CAPÍTULO 7:

2717 Words
10 de mayo del 2023 Nikolai D'Vitalli. Relamo mis labios en una repetición constante, mientras ejecuto uno que otro golpe a mi contrincante, obviando sus defensas. Gotas de sudor se desplazan por mi rostro, pecho desnudo y abdomen, dejándome llevar por la fuerte furia que libero con cada golpe que ejecuto, con los gritos de los hombres asquerosos que piden sangre en los alrededores del ilegal ring de pelea cubierto por capaz del liquido carmesí completamente seco. Este es uno de los ejercicios que mas me fascina, atiborrando mi sistema con emociones fuertes que contrastan la buena liberación de epinefrina que acaricia mi intensa respiración, los mechones de cabello n***o que caen por mi coronilla, a la misma vez que tomo fuertes bocanadas de aire para relajar mis tensos músculos por contraerlos tan constantemente. Muevo mis piernas de un lado a otro, esquivando golpes y propinando derechazos que le quiebran la barbilla, su dentadura; rodillazos que prácticamente lo hacen caer al suelo a pesar de que trato de golpear lo más suave posible. —Parece ser que nuestro querido Dereck está siendo destrozado por el mis mismo diablo en persona —adula Rubén por el micrófono, ocasionando que mis labios se alcen en una sonrisa de prepotencia que se convierte en una mueca de rabia cuando un jab de puño cerrado me aturde, acabando mis pocas ganas de prolongar su caída. Mi sonrisa desaparece, pero es sustituida por una expresión frívola que hace al mundo temblar, mas cuando saben que eso solo significa una cosa y es que por mas agotado que estemos me ha cabreado como no tiene ni una jodida idea. —Te has metido en tierras pantanosas hermano —espeto con mi mandíbula apretada, encestándole un contra jab... Ejecuto el golpe llevando a cabo una sincronización precisa, relajando la tensión acumulada. En el instante en que lanzo el jab, inmediatamente sin mover mi cabeza hacia atrás, detengo el golpe con mi guante derecho, doy un paso adelante y lo golpeo directamente en su cara con un jab duro... Corro mi cabeza hacia atrás en el breve intervalo de tiempo en que se cree que le daré la mísera oportunidad de que me lance un derechazo duro. No dejo de sonreír con malicia, flexionando mi pierna con el jab, golpeándolo sin esperar una reacción de su parte. Prácticamente me preparo para noquearlo, ni siquiera teniendo la necesidad de darle cabida al c*****o que a pesar de estar golpeado no tarda en sonreír liberando sangre a borbotones... Me posiciono de manera consistente, con mis pies a la altura de mis hombros, flexionando los codos en el proceso y manteniéndolos fijos posicionando mis puños cerrados hacia mi rostro, para sin demorar mucho mecer mi pierna derecha hacia arriba, apuntando a su cara, un poco debajo de su mandíbula; provocando que pueda escuchar el crujir de sus huesos como la canción más maravillosa del mundo. —¡Así amigos es como se gana una pelea! —anuncia el pelinegro, sonriendo cuando todos comienzan a ovacionar eufóricos, lanzando fajos de billetes a los aires como locos, enalteciendo mi ego por los cielos porque soy el puto amo de las peleas, ni siquiera el ser más peligroso puede ganarme cuando lo supero en inteligencia, conocimiento y estrategia. Me bajo del ring recibiendo millones de elogios que solo me fuerzan a sonreír mas de lo debido, mientras alzo mi mentón con prepotencia reconociendo que no solo soy oscuro, frio y sensual, también sangriento y déspota. —Estuviste increíble —la voz de Mattias llega a mis oídos, ocasionando que acelere el caminar esquivando a una buena fila de hombres hacia mi oficina arribando por las escaleras ocultas detrás de uno de los camerinos del establecimiento ilegal. —Siempre lo estoy —respondo sosteniendo la botella de plástico que me ofrece, bebiéndome el contenido de un tirón calmando la fuerte sed que calma mis músculos, en cuanto recibo una toalla por parte de una de mis mujerzuelas, eliminando las gotas de sudor salado que se acoplan en mis poros dificultando la transpiración. —Se me olvidaba lo prepotente que eres —demanda, adentrándose después de mi persona, a la lujosa estancia cubierta por medallas, tropeas, botellas de alcohol ocultas en vitrinas que se encuentran en el lado izquierdo de la habitación. Deslizo las manos por mi cabello, disfrutando la sensación de paz que me transmite el estrepitoso silencio acercándome en completa lentitud a la silla detrás de mi escritorio repleto de papeles, negociaciones, contratos importantes, además de los documentos del dichoso contrato que quisiera desaparecer lo antes posible, pero que por más que quiera dejar a un lado sé muy bien los problemas que me traen. — ¿Todo está en orden? —cuestiono al castaño que se acerca con un pendraba, y su expresión sosa. —Dentro de lo que cabe el Lux esta de maravilla; sin embargo, hemos recibido quejas de que la prensa no deja de querer recibir aunque sea una entrevista de su parte con respecto a los planes nuevos de sus padres —anuncia, forzándome a que pellizque mi tabique queriendo mandar todo a la mierda, no solo están tocándome los malditos cojones con sus estúpidas ganas de controlarme, sino que ahora también quiere que sea alguien que siga ordenes de seres ineptos que me paso por el forro de los cojones. —Diles que me importa una mierda lo que quieran —reitero, cerrando mis ojos, mientras mi buen humor se destruye en picada con solo recordarme a quienes más desprecio en esta vida —... ¿algo más que quieras agregar? Asiente, extendiéndome el teléfono móvil que no tarda en encenderse en el momento que entra en contacto con mis largos dedos. —Su hermana quiere hablar con usted desde esta mañana —murmura cambiando el tono de su voz a uno más meloso, provocando una intensa sensación que se apodera de mi estomago, a la vez que lo agarre con una fuerza más que exagerada de su mano, acortando la distancia que nos separa. —Te quiero lo más lejos que puedas de ella —declaro con ahínco, desactivando mi tono gentil a uno de completa dureza que lo hace tragar en seco. —Por supuesto —respondo en un susurro casi inaudible y algo chillón que me saca una sonrisa que oculto tras el cigarro que enciende llenándome con la deliciosa nicotina que asfixia a mi sistema por unos segundos. —Retírate, recuerda que debes prepararme todo para el viaje de una semana que hare a Marruecos, quiero tenerlo todo listo para acabar con los asuntos en los que quieren meterme a pulso —ordeno, dándole la espalda y dirigiendo mi mirada a las personas que no tardan en empezar las peleas... Me asfixio por unos segundos en los que me quedo solo en el ambiente luego de que el castaño se marcha, sumando a mis tórridos pensamientos perversos que desean de una buena hembra para calmar a la bestia que sostengo en mi interior. Traqueo mi cuello, saboreando el ente adictivo que tengo entre mis dedos, dándole suaves, pero deliciosas caladas que me llenan de ese humo peligroso que acelera mis sentidos. Observo los documentos que tengo encima de la mesa de caoba perpetuando las mil y un mentiras que cuentan de mi persona en las r************* , como creen que juzgándome podrán hacer que me sienta mal, cuando en realidad soy capaz de hacer cosas que a ellos les pizca por estar atados a leyes escritas por inútiles que se privan de los mejores deseos. La vida está hecha de baches, dificultades, tontas historias donde el villano siempre es visto como el malo; donde la mayoría toma un bando sin saber que solo existen el blanco y el negro... Creyendo en dioses falsos, historias sin príncipes; mucho menos castillos o princesas inocentes y buenas que solo creen en el bien de las personas, si bien saben que la realidad siempre es otra... El rostro más impoluto e casto puede ocultar el más oscuro secreto, las cicatrices la peor de las guerras, la belleza la más difíciles de las fieras. Hasta el ente que mas bondad profesa es quien a las espaldas de todo viola jovencitas, rapta niños, mata personas, vende órganos, se junta con ratas criadas en las cloacas. El mundo es perverso, siniestro y silencioso en la mayoría de las ocasiones, pero eso nunca será motivo de debate si se mantienen con vendas en sus ojos queriendo enfocarse en quienes no queremos, ni mucho menos necesitamos ocultarnos de la verdad. No soy un santo, tampoco un devoto, mucho menos alguien que se debe amar, pero aun así después de saber eso aun lo hacen... Soy a quien se venera, se persigue, odian y quieren derrocar; muchos me conocen como Israel, otros como «El diablo», hasta como Nikolai... Aunque lo que no saben que soy todos, cruel, malo, y sin escrúpulos, alguien que no piensa en las heridas que causa, tampoco en a quien destruye, solo uso, me satisfago, tomo y me hago dueño de todo lo que me parezca. Apago el cigarrillo, ansiando darme el placer de comerme una buena hembra y conozco el lugar perfecto para ello... «««««•»»»»» Me bajo del auto, sintiendo como mi camisa se adhiere con potencia a mis fuertes músculos, mientras me llevo una muy buena cantidad de miradas lujuriosas que me sacan una sonrisa. Llamo la atención a donde quiera que voy, lo sé y me encanta que sea así, mas cuando me divierto robándome suspiros de mujeres e incluso hombres que sueñan con una noche conmigo, follando y gritando mi nombre entre latigazos, gemidos, jadeos y mucho sudor. Activo las alarmas de mi auto, despeinando mis cabellos obscuros como la noche, a la vez que no demoro mucho en aquella calle, deslizando mi tarjeta por la ranura adentrándome en la estancia donde el repentino bajo de la música retumba en mis oídos. El Ambrosia es uno de los mejores bares en Londres, lugar que no dudo en visitar cada vez que vengo a pasar al menos unos días con mi molesto hermana; sin embargo, desde que llegue hace un mes lo único que he hecho ha sido entrenar con el maldito amigo de mis padres, preparándome para sus planes como la jodida marioneta que se creen que soy, pero que muchos saben bien nadie puede utilizar.Elevo la mirada en la abarrotada estancia, percibiendo como la fuerte música se apodera de mis sentidos con esa fuerte y agotadora sensación de plenitud, acercándome a paso lento hacia la extensa barra llena de parejas morreandose, cruzando miradas con una muy buena cantidad de chicas que me sonríen con malicia, mordiendo su labio inferior en el proceso. Me detengo al lado de una extraña pelinegra que bebe como si no hubiera un mañana, maldiciendo más de una vez con un tono de voz que me embriaga casi con la misma fuerza con la que lo hace su delicioso perfume de fresa. Relamo mis labios, descubriendo en el borroso reflejo de la barra con luces intermitentes el hermoso y perfecto rostro de la desconocida, ocasionando que con solo delinear cada detalle que la compone mis ganas se activen; extiendo mi mano queriendo tocarla... —¡Hola guapetón! —la voz picosa de una extraña desconocida me saca del paso, impulsándome a voltear dudoso para encontrar a una pelirroja de labios voluminosos y curvas excesivas, pero con rasgos alemanes que me fuerzan a sonreír. —Hola hermosa —murmuro aun con las ansias de ver a la pelinegra que al voltearme nuevamente ha desaparecido como el polvo. —¿Se te perdió algo? —inquiere la desconocida, mientras mis esperanzas de conocer a la chica de ojos verdes cautivadores se van aplacando. Muevo mi cabeza, queriendo apartar pensamientos estupidos para después sonreír con picardía y malicia. —Nada que tu no me puedas dar —murmuro con el objetivo de disfrutar tanto como sea posible mi última noche en Londres. «««««•»»»»» Le doy una extensa calada a mi cigarrillo disfrutando la agradable sensación que me ofrece la nicotina, fortaleciendo el libido junto al líquido escocés que quema mi garganta con una sensación de esas que me fuerza a cerrar los ojos admirándola a través del reflejo que muestra el cristal de la cúpula de la oficina principal del Lux. Las luces parpadeantes de diferentes colores, las mujeres exóticas moviendo sus curvas avivan mis más perversos deseos, pero nadie como esa pelinegra que no dejo de admirar porque es como si sus cuevas me llamaran por si solas, además de esa actitud de niña que desemboca al lanzarle una mirada de "lárgate ya" a un completo desconocido que recibe unas cuantas bofetadas del moreno que se toma el poder de ayudarla a salir por las puertas, esquivando cuerpos sudorosos. Desvío mi atención centrándome en la mujer que tengo delante, apreciando la sensualidad que ocultan sus curvas y fascinándome porque solo tengo unas horas para aprovechar esta oportunidad. Estar en estos tipos de ambientes tan calientes y fogosos son una explosión masiva de deseo, placer que estremece mi médula ósea impulsándome a gruñir furioso por la frustración. La música vibrante se mezcla con mis potentes gruñidos intensificando libido que se apodera de mi columna con una fuerte corriente electrica; empeorando todo con la mujer que permanece agarrando mi erección, mientras su larga lengua con la perla que la adorna en la punta me propina unos buenos lametazos que me fuerzan a cerrar los ojos, pero no lo hago queriendo disfrutar el jodido espectáculo que activa las venas de mi enorme polla. Ella disfruta el que la llene con mi rudeza y ereccion, gime queriendo tocarse, pero no sé lo permito colocándole unas esposas en sus manos hacia atrás... Por más que me frustre el hecho no dudo en colocarle un vibrador en su excitado c******s; fortaleciendo el temblor de sus piernas que me saca una maliciosa sonrisa. Jadea pidiendo más como la sinverguenza que es; sonriendo mientras sus dientes le propinan suaves mordidas a mi grande, lo puta le se le sale por los poros. Deslizo mi mano con un vibrador entre manos, colocando la potencia máxima y estimulando su c******s en segundos, mientras los de su boca devoran, ansían y degustan mi polla como si de un caramelo de fresa se tratase; sus labios no tardan en propinarme el placer que necesito. Sus húmedos labios están ocultos tras una colaless roja tejida que se adhiere muy bien a cada una de sus curvas exuberantes, mientras puedo apreciar su pomposo trasero ponerme mucho más caliente, son, una excelente distracción por un buen momento; al menos aliviándome el estrés. Quiere tocarme, alzar su mirada, pero sabe muy bien que hay partes que no debe sobrepasar, reglas que no debe romper, a la vez que mantiene el antifaz cubriendo su rostros, trayéndome imágenes de una mujer que su rostro ni siquiera he visto. Un deseo perverso desenfrenado que me impulsa a introducir mis dedos en sus hebras cobrizas, apretando el puño con una fuerte presión que la hace gemir con mi m*****o erecto dentro de su boca. Gruño cerrando los ojos con fuerza, contrayéndome en el proceso, la calidez que sus labios me propinan con su perla fría y húmeda me acercan mucho más a un éxtasis que no puedo, ni quiero apartar cuando falta tan poco; complaciente con la sensualidad desprendiéndose por cada uno de sus poros delineando leves mordidas en la punta con sus dientes perfectos, peligrosa como una hiedra venenosa, una demonio que sabe exactamente cómo hacer realidad cada uno de tus más oscuros y siniestros deseos. Mi frente suda, porque de pronto el ambiente se torna pesado y todo tiembla, como si un terremoto constante se apropiara de todo; liberando mis ganas en segundos, ocasionando que solo eso baste para hacer sonar mi teléfono con el nombre de la persona que menos quiero ver o escuchar ahora. —Es hora de que te impongas como el hijo de alguien importante que eres —demanda siendo la mujer autoritaria que es, portando más cojones que los hombres que la respaldan siempre. Trago, despeinando mis cabellos negros como la noche, para después ponerme de pie guardando mi ereccion en mis pantalones con la rabia carcomiendo mis entrañas.
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