CAPÍTULO 5:

3697 Words
Sekhmet Me coloco en posición de defensa, preparándome para el ataque que está próximo a llegar; a la misma vez, que sostengo la extensa cantidad de adrenalina que se apodera de mi sistema. «La fortaleza viene de los fracasos» Tomo una buena bocanada de aire, llenando mis pulmones sosteniendo mi visión algo borrosa al sentir la fuerte tensión que se acumula en el ambiente en el breve momento en que él se prepara para lanzar un upper cut que esquivo alcanzando su mano y doblándosela sin cuidado. —iVamos tú puedes! —los fuertes gritos de mis amigas me tenían al borde de un colapso emocional. —Te destrozaré nenita —la voz rasposa de aquel soldado de ojos celeste, de un metro noventa, solo ocasiona que muestre una sonrisa, mientras me coloco en posición de defensa, sosteniendo mis músculos tensos por las miradas de todos en mis movimientos. —Vamos, actúa más y habla menos —ordeno con mi mirada fija en los ojos del nuevo soldado reclutado que posee más músculos y machismo que conocimiento. —¿Listos?; ya —pronuncio Soraya; deslizando la mano por el pequeño espacio que nos separa mutuamente, dando inicio a la pelea. Mí cabello continua atado en un moño alto bien peinado; mí chaleco esta al lado de mis compañeras que esperan en la parte baja del ring, dejando ver una camisa blanca un poco escotada; pequeñas gotas de sudor deslizándose por cada parte de mí cuerpo dificultando la transpiración de mis poros. Mantengo mi mirada con cautela y extensa atención en el gran cuerpo de aquel hombre, intentando descubrir sus puntos débiles. Los dos nos mantenemos atentos esperando los movimientos del otro; sin embargo, la perseverancia es uno de los sentimientos que más prevalecen en esta organización. El pelirrojo intento propinarme un jab que termina ejecutándose en vano; echando hacia atrás esquivando aquel golpe, a la vez que le asestaba uno en su abdomen dejándolo sin aire, obligando a que retrocediera y se encogiera. Aquel movimiento había dejado a todos los chicos bastante sorprendidos; mis amigas estaban chocando sus palmas al ver que seguía siendo la mejor; el joven no estaba muy contento. —Ya veo que no eres una nenita —comento él intentando desconcentrarme, pero al final le terminé de zumbar un fuerte cabezazo dejándolo más aturdido de lo normal, con su mano derecha en su nariz deteniendo el sangrado que salia de su orificio nasal. Mí cabeza también se hallaba aturdida por la dureza de su cráneo, obligándome a retroceder por unos segundos. —Hablas demasiado —respondo recobrando la compostura y pasando la mano por mí cabello con parsimonia, entreabriendo mis labios para sostener una buena cantidad de oxígeno en mi sistema. —Vamos tío; no dejes que una mujer te gane —eludió uno de sus compañeros nuevos, desde el otro lado de la arena. —Pues verás como está mujer le gana —grité mucho más alto, mostrando mí dedo corazón con una sonrisa en los labios, porque a pesar de no ser la segunda vez que escuchaba tales palabras; igual dolían por más que lo negaran. Me aproximé al cuerpo del joven y decidí acabarlo en unos segundos; le dí tres golpes seguidos en su abdomen; para luego emputarle una patada en sus testículos; haciendo que terminara con sus manos en su parte genital y con su cuerpo en el suelo, teniendo semejanza a un ovillo con el dolor plasmado en sus fracciones. —iEres la mejor! —exclamaron mis amigas con unas sonrisas en sus labios y saltando de felicidad por acabar de volver a demostrar que una mujer puede ser mejor que un hombre o incluso tener la misma experiencia que un caballero. Acerqué mí cuerpo al chico y le extendí mí mano derecha brindándole mí ayuda. —Solo debes aprender algunas cosas; pero puedes ser un buen luchador —comente con su mano unida a la mía, a la vez que lo ayudé a levantarse del suelo. —Gracias; y quiero pedirte perdón por discriminarte —contestó con su mirada fija en la mía; entretanto yo le enseñaba una sonrisa sincera. —No te preocupes, se que son nuevos y no tienen idea de quién soy; mucho gusto soy Sekhmet Natacha Williams Malverde, la segunda capitana más importante de la MMIM; y también entiendo ese complejo de machismo que a veces se cargan ustedes, pero deben entender que las mujeres podemos ser superior o incluso igual —nos estrechamos las manos a modo de cortesía. Me alejé del chico, me bajé del ring y llegué a donde estaban mis amigas. —Arrasaste como siempre —me elogió Soraya con una bella sonrisa en sus labios. —Lo sé; siempre trato de superarme más y más; ser adicta a la adrenalina te ayuda con eso; amo el peligro —expresé feliz, mientras juntas tomábamos nuestras cosas y salíamos del gimnasio con nuestros cuerpos llenos de sudor. Cada una iba al lado de la otra; todas en silencio hasta que algo bastante raro sucedió. Allan Thomann; el chico de ojos verdes; cabello castaño; cuerpo de bombero; uno de mis superiores; un subteniente se le quedó mirando a mí querida amiga Monica, haciendo que se le creara un sonrojo en sus mejillas; a la vez que ella bajaba la cabeza y pasaba su mano por su oreja como sí tratará de colocarse una hebra rubia detrás de sus orificios auditivos. —¿Qué fue eso? —cuestioné como toda chica chismosa que era, acercando mí cuerpo a mí amiga y deteniendo mis pasos justo en frente de ella; impidiendo que continuara su camino, y ocasionado que aquella señorita fingiera que nada había sucedido. —Nada; no paso nada —comento aquella rubia arreglándose el uniforme y colocándose su gorra de campo. —No puedes decir que no cuando los dos se miraban de una manera bastante atrevida; incluso te sonrojaste con solo sentir su mirada en ti —me exprese segura de lo que había visto. —Cuéntaselo es tu mejor amiga —ordeno Patrixia con la mirada en sus uñas largas, observando su manicura. —Ok; pero no quiero que me juzgues —pronuncio señalándome con su dedo anular; lo tome he hice que lo bajara. —Esta bien; ¿Cuándo lo he hecho? —pregunte levantando mis hombres y mostrando un gesto de cuestionamiento. —No nunca —dijeron todas con sarcasmo, provocando que de mis labios saliera unas pequeñas risitas. —Ok; las entiendo; puedo llegar a ser un poco cruel con ustedes —conteste con mi mano en mí abdomen. —¿Un poco? —inquirieron con sarcasmo por segunda vez haciendo que me diera por vencida y soltara muchas carcajadas. —Puede que bastante; pero ya no sean malas y dejen que mí mejor amiga sea sincera conmigo —indique lista para saber que estaba sucediendo. —Primero vamos a sentarnos en un lugar en donde nadie nos llegue a escuchar —reveló Monica tomándome de la mano, dirigiéndonos al gran árbol que se encontraba apartado del lugar de entretenimiento. Las demás nos seguían a paso apresurado; nuestras botas se llenaban de barro y tierra mojada por culpa de las lluvias de junio. Los soldados estaban realizando sus actividades diarias; trotando o incluso practicando tiro al aire libre, con sus cuerpos sudando más de lo debido por el esfuerzo, además del raro clima que hacía hoy. Unos minutos después ya habíamos llegado al árbol más alto de aquel lugar y todas nos sentamos en sus raíces; mientras yo mostraba una de aquellas sonrisas maliciosas y esperaba con ansias las noticias que parecían bastantes jugosas de mis amigas. —Bueno; primero que nada debes saber que solo paso una vez, y fue culpa de una borrachera; sin embargo, no he dejado de pensar en lo que sucedió y que tal vez no esté correcto —sus palabras ocasionan que por mí mente pasen cosas no tan inocentes y una de mis cejas se alce de manera picarona. —Explicate; estoy encontrándole un doble sentido a lo que estás diciendo —le comenté antes de que me arrepintiera y metiera la pata. —Lo sé; tu expresión lo dice todo; a veces eres muy fácil de leer —se detuvo un momento, respiró y se preparó para continuar—, el día de mi ruptura con Erick me fui a las tres de la mañana para el bar que está a dos cuadras de nuestra casa; comencé a beber como toda una loca para ahogar las penas, y solo me detuve porque Riso me dijo que ya era muy tarde y debía trabajar al otro día; en el momento que me iba mí vejiga comenzó a doler y pues decidí ir al baño antes de que me arrepintiera. «Al bajar mi cuerpo del asiento de madera y poner mis tacones en el suelo, logré sentir como todo me daba vueltas; sin tardar mucho me fui sosteniendo de la barra y me dirigí al baño de mujeres; sin embargo, resultó que estaba yendo al de hombres. Me muestra una de sus sonrisas y se vuelve a sonrojar como una niña pequeña. —De inmediato entro al baño sin percatarme de que al cubículo al que entré estaba ocupado por cierta persona; sin embargo, cierro la puerta cuando... —tarda unos segundos dejándome con la duda interna, conociendo muy bien que odio esas cosas. Coloco mi mano derecha en mí tabique y trato de respirar, calmando el estrés que me causa la incertidumbre. —Perdon —se disculpa mostrando una sonrisa maliciosa—, entonces al girar mí cuerpo ahí estaba él con su m*****o viril al aire, liberando sus fluidos y ocasionando que las ganas de devolver la comida se intensificaran. «Sin dudar mucho terminé vomitando encima de él; pero no fue lo peor; segundos después de yo haber hecho mis necesidades y todo eso, el termina sacándose su camisa color azul marino, al igual que sus pantalones negros y deja que logre observar su sensual cuerpo cubierto de tatuajes de todo tipo; sabes que mis hormonas cuando estoy borracha son una avalancha; por impulso lance mí cuerpo al suyo y comenzé a devorar sus labios. En el minuto en que esos vocablos del idioma inglés llegaron a mis orificios auditivos, unas estruendosas carcajadas salieron de mis labios; mis manos se posaron en mí abdomen, a la vez que las personas se giraban en nuestra dirección, y mis amigas me cubrían la boca, intentando no llamar la atención de nadie; aunque ya era muy tarde para eso. —No me lo puedo creer —pronuncie todavía fuera de mi cuerpo, totalmente incrédula por lo que me estaban contando—, ¿Tu y el subteniente de la tropa 001? —pregunte con mis manos en mis labios y los ojos abiertos como uno platos. —Obvio que... —se detuvo pensando y dejándome por segunda vez con la incertidumbre. —Joder habla; sabes que odio que las personas no terminen de contar las cosas y me dejen con las dudas —conteste siendo honesta como siempre. —Pues que no tengo ni idea de que sucedió a continuación; todo está borroso; pero él, al contrario; recuerda todo y no tengo el valor de preguntarle si sucedió algo entre nosotros —se sincera provocando que me resignara a no conocer que sucedió después. Mis ojos verdes se detienen admirando sus orbes, mientras las demás solo se mantienen como personas externas sin opinar o decir nada al respecto; ya que me conocen, saben que soy una de las mejores que podría aconsejarla porque de alguna rara manera también pase por su situación. —Espero que no vuelvas a tomar de esa manera; sabes que aquel cabronazo no merece tus lágrimas; eres una mujer maravillosa y si él no fue capaz de valorarlo es porque no es el indicado para ti —ahora era yo la que me detenía y fijaba mi mirada en la de la chica que estaba a mi lado—, eres una mujer muy especial, no mereces a esos hijos de puta que no valen nada; todas sabemos que la vida es cruda y cruel, pero igual así debes tener idea de que debes vivirla; eso yo lo aprendí a base de puñetazos emocionales, de tropiezos que me destruyeron a la mitad, y a pesar de haber perdido a mi madre aqui estoy superándome todos los días demostrando que las mujeres somos iguales que los hombres; que tener una v****a no te hace ser menor; el mundo está hecho un desastre, pero igual debes darte tu valor y disfrutarlo. Mis palabras llegaron al corazón de la chica de cabellos rubios y a las demás que estaban en aquel sitio; provocando que todas se lanzara en mí dirección, y terminaramos en un fuerte abrazo de amistad. Amaba a estas perras; eran mí vida y siempre lo serían. Las conocí cuando se fueron uniendo al comando poco a poco. Estas chicas y yo, teníamos una conexión muy especial, única e inigualable que nunca nadie sería capaz de quebrar. Después de que expresara aquellas todas nos pusimos de pie; nos sacudimos nuestros uniformes; me coloqué mí chaleco que combinaba con los pantalones y las botas. —Chicas ya tengo las entradas VIP para que me acompañen a mí evento preferido —gire mí cuerpo en el momento que decía aquellas palabras, recibiendo unos quejidos por parte de mis amigas. —¿En serio debemos ir? —cuestiono Soraya con sus manos en su espalda. —Se que es ilegal y todo; sin embargo, nadie nos reconocerá, es obligado ir con máscaras o antifaces para que nadie sepa quién eres; además de que no nos hará daño un día de relajación —me escuse intentando convencerlas aunque eso era muy complicado; pero ser terca venía en mí ADN. —No creemos que sea correcto; si el sargento nos llega a ver en aquel lugar estaremos suspendidas por un tiempo —esta ves fue Monica la que hablo. —Lo se; pero no les causa esa sensación de bienestar o incluso placer, ese sentimiento de que nos podrían atrapar; saben que a mí me fascina; please háganlo por mí —hice un leve puchero intentando convercerlas, algunas se encogieron de hombros e hicieron un resoplido en señal de que se habían rendido finalmente. «Fue más sencillo de lo que había pensado» —Ok; como quieras; todas iremos —esos vocablos salieron de los labios de Soraya; mientras yo realizaba mí baile de la felicidad; movía mis manos de un lado a otro y abrazaba a mis amigas después; terminaba besando sus mejillas. —¡Las amo tanto! —exclamé con una sonrisa en mis labios y un brillo imposible de superar en mis ojos. —Bueno; debemos irnos a entrenar a los pequeños; el sargento quiere que le lleves el dispositivo con la información que te había encomendado —le planté unos besos en las mejillas a cada una; me despedí y me dirigí al pasillo que estaba en el lado derecho; con dirección a la oficina de mi superior. Las entradas estaban guardadas en mí casillero, así que era imposible que alguien la descubriera. Me arregle bien mi vestimenta, dejando un poco de barro en el suelo de aquella institución. Los bombillos que colgaban del techo ofrecían la luz suficiente para que lograras ver tu entorno; los grandes ventanas permitían que observarás el exterior sin necesidad de estar a fuera. Aquel sitio tenía más protección que ningún otro lugar; sin embargo, era algo predecible al ser la base de una organización tan importante para el país; incluso el mundo; también contábamos con la tecnología más avanzada. Mis pasos eran apresurados; caminaba de manera provocativa. En segundos logré divisar el escritorio de la secretaria del sargento. Aquella mesa estaba cubierta por papeles, lápices, un celular y otras cosas. Me aproximé a la puerta y di tres toques esperando que alguien me respondiera; para mí sorpresa la voz de la persona que estaba al otro lado de aquella puerta de madera, salió jadeante y sospechosa. Una sonrisa se creó en mis labios comprendiendo que estaba sucediendo. Mí mano se posó en mis labios por la sorpresa. En el momento que esperaba que alguien apareciera, acerqué mí cuerpo al pequeño escritorio de madera con gaveteros y organizé el enorme desastre que estaba formado. Al culminar mi tarea me senté y sin intensión de hacerlo mi brazo choco con el hermoso teléfono color rosa que estaba en la mesa mostrando la foto de una niña de ojos azules y cabello rubio. «Que hermosa» —¿Qué hace capitana? —la voz de la joven Samantha me sobresalto a tal punto de que por inercia intenté alejarme de la chica, pero la silla se fue de lado; forzándome a terminar con el trasero en el suelo, junto con mi cabeza estampada contra el borde de la mesa; provocando que se me hiciera un pequeño corte y algunas gotas de sangre se deslizaran por mí cara. —iMierda! —maldije sobandome mí cabeza y el trasero por el intenso dolor; mientras hacía un mohín por aquella incómoda sensación. —¿La asusté señorita? —cuestiono la chica de ojos azules y cabellos rubios como la pequeña que segundos antes había visto en la foto. Levanté mí mirada de forma incrédula, la observé por unos segundos en los que su rostro andaba preocupado—, para nada; el suelo estaba sufriendo y decidí que lo consolaría —dije con sarcasmo y cierta molestia en mí voz. Me levanté del suelo todavía adolorida por aquel percance, a la vez que terminaba confirmando mis sospechas. El cabello de la chica estaba desordenado, con algunos gallos liberados; su vestido estaba arrugado; su labial corrido; su respiración un poco descontrolada. La observé de arriba abajo, mientras me acomodaba el uniforme. —¿Ya puedo entrar? —cuestioné siendo menos brusca. —Así es; el sargento la espera. Giré mí cuerpo posando la mano en la manilla de aluminio, sintiéndolo un poco sudado. Entré en aquella inmensa oficina, mientras me percataba del gran hombre que estaba a unos pasos de mí observando tres grandes pantallas. Totalmente rapado; de dos metros aproximadamente; unos ojos entre negros y marrón: una mirada que atemoriza; una nariz respingona; un cuerpo musculoso y bien cuidado; a pesar del sargento Martínez tener cuarenta y cinco años continuaba siendo igual de seductor y conquistador; no juzgaba a Samantha; al contrario, comprendía que hubiera caído en los encantos de aquel hombre; sin embargo; no era mí tipo. Una de mis reglas profesionales era nunca estar con mis superiores para evitar las habladurías y los malos entendidos. —Sargento —realize el saludo militar y me puse recta como una tabla. —¿Ya tiene toda la información mi capitana? —asentí todavía con la misma pose la cual estaba haciendo que mi espalda doliera. —Lo primero que le diré es que es una droga muy poco conocida y que según algunos contactos la están desarrollando en un laboratorio desconocido en Suecia; no se conoce el paradero exacto pero si pude descubrir los síntomas que causa —le extendí el pendrive mientras me acercaba a la gran mesa. —¿Cuáles son los síntomas? —interroga tomando el objeto e introduciéndolo con cuida en la ranura. —No se saben bien con exactitud ya que según algunas estudios y personas, a cada ser humano le da de una forma; sin embargo, los más conocidos son ataques de pánico, alucinaciones, convulsiones febriles, a algunos les ataca los órganos internos y se los destruye con cada ingestión; solo he logrado encontrar esos síntomas pero todo eso da después de como algunos dicen que lo describieron sus viajes y sentirse en las nubes —me siento en el lugar que el me sala cerca de la pantalla a la vez que el asiente. —¿Encontraste algo sobre los familiares de las víctimas? —indaga sentado justo al frente de dónde me hallo sentada con su vista en la laptop negra. —No; todos eran huérfanos o vagabundos —respondo con mis manos encima de la mesa—, quiero viajar a Suecia para ver si logro encontrar los laboratorios; se que es riesgoso pero confío en que será lo mejor. —Puede ser; aunque la necesitamos aquí monitorizando toda la información que se pueda sobre esto; los de arriba no están muy felices con lo que está sucediendo y aunque intenta mantenerlo en las sombras cada día se dificulta más su tarea; debemos acabar con eso lo antes posible, estan pensando sustituirme y aunque no estoy muy de acuerdo debes saber que aquí solo nos queda seguir órdenes —sus voz suena atemorizante y se que al final tiene más razón que nunca; si los superiores están alterados es porque no será nada bueno. —¿Me puedo retirar sargento? —pregunto de pie. —Por supuesto; aunque necesito que se quede hoy en los aposentos de su hermano; lleva días pidiéndome que la deje dormir con él y por a ver sacado un sobresaliente en hackeo creo que se lo merece —mis latidos se apresuraron en el momento que escuché aquello; mostré una sonrisa y sentía como mi corazón realizaba un baile al igual que yo en mi interior. —Muchas gracias mi comandante —hice el saludo, a la misma vez que él; esperando en movimiento de cabeza que me termino dando el sí para salir de aquella oficina con una sonrisa en mis labios; me deshice de la liga colocándola en mi mano y dejando mi cabello totalmente libre. Seguí mi camino con el celular en mano escribiéndolo un mensaje a mis amigas de que dormiría en el comando por hoy; ellas respondieron de inmediato con un; tranquila. En minutos llegué a la habitación hallando a mí hermano casi dormido; me quedé con la camisa y mi pantalón; a la vez que me acurrucaba a su lado, plantando un beso en su cabello. —Te amo mi ángel —después de decir aquello terminé cayendo en un sueño profundo.
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