Jamás me había sentido tan expuesta como en ese momento. Esteban había mirado más profundo y había dado en el clavo. No podía quedarme un segundo más en su casa, si lo hacía, sentía que de alguna manera iba a leer mis pensamientos y a entrar en mi lugar más privado y con más muros…mi corazón. No podía entrar, ni él ni nadie. — ¿En dónde estabas? Arrugué mi ceño y volteé a ver quién era el intrépido que se atrevía a hablarme en plena crisis. —No tengo por qué darte explicaciones Vlademir —aclaré, no queriendo empezar una discusión—. Ahora si no te importa, terminaré de llegar e iré a mi habitación. —Al parecer tu madre llamó al tío Leandro y le dijo que tú estabas yendo a casa. Para que su princesa no estuviera tan sola el tío me llamó a mí y me dijo que te hiciera compañía. M