CAPÍTULO UNO

1843 Words
La luna colgaba en el cielo como un faro solitario, iluminando el camino de Cleopatra mientras vagaba sin rumbo, sumida en sus pensamientos. Cada paso era un intento de alejarse de las pesadillas que la acosaban, de los recuerdos que la atormentaban. La vida nunca le había dado tregua, y la reciente pérdida de su mejor amigo había dejado un vacío insondable en su corazón. Intentaba acostumbrarse a la ausencia, a reconstruir una rutina sin la persona que había sido su ancla durante la mayor parte de su vida. Perdida en sus pensamientos, la vibración de su teléfono móvil la sacó de su trance. Era su madre. La indecisión la invadió; no quería hablar, pero necesitaba tranquilizarla. Con los dedos temblorosos, escribió un mensaje breve—. “Estaré en casa pronto, no me esperes despierta." —y apagó el dispositivo. La vieja fábrica textil se erguía ante ella, un monumento a tiempos más felices. Las rejas oxidadas y las puertas chirriantes eran testigos mudos de las risas y secretos compartidos antes del accidente—. "Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que estuve aquí." —Pensó, un escalofrío recorriendo su espalda. No era una buena señal. El lugar estaba tal como lo recordaba: enorme, sucio y olvidado. A pesar de su insignificancia para el pueblo, los rumores de crímenes no resueltos que se susurraban entre los habitantes le conferían un aura de misterio. Cleopatra decidió recorrer los rincones familiares, aquellos que aún conservaban botellas vacías y cajas de pizza como reliquias de un pasado más inocente. Mientras contemplaba una caja de pizza, un recuerdo de su última visita flotó en su mente, y un nuevo escalofrío la alertó. No estaba sola. Una sombra oscura se cernía detrás de ella. Sin embargo, no sentía miedo, solo una curiosidad cautelosa. Se giró lentamente, preparada para enfrentar lo que fuera, incluso si eso significaba perder su teléfono. Pero al encontrarse cara a cara con la figura, sus ojos se fijaron en los suyos, unos ojos más celestes que el mar que brillaban con una intensidad inusual en la oscuridad. No era un desconocido, sino alguien cuya mirada había cruzado la suya en innumerables ocasiones. Ambos permanecieron inmóviles, el silencio entre ellos era tan denso que parecía un ente vivo. El tiempo se detuvo, y en ese instante, Cleopatra comprendió que la noche aún guardaba secretos que estaban a punto de ser revelados. — ¿Qué? —La voz de Cleopatra temblaba ligeramente, cargada de una expectación que no podía disimular. Él la observaba intensamente, como si intentara memorizar cada detalle de su rostro, incrédulo de tenerla frente a él después de tanto tiempo. — No creo que este lugar sea apropiado para una chica como tú, vagando sola a la luz de la luna. —Dijo, su tono juguetón resonando en el silencio de la fábrica abandonada, acompañado de esa sonrisa torcida que a Cleopatra siempre le había fascinado. — ¿Eso es todo lo que se te ocurre decir después de tanto tiempo? —replicó ella, su voz seca ocultando mal la emoción que burbujeaba en su interior—. Parece que los años no te han dotado de más ingenio, Aaron. —pronunció su nombre con una lentitud deliberada, una sonrisa burlona asomando en sus labios. Una risa baja salió de la garganta de Aaron. Se inclinó más cerca de ella, acortando el espacio entre ellos. Su mirada recorrió su rostro, tomando cada detalle y almacenándolos en su memoria como si fueran tesoros—. Puede que el ingenio no haya cambiado, pero otros aspectos sí lo han hecho. —Dijo él, con su voz baja y llena de insinuaciones, típico de Aaron. Sus ojos se oscurecieron con intención mientras su sonrisa se ampliaba. Su mano se alzó para acariciar suavemente su mejilla, provocando una oleada de electricidad en su estómago. Pero Cleopatra se mantuvo firme, negándose a ceder tan fácil, quitándole la mano. — ¿Y cuáles podrían ser esos "aspectos"? —Cuestionó, cruzando los brazos sobre su pecho y elevando una ceja burlona. — Oh, no me hagas hablar de ello aquí. —Respondió él, su sonrisa se volvió traviesa. Su mirada pasaba de sus ojos a sus labios y viceversa, como si estuviera decidiéndose en qué mirar—. Hay otros lugares mejores para eso. —Añadió, su tono bajando para ser un susurro. — Sigues siendo el mismo idiota, Aaron. —Dice ella, finalmente, con una sonrisa sarcástica. — ¿Qué haces aquí, Cleopatra? —preguntó él, ignorando su sarcasmo. — Curioso, estaba a punto de hacerte la misma pregunta. —Respondió ella. — Supongo que la vida da giros inesperados. Esta mañana estaba en el campo de fútbol americano, y ahora me encuentro aquí, en esta fábrica olvidada. —dijo Aaron, su mirada perdida en algún recuerdo lejano—. Pero tú, ¿qué haces aquí? No es típico verte por este lugar. — Digamos que necesitaba un respiro de todo y terminé en este lugar de memorias polvorientas. Desde... lo que pasó, mi vida social se ha desvanecido —confesó Cleopatra, su tono de voz bajando a un murmullo—. Y no creo que a mi madre le haga gracia saber que he estado aquí contigo, especialmente a estas horas. —chasqueó la lengua, provocando que Aaron rodara los ojos—. Siempre es un placer, Aaron, pero ya es tarde. —dijo, fingiendo mirar un reloj inexistente en su muñeca— Debo irme. Se dio la vuelta y comenzó a alejarse con pasos apresurados, pero la voz de Aaron la detuvo. — ¡Espera! —exclamó él, corriendo tras ella. — ¿Qué quieres ahora? —preguntó Cleopatra sin detenerse, los pasos de Aaron resonando cada vez más cerca—. ¡Deja de seguirme! —demandó, girándose bruscamente, solo para encontrarse con Aaron chocando contra ella. Él perdió el equilibrio y cayó contra Cleopatra, empujándola con él hasta que chocaron contra una de las paredes de la vieja fábrica. Aterrizaron en un revoltijo de escombros, con Aaron encima de ella. Un silencio llenó el aire mientras estaban enredados en esa posición. Aaron se levantó, con cuidado de no presionarla demasiado, pero al ver su rostro, no pudo evitar sonreír con satisfacción y regodearse. La proximidad era peligrosa, la tensión entre ellos palpable, pero Cleopatra no estaba de humor para sus juegos. — Escúchame, por favor. He estado tratando de contactarte durante días, pero ignoras mis llamadas la mayor parte del tiempo. —Dijo Aaron, su voz cargada de urgencia. — Cinco minutos, Aaron. Eso es todo lo que tienes —respondió ella, cruzándose de brazos—. Y dame mi maldito espacio personal. —Cleopatra intentó empujarlo, pero él mantuvo su sonrisa sin apartarse de ella, manteniendo su mano en la pared de forma que ella quedara atrapada entre él y la fría piedra. Su sonrisa se volvió más traviesa mientras bajaba la cabeza para hablarle al oído. — ¿Podemos sentarnos al menos? Es importante. —Insistió él y, a regañadientes, Cleopatra asintió. Guiados por Aaron, se dirigieron a su coche, que descansaba a pocos metros de la fábrica. Una vez dentro, con Cleopatra en el asiento del copiloto, Aaron rompió el silencio. Se aclaró la garganta y, con un suspiro, giró hacia ella. Su expresión era seria ahora, diferente a su usual actitud coqueto—. ¿Has estado bien? —preguntó, su voz llena de una preocupación genuina que había sido pocas veces antes. Ella rodó los ojos, bufando. — Aaron… — Bien, bien. Necesito que me escuches sin interrumpir. Esto nos concierne a ambos. —Comenzó Aaron, mientras Cleopatra se acomodaba en el asiento—. Hace unos días me encontré con Jordan. — ¿Jordan? Pensé que estaba en Alemania. —Interrumpió Cleopatra, sorprendida. — Volvió hace unas semanas. Quiere reunir al grupo de nuevo, aunque tengo mis dudas. —continuó Aaron, su mirada fija en el parabrisas. — Así que nos deja y ahora pretende que todo siga igual. —murmuró Cleopatra con desdén. — Cleopatra, por favor. —dijo Aaron, su tono serio indicando su frustración por las constantes interrupciones. — Continúa. —dijo ella, señalando que podía seguir. — ¿Recuerdas a Luciano? —preguntó Aaron, su voz bajando un tono — Claro, el hermano de Leo. —respondió ella, su curiosidad despertando. — Jordan me dijo que lo vio recientemente en el pueblo y hablaron del accidente —explicó Aaron, pausando para medir sus palabras—. Luciano ha estado investigando lo que realmente sucedió esa noche. — ¿Qué? ¿Luciano sigue aquí? Pensé que se había ido también. —dijo Cleopatra, su sorpresa evidente. — Solo está de visita, pero lo que descubrió... —Aaron se detuvo, su mirada ahora fija en Cleopatra—. Tienes que estar preparada para esto. Según Luciano, el accidente fue provocado. La policía pasó por alto ese detalle. Cleopatra se quedó inmóvil, su mente procesando la gravedad de las palabras de Aaron. La revelación era demasiado grande, demasiado oscura. ¿Habían sido engañados todo este tiempo? — ¿Es demasiado para asimilar o necesitas que aclare algo más? —preguntó Aaron, su voz llena de preocupación al ver la expresión de Cleopatra. — Es mucha información, no pensé que me dirías algo de esta magnitud. Te aseguro que hasta estaba más que segura que me ibas a contar que dejaste a alguna chica embarazada o algo de ese estilo, pero esto… te aseguro que no me esperaba. —Hace una seña con la mano englobando todo— ¿Alguien más sabe sobre esto? ¿Las chicas saben sobre esto? — Por ahora solo nosotros, luego hablaré con Eva y Hanna, pero lo principal es que tú lo sepas. ¿Prefieres cambiar de tema? ¿O quieres que te lleve a algún lado? — Sí, por favor. —Le contesta procesando muy lentamente esa información—. ¿Podrías llevarme a comer algo? Los nervios me abren el apetito, necesito una hamburguesa. A pesar de la gravedad de la situación, una sonrisa se formó en el rostro de Aaron al escuchar su pedido—. Por supuesto que sí. —Dijo él, encendiendo el coche y maniobrando para salir del pequeño estacionamiento. Una vez fuera, condujo en silencio durante varios minutos, el único sonido era la radio emitiendo música suave de fondo. Cleopatra, bajo el pretexto de ajustar el espejo retrovisor, lanzó miradas furtivas hacia Aaron, observando los cambios que el tiempo había esculpido en él. Su cabello, antes rebelde y desordenado, ahora estaba meticulosamente cortado, cayendo en mechones de un n***o azabache que capturaba los destellos de las luces de la calle. Sus brazos, claramente definidos bajo la tela de la camiseta, eran el resultado de incontables horas de entrenamiento, no una mera casualidad. En el momento en que sus ojos se posaron en él nuevamente, él la atrapó, una sonrisa traviesa jugando en sus labios mientras desviaba su mirada de vuelta a la calle. La voz de Aaron la sacó de su inspección encubierta.
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