—Siéntate, Dexter, tenemos mucho que cubrir antes de que el Sr. Anderson llegue con su hija.
Solo sigo la corriente y me siento mientras mi padre comienza a repasar los documentos que están en su escritorio.
Pasamos las siguientes dos horas cubriendo todo lo que necesitaba atención.
Él coloca los archivos en una pila al final de su escritorio.
—Ahora, Dexter, está esto que debe ser atendido.
Me pasa una carpeta, la cojo y la abro. La reviso y levanto la mirada hacia mi padre.
—¿Qué es esto?
—Llevo siguiéndolo durante un tiempo, pero no hemos podido encontrar una ubicación.
—¿Es esto lo que pienso que es?
—Sí, es una subasta. Este grupo de personas presta dinero a las familias y, cuando la familia no puede pagar, toman a uno de sus miembros para esta subasta.
Un bajo gruñido sale de mí.
—Quiero que tú y Jon organicen un equipo de guardias y quiero que esto sea cerrado y que este grupo de personas sea encerrado.
—¿Quieres que devolvamos a las chicas a sus familias?
—No inmediatamente, tráiganlas aquí, estoy seguro de que algunas necesitarán atención médica, luego nos pondremos en contacto con sus familias y podrán venir aquí a recogerlas.
—De acuerdo, padre, me pondré manos a la obra.
Me pongo de pie y comienzo a caminar hacia la puerta.
—Dexter, ¿a dónde vas?
Me volteo y miro a mi papá. Levanto la carpeta.
—Para comenzar.
—Dásela a Jon, él puede comenzar, tú vienes conmigo; el Sr. Anderson estará aquí en veinte minutos.
—En serio, papá. —Gimo—. ¿No puedo saltármelo?
—No, Dexter, ahora vamos.
Le doy la carpeta a Jon. Él la toma con una sonrisa.
—No digas nada, ni te atrevas. —Le gruño.
Él levanta las manos en rendición. Camina hacia la puerta, agarra el picaporte y la abre, dejándome lidiar con mi padre y madre sobre con quién piensan que debería casarme.