—¿Por qué hiciste eso?— Seonaid me enfrentó desde el otro lado de nuestra gran recámara, tenía sus manos en los labios y su rostro estaba rojo de la furia.
—¿Por qué hice qué?— Pregunté, asombrado.
—¿Por qué tuviste que hacer que llamara la atención así?
—Pensé que estarías complacida—, le dije con más aspereza de la que un caballero gentil debería. —¡Ahora que tienes la protección de Alistair Mor, puedes pasear segura por cualquier lugar del castillo o probablemente por cualquier parte de Badenoch! ¡Nadie se atrevería a meterse contigo!
—¡Eres un tonto, Fergus!— Seonaid habló en una voz sibilante y sus palabras me cortaban con tanta fuerza como la espada de Lachlan. —¿No te das cuenta de que ahora estamos marcados? Nos observarán a donde sea que vayamos. ¿Como podríamos escapar?
—¿Es
