CAPÍTULO DIECIOCHO
A sus 87 años, la voz del profesor Auguste de Villepin podía ser más grave y un poco más débil de lo que había sido antes, pero no era menos aguda.
—¿Cuántas veces le he dicho que no voy a votar? No me importa de qué partido sea. Todos los políticos de Francia son unos ladrones y unos mentirosos. Los mandaría a la guillotina a todos si tuviera la oportunidad.
Remi sonrió—. Hola, profesor de Villepin.
Su antiguo asesor reconoció su voz al instante.
—¡Remi! Qué bueno saber de ti. El departamento está mucho más feo desde que te fuiste. La generación más joven de chicas no se arregla bien. Demasiado agrias. Hay que ser sutil para atrapar a un hombre. ¿Has entrado en razón y has vuelto a París?
—No, todavía estoy en Estados Unidos.
—Sigues echando perlas a los cerdos,
