Cemitas

1430 Words
— ¡Gracias por el aventón! Sus ojos seguían observándome con curiosidad y los nervios crecían en mi interior a causa del miedo que sentía. ¡No quería que él descubriera que yo soy un escort! Más que nada porque eso sería muy brusco. —No es nada, la neta es que me dio gusto volverte a ver. Tenía años que te deje de mirar y ahora eres todo un chico de los pays. Sonreí detrás de mi mascarilla. Gerardo estaba siendo muy amable. —Lo mismo digo. Yo soy el chico de los pays y tú eres el chico del gym. ¡Me ha dado gusto poder verte otra vez! Salúdame a tu mamá. Me estaba despidiendo de Gerardo, el motor de su auto estaba encendido y de pronto sin pleno aviso la puerta de mi casa se abrió de golpe. ¡No podía ser cierto! — ¡Qué bueno que ya llegaste! Pensé que te había pasado algo, tus hermanos llegaron desde hace dos horas. ¿Tienes hambre? —De pronto se dio cuenta de que Gerardo estaba conmigo y no le fue complicado reconocerlo—. ¡Hola mijo! ¿Cómo has estado? Tanto tiempo sin verte. Te has puesto más guapo que cuando ibas a la primaria. Ella se había acercado a la puerta del copiloto, yo aún no bajaba del vehículo y la sonrisa de mi madre era lo mejor del mundo; aun así en este momento se sentía como algo incómodo. ¡Maldito Gerardo! Es que se había quitado la mascarilla por que según él, no le gustaba conducir con la respiración protegida. ¡Hazme el ventoso favor! —Hola señora, me da gusto saludarle. ¡Vine a dejar a Jamie! Me lo encontré en el zócalo después de mucho tiempo y pues nos pusimos a platicar de muchas cosas, por eso apenas venimos llegando. Bueno, al menos así mamá no se molestaría conmigo. Pasaría por alto mi tardanza. — ¡Qué bueno que se encontraron! Yo sé que ustedes eran muy buenos amigos en la primaria. Asentí de forma inconsciente. —Gerardo me acompañó a la farmacia, también por eso estoy llegando a esta hora. Mamá pareció sorprenderse. — ¿De verdad ayudaste a mi Jamie? —Si. Pues le dije que sin problema podía llevarlo a la farmacia. — ¡Pues muchas gracias mijo! —No fue nada. —Oye Gerardo. — ¿Si? — ¿Te vacunaste contra el covid? — ¡Por supuesto, ya me puse mis dos dosis! Mamá sonrió por completo. —A bueno. Siendo así me siento más tranquila, ¿quieres quedarte a comer con nosotros? Prepare cemitas de milanesa y de carne enchilada para la comida. ¡Ay no! Esto no me podía estar pasando justo ahora. Me encontraba acorralado entre dos miradas y una conversación en la que yo solo era un adorno. Mi madre estaba siendo demasiado atrevida y Gerardo solo asentía. Era como si ambos trataran de maquinar contra mí. Pero bueno yo tampoco podía dejar que mamá se quedara como la villana de este momento. Mis padres tenían un gesto sumamente bonito con las personas cercanas a nosotros, siempre solían ser hospitalarios. —Muchas gracias doña. No se preocupe, no quiero causar molestias. Mamá hizo una mueca chistosa. — Pues la verdad no me preocupo, pero esto si tenlo muy presente. ¡Tú jamás serias una molestia para nosotros! Los amigos de mi Jamie siempre son bienvenidos aquí. ¡Así que no lo pienses más, los espero adentro chicos! Iré a servir el agua. Ella se dio la media vuelta y entro a toda velocidad a mi casa. ¡Ay mi madre querida! ¿Amigos? ¿Neta lo dijo así? Fue como si mi propia sangre lanzara un cuchillo a mi corazón; pero pues es lógico. Ella no tiene la culpa de no conocer lo que yo sentía por Gerardo desde la primaria. Deje escapar un suspiro. Lentamente me gire a mirarle y sin querer atrape como sus ojos esmeralda me observaban con detenimiento. El efecto que su cercanía causaba en mi era demasiado intenso y mi corazón literalmente todo el tiempo se acordaba de los momentos que vivimos en el pasado. ¿Qué fuimos en el pasado? — ¿Tengo algo en el rostro? —Le pregunte de forma directa. —No, es solo que me preocupa cómo es que te hiciste ese moretón. Me aterrorice un poco, seguro mi cubre bocas se había bajado un poco. — ¡Ah! Pues veras, me caí de la cama mientras dormía. — ¿Puedo tocarlo? Realmente su pregunta me hizo dudar y su petición fue muy inesperada. ¿Tocarme? ¿Hurgar en mi hematoma? ¿Aún recordaba mi gusto por el dolor? Ni siquiera tuve que abrir la boca para confirmarle que si podía. Ligeramente sus manos subieron hasta mi rostro, sus dedos se acercaron a mis oídos y me quito por completo la mascarilla. Yo como tonto mirándole directamente a los ojos y sintiéndome en la gloria por lo que este chico estaba haciéndome. ¡Sin querer le dedique un suspiro suave! Ahora su mano derecha, el pulgar se acercó a mi piel y en un acto tan suave apretó mi dolor. — ¿Te duele? —Un poco. Pero me gusta. — ¡Lo sé! Recuerdo muy bien un día en la primaria cuando te lastimaron los canijos chamacos, te estaba saliendo sangre de la rodilla y quise consolarte. ¡Me dijiste que te gustaba cuando te hacían daño! Que la sensación de dolor te hacia estar bien. ¡Fue así! Yo ni siquiera recordaba aquella vez, pero a él ese detalle no se le había escapado después de tantos años. ¿Y era cierto? Pues sí. La neta si. Por alguna extraña razón me gustaba esa sensación dolorosa; era un hábito mío, solía hurgar en mis heridas y cuando sangraba, creía que todo iba a mejorar algún día. ¡Estoy algo loco, no te espantes! —Aun te acuerdas. — ¡Si! Hay muchas cosas que recuerdo de ti. No podía estar hablando enserio, ¿o si? Su tacto tan necesario no se alejaba de mi rostro. La preocupación comenzó a ceder y la idea de que Gerardo pudiera reconocerme no me importó en ese instante. — ¿Qué recuerdas de mí? Sus labios se pintaron con una sonrisa muy bonita. Su pulgar se deslizo con rapidez por mi mejilla y se detuvo cerca de la comisura de mis labios. — ¡Eso te lo tendré que contar más tarde! —Acerco su rostro al mío, sus ojos demasiado pegados a mi mejilla. ¿Qué planeaba?— Siempre me han gustado tus labios, ese hoyuelo que se forma justo aquí en tu lunar. ¿Puedes hacer que aparezca? Trague saliva, su petición y cercanía me hicieron temblar. El radio estaba encendido y sonaba una canción de Imagine Dragons. — ¿No tienes hambre? Mi mamá nos está esperando —quise cambiar de tema. Su sonrisa me perteneció. Me miraba complacido. — ¡No has cambiado nada Jamie! Gracias por dejarme ver ese hoyuelo, me gusta cómo se te ve. ¿Lo dijo enserio? —Pues que te digo. Y es que cada vez que yo hablaba o hacía algún gesto suave, el hoyuelo aparecía. ¡Pero ya no podía seguir así! Enarque ambas cejas y le lance una miradita curiosa. Subí mi mano y le tome de la muñeca, era hora de que él dejara de mirarme y torturarme de forma dulce. ¡Canijos sentimientos de enamorado! — ¡Tienes razón! Entremos a comer, si no esta vez tu mamá si se va a preocupar de verdad por nosotros. Asentí. Bajamos del vehículo. —Por cierto. ¿Qué harás esta noche? ¿Qué se supone que debía decirle? ¿Contarle sobre mis planes? ¿El nombre del club al que iría? Tenía una cita con Romántico Empedernido y yo tendría que estar en mi faceta de escort. ¿Qué pensaría de mí si le digo la verdad? En primer lugar, ¿tendría razón para explicar mi oficio nocturno? ¡El tiempo había pasado! Y yo aún no le decía la verdad sobre mi trabajo nocturno como escort a nadie de mi familia. ¡Todo era un secreto! ¿Qué pensarían de mí si les digo en lo que me he convertido? Entramos en la casa. Le respondí. — Estaré pintando en mi habitación hasta tarde. — ¿Aún pintas? —Por supuesto. ¡En eso sí que no he cambiado! Y entramos a comer. — ¿Me muestras tu arte?
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD