Jardín

2067 Words
—Pues es que… — ¿Es que? —Gerado estaba ansioso por saber mi respuesta. De pronto me sentí un poco sofocado, como si el calor y la falta de aire frenaran el ritmo de mi respiración. —Si quieres hablemos allá arriba, como que ya me dio calor y además tengo que regar mis plantas. — ¿Tienes plantas en la azotea? —Sí, bueno. Es mi jardín. Era así. Mi madre tenía su propio jardín y yo tenía mis propias plantas. ¿La razón? Es que tenemos gustos diferentes. Mientras a ella le gustaban las flores, a mí me gustaban las hojas verdes y los helechos. —Bueno pues vamos a tu jardín. ¡Me da curiosidad verlo! Subimos a la azotea de mi casa, yo tenía la esperanza de desviar el tema. ¡La neta no me sentía listo para hablarle y explicarle la razón por la cual nunca he tenido una relación! Cuando abrí la puerta los ojos de Gerardo se abrieron de golpe. ¡Su expresión era lo mejor de este momento! — ¡No manches! ¿Esto es tuyo? Asentí. Me sentía orgulloso de que él se sorprendiera por algo que yo mismo había logrado construir con tanto esfuerzo. — ¡Sí! Todo esto es mío, yo mismo las cuido y así están vivas. Caminaba con lentitud admirando cada una de mis pequeñas, las hojas verdes, las flores blancas de las cunas de Moisés, flores naranjas de una enredadera de ojo de venado y una que otra mariposa. ¿Que era todo esto? Mi jardín era mi escape de la realidad, una forma de poder huir de todos los problemas. Cuando me siento triste o cansado, venir a ver las plantas me hace sentir menos estresado. ¡Y aquí es donde casi nadie suele subir! Esta fue la primera vez que le mostré más de mi mundo a Gerardo. — ¡Me tienes impresionado! Ni mi mamá que dice que tiene más plantas que nadie, tú le ganas. ¡No sabía que te gustarán mucho las plantas! Sus manos acariciaron las hojas de un geranio de color rosado con destellos moteados en color blanco. ¡No tenía muchas flores aquí arriba! —Bueno, es que nunca me preguntaste si me gustaban las plantas. Creo que esa parte de mí no la suelo involucrar cuando hablo con los demás. — ¿Por qué no? Yo creo que esto es genial, creo que hoy más que nunca necesitamos cuidar a la naturaleza. — ¿Ahora salió tu lado verde ecologista? Le lance una mirada llena de alegría y picardía. —Si. Supongo que sí. Tú sacaste a relucir ese lado mío — ¡Ajá! — ¿No me crees? Me giré, me di la espalda y caminé hacia la manguera de color verde; abrí la llave y el agua empezó a caer. — La verdad no mucho, pero bueno. Eran casi la una de la tarde y agradecí mucho haber puesto esa malla oscura para dar un poco de sombra. — ¡Ah por cierto! — ¿Qué paso? —Es que encontré una escuela donde podrías estudiar arte. Más bien es una convocatoria, pegaron un cartel publicitario en mi universidad y la maestra nos pidió divulgarlo. ¡Qué bueno que se le olvido querer saber la respuesta a su pregunta! Me sentí aliviado. ¡Era una buena noticia escucharlo! — ¿Donde? —Creo que será en una escuela de gobierno, la convocatoria se llama Quequetzalli, los talleres de pintura y escultura son… Le lance una mirada atenta, de su bolsillo saco su celular y me mostro la fotografía del cartel que daba información sobre los cursos. ¿De verdad se estaba preocupando por mí? ¡Este chico sí que sabía cómo quitar mis pies de la tierra! — ¿Y sabes dónde está esta escuela que dice aquí? —Creo que para esta zona, los talleres se darán en el kínder al que fuimos cuando éramos niños. Aun no sé del costo y la fecha de inicio. ¡Orales! Eso si no me lo esperaba. — ¡No inventes! Este súper bien. No me queda tan lejos. Asintió con una sonrisa coqueta. —Cuando leí la información luego, luego pensé en ti y por eso fui a buscarte a Cholula. ¿Tanta prisa tenía por darme la información? Me reí en mi interior, se me olvido lo de su ex y quise darle un beso en la mejilla como agradecimiento. ¡Me tuve que controlar! —Gracias por preocuparte por esto. Neta, me siento bien, yo… De pronto no sabía qué decirle. Y no es que mi corazón se estuviera derritiendo por él; sencillamente no encontraba las palabras en mi interior para poder darle las gracias. — ¡Quiero que cumplas tu sueño! Yo, desearía que las cosas fuesen diferentes en tu casa, pero lamentablemente no es así. ¡Quiero apoyarte para que puedas cumplir este sueño! *** Pasado Los lapiceros se cayeron al suelo, me agaché para poder juntarlos y entonces paso. Su zapato hizo que mis plumas se estrellaran, escuché sus risas y me dio mucho coraje al ver como se rompían mis tintas. — ¿Qué quieres? —le pregunté sin miedo. —Tú sabes lo que quiero. ¡Me gusta que seas mi chica! —dijo Demetrio. Este bravucón era mucho mayor que yo por varios años; mientras los años diez rondaban por mi alma, los quince se habían estancado en su cuerpo maléfico. ¡Demasiado mayor que todos los demás! Me puse de pie, la furia estaba en mis puños. ¡Ellos eran más que yo! — ¡Yo no soy tu chica! Es más. ¡Yo no soy una niña! Enarcó sus cejas, el profesor se había ido a una junta a la dirección ¿y qué pasaría conmigo? Mis demás compañeros estaban en sus mundos, mi mundo se caía a pedazos cada vez que me hacían daño. —Eso no es verdad. Tú sabes lo que eres y nosotros jugamos contigo. ¡Eres mi pequeña zorrita! — ¡Zorra tu madre! A mí no me vas… —y fallé. Todo de me fallo al sucumbir ante sus amenazas. Me llevaron al sanitario a toda velocidad, Demetrio me acorraló en un cubículo y me azoto contra el muro. Sus manos subieron hasta mi cuello, el dolor recorrió toda mi espalda y me apretó las mejillas. — ¡Hazme una chaqueta! —ordenó él. — ¡Yo no...! Me dio un golpe en la cara. ¡Me ardió bien feo toda la mejilla! Sentí el llanto aproximarse a mi rostro. — ¡Eres mi zorra! ¡Tú eres mi perra! No lo olvides. Y por favor no chilles, no quiero que los demás se den cuenta de lo qué pasó. ¡Aunque todo esto es tú culpa! Nadie te manda de andar de loca con esa carita tan bonita —Demetrio yo, ¡por favor! Déjame ir. ¡No les diré a mis padres! Te lo prometo, solo déjame ir. — ¡Te irás después de mi chaqueta! Se desabrocho el pantalón, y comenzó a bajarse todo. La famosa chaqueta era lo más repugnante que a mi alma podía ocurrirle. ¡Fui el placer que consumía las ganas de un bravucón como Demetrio! Una vez que todo terminaba, él se iba. Me dejaba a solas en el sanitario y las lágrimas no paraban de salir. Mis otros compañeros no sabían mucho de lo que este bastardo me hacía y yo siempre me sentía demasiado sucio como para poder decirles. ¡Me obligue a guardar silencio para que nadie intentara preocuparse por mí! Siempre solía volver al salón de clases con una estúpida sonrisa en el rostro. ¡No quería que los demás se burlaran más de mí! *** Jair: ¿Cómo estás Ángel? Sé que me dijiste que no sea muy ansioso, pero en verdad estoy muy emocionado con saber que ya mañana nos veremos. ¿Qué te gustaría cenar? Con los pies desnudos y las cobijas cubriendo mi cuerpo, se me hizo un nudo en el corazón. Al menos durante todo el día de hoy no fui capaz de recordar a Jair, ¿y que sentirá el por mí? ¡Este hombre es intenso y muy impredecible! Bueno no tanto así, pero como dijo él quizá sea así conmigo porque como bien dijo recién llego a la ciudad y no conoce a nadie>>. ¡No fue su culpa contratarme para salir una noche! Ángel: ¡Hola Jair! Todo bien, gracias. ¡Espero que tú te encuentres bien! Pues mira, la neta no tengo problema en cenar lo que tú quieras. ¡Yo como de todo! Jair: ¡Ah bueno! Entonces pensaré en qué invitarte. ¿Qué haces? Esta vez estábamos hablando por w******p. Cumplió con su palabra de que eliminaría la app de citas escort. Ángel: Pues no tiene mucho que me acosté y escucho música. ¿Tú que andas haciendo? Jair: ¿No tienes frío? Yo sí. También apenas me acosté y la neta ando viendo videos en t****k. Solo que me acorde de ti y por eso te escribí. ¿Se acordó de mí? ¡Pero que gentil de su parte! Me acorde de sus labios sobre mi mejilla. Un beso inocente y otro sabor a vainilla. ¡Me ruborice un poco! ¿Este hombre realmente era diferente a lo que yo solía estar acostumbrado? Algo que aún no había podido aclarar, era la cuestión acerca de mi nombre. Jair creía que yo me llamaba Ángel y de pronto comenzaba a sentirme un poco mal por estar mintiendo. ¡Se supone que los amigos no se hablan con mentiras! Ángel: ¡Gracias por acordarte de mí canijo! Deberías taparte bien para que no tiembles tanto de frío. Yo estoy súper arropado con las cobijas. Jair: ¡Ojalá me pudieras prestar tus cobijas! ¿Qué música escuchas? Abrí mi aplicación de Spotify y le tome captura a la canción en reproducción. Por los audífonos estaba sonando Magic de Coldplay. *** Niños pequeños en cuerpos gigantes… Me está envolviendo en locura el tiempo que aún me queda. Mis nervios me aplastan cada vez que pienso en ti y tu indiferencia es algo que yo detesto. ¡Esto no era un juego de niños! Estábamos en la vida real y el sentimiento frágil de estar muy en la perdición por ti, me hacía sentir muchas cosas. Cuando salgo a caminar o aun cuando viajo en el transporte público, siento que la gente me mira más de lo normal. Se fijan en mi cuerpo, en mi cintura, mi trasero y lo de enfrente. ¡Quisiera volver a la infancia! Regresar el tiempo y no sentir preocupación por la vida real. — ¡Hola! Tu aspecto me gusta. ¡Yo no soy muy agradable! Tus manos se aprovecharon de la situación y el calor de mi cuerpo hizo que tu cuerpo sintiera poder. Me negué. No era tiempo. Estábamos a escondidas, besándonos, invadiendo la intimidad humana. — ¿Quieres que me quedé contigo? —tu pregunta me hizo pensar. Me abrazaste. No dejaste que en ese momento me derrumbara por las cosas sucias que los demás me hacían. ¡No sé cómo de mi vida te pudiste marchar lejos de aquí! Los chicos mayores se acercaban a mí. Me invadían, me tocaban y sacudían su cuerpo muy cerca de mí ser. Sentía feo y me dolía el tocar las manos de aquellos chicos. ¡Parecía que podía dar placer con mi cuerpo! Aun así mi alma se había acostumbrado a quedarse en silencio y fingir que nada malo pasaba, pero algo más paso también. Aquel silencio me hizo cruel de alguna forma. —Quédate conmigo aunque sea un ratito. Tu rostro estaba cerca de mí. Tus manos me sujetaban con cuidado y el color de tu boca se impregnó en mi mejilla justo en ese momento donde solo no te importó dejarme a solas. ¡No fuiste como los demás, fuiste aquella caricia inocente que aún me hace sonrojar! Tus manos se entrelazaron con las mías, no dejaste que me derrumbara entre llanto y soledad. Hundiste tu cabello en mi cuello, tu respiración me hizo temblar y tu mirada me tranquilizó. — ¡Bésame! En el salón de clases, mientras estábamos a solas, me demostraste que la inocencia que nos pertenecía quería jugar a ser de adultos.
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