El pay

2101 Words
Al despertar lo único en lo que puedo pensar es lo que paso anoche. Mi mente me hizo acariciar mi mejilla y apreté el moretón que David me había provocado. ¡Estúpida gente cochina! La única ventaja de todo lo que ayer me sucedió fue que pude volver a verlo después de algunos años. ¡No puedo evitar suspirar! El pensamiento de sus dedos acariciando el mismo moretón que yo en este este momento, me estremecí por debajo de las sabanas. ¡Gerardo me había tocado! — ¡Hijo! ¡Ya es hora de levantarse! —la voz de mi madre al otro lado de la puerta me hizo regresar a la normalidad. Eran las siete de la mañana y se me había hecho tarde ya. — ¡Ya voy! Me levante de golpe, tendí la cama rápidamente y me vestí para salir a trabajar. ¿Más trabajo? ¡Pues si! No me quedaba de otra. Fui al sanitario, hice pipi, cepille mis dientes y lave mi cara. ¡Ese moretón era demasiado hermoso! Salí de mi habitación, baje las escaleras y en la cocina estaba mi familia. — ¡Buenos días! —Se te pegaron las cobijas —me dijo Estefan. — ¡Ay! Déjame ser, la neta es que si andaba muy cansado y hoy dormí bien rico. Me acaricie la mejilla otra vez y eso fue lo peor que pude haber hecho. — ¡¿Que te paso en la cara?! ¿Qué estuviste haciendo para que te saliera un moretón en el cachete? ¡Ay chamaco, deberás contigo! Mi mamá me estaba reprendiendo y lo único que hice fue encogerme de hombros. No le podía decir la verdad de este moretón. ¡No quería que se infartara! — ¡Ay ma! Tranquila, es que anoche me caí de la cama. Emilio me lanzo una mirada inquisitiva. — ¿Pues no que habías dormido rico? — Pues si la neta, solo que sin querer me moví y me caí. ¡Ya saben que yo duermo bien raro! Mi mamá rodo los ojos. Ella parecía estar muy apurada con todo. —Pues bueno, ¿vas a desayunar algo o te vas con la panza de farol? —Mmmmm. Pues ya es tarde como para andar desayunando, solo me tomare el licuado y regreso a desayunar después de la venta. —Bueno, como tú quieras. Ya estas grande de todos modos. ¡Haz lo que quieras! Sonreí, mis hermanos ya estaban saliendo de la casa con sus cajas de venta. —Vale, entonces te veo más tarde ma. Ella asintió, le di un beso tierno en la mejilla. — ¡Cuídate mucho! —Si. Tú también. ¿Cómo esta papá? —Aún está durmiendo. —Sí, déjalo que descanse bien. ¿Todavía tiene medicina? —Solo le quedan dos pastillas. La de hoy y la de mañana. —Bueno, a ver si puedo pasar a la farmacia y le compro más pastillas. — ¿Y el dinero? Aun no hacemos las cuentas de la venta de esta semana. Sonreí, quise trasmitirle tranquilidad a mi madre. —No te preocupes por eso, yo veo como as consigo. Mis hermanos ya se habían adelantado demasiado, me puse mi caja entre los brazos, una cintra de tela me ayudaba a cargarla con el cuello; me acomode el cubre bocas, los lentes y termine poniéndome un sombrero de color n***o, era de gamuza y le pertenecía a mi padre. De lunes a sábado mis hermanos y yo solíamos salir todas las mañanas a vender pays de queso con diferentes sabores y a veces también llevábamos flanes. Nos íbamos caminando desde la casa hasta el zócalo y la pirámide de Cholula. Regularmente nos íbamos a las siete de la mañana y solíamos regresar al medio día. Hoy eran casi las doce de la tarde y yo aún tenía un pay en mi caja. A mi alrededor había mucha gente, turistas y personas que caminaban por el parque. Me dolían los pies y por unos segundos me senté en una de las bancas que quedaban justo al frente del quiosco. Saque mi celular y revise algunas notificaciones. Tenía algunos mensajes en la aplicación. Romántico Empedernido: ¡Hola! Espero que estés bien. ¿Está disponible esta noche? Quisiera contratarte para pasar un buen rato. Revise su perfil de usuario. Tenía dos fotografías, una en la playa y la otra frente a un espejo. Tenía veinticinco años y parecía ser un buen tipo. Ángel 18: ¿A qué hora seria? Romántico Empedernido: ¿Te parece a las siete de la noche? Ángel 18: ¿En dónde nos veríamos? Romántico Empedernido: La neta no sé, recién llegue a la ciudad y no conozco algún lugar. ¿Tú conoces algún lugar donde pudiéramos platicar? Ángel 18: Si, conozco un bar, te envió la ubicación en unos segundos. Ángel 18 a compartido una ubicación. Romántico Empedernido: Me aparece cerca de donde vivo, como a 15 minutos de distancia. ¡Me gusta el lugar! Ángel 18: ¿Entonces nos vemos allí? Romántico Empedernido: Si. ¿De cuánto es la tarifa? Ángel 18: Como solo buscas compañía, serian $150 por cada hora de mi tiempo, si deseas algo más puedes consultar los precios en mi perfil. Romántico Empedernido: ¡Vale! Sin problema, te transfiero el dinero en un rato. Mis pies se sentían mucho más relajados sabiendo que hoy tendría un cliente Deje escapar un suspiro y fui a comprobar mis ingresos de esta semana. Tenía $9,000.00 los cuales me servirían para comprar cosas para la casa y los tratamientos médicos de mi padre. ¿Y la universidad? Ahora mismo no podía permitirme tal oportunidad, todo mi trabajo y esfuerzo eran para poder sacar adelante a mi familia. Apague la pantalla de mi celular y escuche su voz. Lo más genial es que me estaba hablando a mí. —Disculpa, ¿aun tienes pays? Alce la vista rápidamente y las lagunas esmeralda estaban justo frente a mí. Yo sentado y él de pie. ¡Me quede pasmado! Como si por unos segundos me hubiese perdido imaginando cosas. Gerardo me miraba con mucha atención, como si me examinara. — ¡Umm! Si ya solo me queda uno. Sus pupilas seguían mirándome con mucho detenimiento, quizá era el cubre bocas que no le permitía reconocerme. — ¿De a cómo? —De a quince pesitos. Alce mis cejas en gesto cordial y me puse de pie. Su estatura era un poco considerable, él era más alto que yo y no fue un reto para mí reconocerlo a pesar de que esta vez sí llevaba mascarilla. Saco un billete de veinte pesos. —Está bien. Dámelo. Sonreí como bobo, él ni siquiera podría saber que mi sonrisa le pertenecía. Justo cuando le di el pay, nuestras manos se rozaron por algunos segundos y mi corazón se estremeció de placer. Intercambiamos, busque cambio en mi bolsillo de dinero y saque una moneda de cinco pesos, su palma derecha estaba extendida y no dude en ponerle la moneda justo en medio. — ¡Gracias por tu compra! Espero que te vaya... — ¿Tú eres Jamie Juárez? ¿El Jamie que vive en Acatepec? ¡Rayos! Tanta examinación para que al final si pudiera recordarme. Trague un poco de saliva, me arme de valor para mirarle directamente a los ojos y volví a sonreír detrás de mi mascarilla. ¿Me reconoció por los anteojos? ¡Esta miopía que no me dejaba ocultarme en el día! — Sí, soy yo. ¿Tú...? — ¿Te acuerdas de mí? ¡Hasta la pregunta me ofendió! Era obvio que lo recordaba a perfección y cada vez que pensaba en él mis suspiros eran demasiado intensos. — ¡Tú eres Gerardo! Sus cejas se movieron de forma alegre. Asintió. —Pensé que no te acordarías de mí. La neta es que te había visto desde hace rato cuando pasaste por los campos deportivos de San Andrés. No fue tan difícil reconocerte. — ¿A no? ¿Cómo me reconociste? —Tus anteojos y la voz. No ha cambiado mucho y eso me alegra. ¿Le alegraba verme como antes? ¿Y qué paso el día de ayer? ¿Estaría consiente de que yo fui el chico al que defendió de un abuso? ¡Que dilema con mi identidad! —Ah pues tú tampoco cambiaste mucho, solo creciste un poco más y te noto más fuerte que antes. Supongo que ahora vas al gimnasio, como ahora se ha puesto muy de moda ser una persona fit. —Si bueno, tú sabes que siempre me ha gustado estar en buena condición física. Una vez en la primaria se quitó la playera y me sorprendió mucho ver que a esa edad, a los once años ya tenía un abdomen marcado. — ¿Y hace cuanto que regresaste de Estados Unidos? Pensé que... —No hace mucho. Le pedí a mi madre que me dejara volver y ahora empecé a estudiar la universidad. ¿Tú en cual estas estudiado? Sonreí de forma tonta. —Yo no estoy estudiando la universidad. Sus cejas se enarcaron por completo y no lo culpo; yo también me sorprendo por la situación que me está tocando vivir. — ¡¿Que?! ¿Estás hablando en serio? —Sí, yo... — Pero tú eras el mejor de la clase, yo no puedo creer. ¿No te aceptaron en ninguna? ¿Qué se supone que debes responderle a tu crush de toda la vida cuando su preocupaciones tan grande por querer que tu cumplas con tus sueños? ¡Por que sí! Gerardo conocía cuales eran y son mis ambiciones. —Me aceptaron en la Ibero con una beca. Recordar aquellos momentos de dolor y estrés me hizo querer llorar. Tenía mucho tiempo que no lloraba y justamente ahora Gerardo estaba inconscientemente hurgando en mi dolor. — ¿Y qué paso entonces? Me mordí los labios, apreté mi corazón y me obligue a ser fuerte. —Mi papá enfermo muy gravemente, la neta es que casi se nos muere y tuve que usar todo el dinero de mi inscripción para poder pagar sus gastos médicos. Y bueno él aún no se cura y sigue tomado tratamientos; ya te imaginaras porque ando vendiendo pays. ¡Decirle la verdad me hizo sentir un poco mejor! Como si le estuviera compartiendo algo que no había podido sacar por más de ochos meses. Note un poco de sorpresa y confusión en su rostro, sus lagunas esmeralda parecían brillar de compasión. ¡Qué bonita la capacidad de poder expresar sentimientos con la mirada! —Jamie yo, no sabía. ¡Lo siento mucho! Si tan solo... — ¡Tranquilo! No pasa nada, yo estoy bien y pues ya sabes aquí andamos luchando como siempre y trato de ser de lo más optimista. Espero algún día poder cumplir con mis sueño. Su celular empezó a vibrar en tono de llamada. Era el modelo más reciente del IPhone. —Déjame contestar, espérame tantito. —Sí, está bien. Él se llevó el celular al oído derecho y empezó a hablar. Ya casi era la una de la tarde y si me sentía muy cansado, era la hora de regresar a casa. Gerardo vestía unos pantalones de mezclilla negros desgastados, calzaba unos converse color café y llevaba una playera de color blanco. Se veía totalmente diferente al día de ayer, como más holgad y casual. ¡Una coincidencia habérmelo encontrado al día siguiente de habernos visto en aquel club! — ¿Vas de regreso a tu casa? —su pregunta me hizo emocionar. —Si ya termine, solo que tengo pasar a la farmacia por la medicina de mi papá. —Pues si quieres te llevo a la farmacia y luego te paso a dejar a tu casa. ¡Muchos suspiros emocionales que ocasionaba este hombre en mí! En el pasado siempre había cuidado de mí y ahora, ¿volvería a intentar querer cuidarme? Quise quitarme esos pensamientos, pero como un impulso incontrolable sonreí a todas esas posibilidades que en mi mente yo había estado fabricando por muchos años. —Bueno está bien, gracias por tu ayuda. — ¡Ya sabes! Qué bueno que nos volvimos a encontrar, la neta si me da gusto verte. ¡Le daba gusto verme! Que ñoñito me estaba sintiendo. —Lo mismo digo. Empezamos a caminar en dirección al hostal del zócalo de San Pedro en busca de su auto. —Oye te iba a preguntar. ¿Qué te paso en la mejilla? Tienes un moretón. ¡Joder! Tal vez si me había reconocido desde la noche anterior.
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