Cambio de Circunstancias

3805 Words
¿Qué planes tienes para el día de hoy? Obviamente lo más probable es que tengas una lista mental de todos tus planes y tienes la certeza de que todo saldrá tal cual lo planeaste. ¿Así tiene que ser? ¿Los sueños siempre se cumplen? ¿Los planes que tanto nos emocionan sucederán? Creo que la vida es más que soñar, se trata de soñar con los ojos abiertos las realidades que a veces nos negamos a querer aceptar. ¿Y qué nos negamos a aceptar? ¡Lo imprevisto! Pasado Era un domingo aparentemente como cualquier otro domingo, lo único diferente a los otros domingos es que estábamos en casa de unos amigos celebrando mi graduación de la escuela preparatoria. Después de varios años, al fin me estaba graduando de la prepa. — ¡Muchas felicidades Jamie! Nos da gusto que estés finalizando está etapa y que también estás a punto de cumplir con tus metas. ¡Te deseo lo mejor! — ¡Gracias por sus buenos deseos y por estar conmigo en esta ocasión! —Si. De verdad nos sentimos muy orgullosos por ti —la voz de mi madre me hizo sonreír. Todos estábamos sentados en el enorme comedor. Los dueños de la casa eran amigos de mis padres, ellos se encargaron de preparar una barbacoa y consomé sumamente delicioso. ¡Ya sabes! Carne, salsa verde con aguacate, sal, limón, tequila y un buen rato en compañía de personas increíbles. —Escuche que aprobaste para entrar a la universidad. ¿Qué piensas estudiar? —Arte contemporáneo. — ¿De verdad? Ese es un sueño bastante ambicioso. ¿Quieres ser un artista? —Si. Me gusta la pintura, la escultura, el dibujo y todo lo que encierra el lienzo en blanco. —Creo que es una buena carrera. Pero, ¿no has pensado en estudiar alguna otra carrera que sea realmente una buena fuente de ingresos para tu futuro? Digo, no es que el arte no sea bueno, pero no creo que una persona pueda lograr salir adelante y vivir de puros cuadros o esculturas. ¿Te gustaría arruinar tu futuro? La pregunta me hizo sentir menospreciado. —Realmente no he considerado que esta decisión arruine mi futuro porque siempre he querido ser un artista. ¿Acaso está mal mi forma de pensar? Le lancé una mirada llena de seguridad. —Pedro. ¿Qué opinas de la decisión de tu hijo? En ese momento todas las miradas se concentraron en mirar a mi padre, quién estaba sentado a la mitad de la mesa, sostenía una cuchara con caldo de consomé y sus ojos parecían estar perdidos. Después de unos segundos, no respondió. — ¡Pedro! ¿Si me escuchaste? —le repitió el sujetó. Papá se llevó la cuchara a la boca pero no era consiente de percibir que todos esperábamos escuchar su respuesta. ¿Qué pasaba con él? ¿No me apoyaba? ¿Estaba decepcionado? Solo se quedó en completo silencio, como si estuviera penando en el infinito y más allá. —Te está hablando tu amigo —le dijo mi mamá. Papá reaccionó. Parecía estar desconectado, dejo caer la cuchara al suelo. — ¿A dónde vamos a ir? Sus palabras nos hicieron dudar. Mamá se agacho para levantar la cuchara. — ¿Qué opinas de la carrera que quiere estudiar tu hijo en el universidad? No dijo nada. Su silencio comenzaba a matarme y de pronto me sentía desanimado. — ¡La señora! Si. La señora me está hablando y me pregunta que a dónde la voy a poner. ¿Pero que estaba decidiendo él? ¡Esto parecía no estar bien! Y parecía que nadie lo notaba. Yo estaba sentado desde la cabecera y escuchar a mi padre decir incoherencias me hizo sentir más que desdichado. ¡Esto no podía estar pasando en este día! — ¿De qué señora hablas? —le pregunto mi madre muy sacada de onda. —Pues de la señora. Es chaparrita y me habla, dice que donde la voy a poner. ¡Yo no sé qué hacer! ¡Ayúdame! Sin dudarlo más tiempo, me puse de pie y corrí hasta él. Me acerque a mirarlo. —Pa. ¿Te sientes bien? —le pregunté. —Si. Yo estoy bien. ¿Puedo ir a caminar? La señora quiere que vaya con ella. — ¿Pero qué señora es? ¿De quién hablas? — ¡Necesito salir! —Pedro, ¡tranquilo! — ¡Es que necesito salir! —exclamó mi padre poniéndose de pie. —No puedes salir —le dijo mi madre. ¿Qué se supone que debíamos hacer ahora? Papá se puso de pie, dejo caer otra vez su cuchara al suelo y la apariencia de su mirada estaba perdida. Rápidamente tomé a mi madre del brazo y la llevé a la cocina. Mis hermanos y amigos de mí padre se encargaron de retenerlo para que no saliera de la casa. Mamá estaba llorando. ¿Y quién no lloraría antes una situación así? Que de pronto un ser querido al que tanto quieres comienza a decir puras incoherencias y su comportamiento es desgastante. — ¿Qué le pasa a tu padre? —No lo sé. Yo… — ¿Qué hacemos ahora? Los segundos no se detienen, las manecillas del reloj siguen avanzando y el tiempo jamás iba a tener compasión de nuestra angustia. — ¿Tienes el número del médico? —Si. —Dame tu celular. El ruido producido por las incoherencias de mi padre hacía que mi corazón doliera. Me obligue a ser fuerte y mantener todas mis emociones a control. — ¡Buenas tardes! ¿En qué puedo ayudarle? — ¡Buenas tardes doctor! Tengo una emergencia. — ¿Qué pasó? —Mi papá está diciendo incoherencias, tiene el sentido perdido y parece no reconocer a nadie. No me respondió enseguida y eso me preocupo. — ¿Algún otro síntoma? —Que yo recuerde por hoy no. Solo que, en días anteriores tuvo fiebre, cansancio, perdió el apetito y está muy delgado. — ¿Qué más? ¿Él les decía como se sentía? ¿Qué había pasado en días anteriores? Pensé rápidamente, obligue a mi mente para que no fallara nada. —Nos decía que le dolía la cabeza, se sentía muy aturdido con los ruidos aunque no estuviesen tan fuertes y solo una vez parecía no querer despertar de su siesta. — ¿Algo más? —No. Es todo. — ¿Estaba tomando el tratamiento? —Sí, todo lo que usted le mando, así se lo fue tomando estos días. Me quedé esperando su respuesta. —Su papá está en riego, realmente está muy grave. Su problema es cerebral, quizá su cerebro está demasiado hinchado en estos momentos. ¡Es necesario que lo internen en algún hospital! Un médico debe revisarlo lo más rápido posible. — ¿Qué hospital nos recomienda? — ¿Pueden pagar un hospital particular? — ¿Qué tan caro es? —Supongo que no pueden pagarlo. —Doctor, yo… —Está el hospital universitario, quizá ahí podrían internarlo. — ¿Algún médico en especial? —Necesitan a un internista. Que lo valore un médico internista, después él les dirá que prosigue. —Y mientras lo trasladó, ¿habrá algún medicamento para que se calmé? —Inyéctenle una dexametasona. Ahorita te envió por mensaje en que cantidad la deben comprar. — ¿Solo eso? —Si. Es muy probable que le dé sueño, así que sería mucho mejor que el paciente descansara. —De acuerdo. — ¿Le puedo ayudar en otra cosa? —Creo que no. ¡Gracias por atender mi llamada! —Por cualquier cosa no dude en llamarme. ¡Estamos para servirles! Una vez que finalice la llamada le pedí a uno de los amigos de papá que saliera a comprar la inyección. — ¿Ya nos vamos? —preguntó papá. —Si. Ya nos vamos a la casa. — ¿Dónde están las llaves de la camioneta? La señora quiere subir a la camioneta. ¿Saben dónde deje las llaves? —Yo las tengo, yo voy a manejar —le dije. Papá se giró a mirarme, sus ojos estaban vacíos de sentimientos y tenía todo el semblante muy mal. —No. Tú no vas a manejar. —Yo voy a manejar pa, es que tu ahorita… Sus ojos se pusieron de color rojo, las venas de su frente se brotaban demasiado y su carácter duró me hizo querer darle un golpe. ¡Debía controlarme! —Tú no puedes manejar en este momento. — ¡Tú no me dices lo que tengo que hacer! Y con toda su furia me empujó con todas sus fuerzas, caí en el pasto. Tuve que obligarme a no llorar, aun cuando esto era demasiado doloroso, preferí inundarme por dentro. ¿Las enfermedades desgastan? ¿Qué iba a pasar con él? ¿De verdad estaba en riesgo? ¿Podría morir? ¿Qué iba a pasar con mi familia? ¡Me obligue a ser fuerte! Me trague mis lágrimas y tuve que levantarme. *** Al llegar a mi casa lo primero que hicimos fue llevar a mi papá a su habitación. Le tuvimos que persuadir para que se acostara en la cama. Emilio mi hermano se estaba encargando de llamar al hospital para preguntar por la posibilidad de que papá se pudiera internar y nuestros amigos estaban buscando la posibilidad de encontrar otros hospitales ya que en ninguno había espacio disponible. Fue en esos momentos que todos estábamos con la angustia en el alma y el reloj parecía no tener compasión de nuestro sufrimiento. —Necesito ponerte está inyección para que puedas sentirte mejor. Mamá quería inyectar a mi padre. La dexametasona ayudaría demasiado a mantener su cerebro estable- — ¿Sentirme mejor? — ¿Te duele algo? Tenía los ojos idos a quien sabe dónde, sus manos temblaban y su respiración era agitada. ¿Moriría? —Mi cabeza. Me duele mucho mi cabeza, siento como si me fuera a reventar el cerebro. —Pronto te vas a curar, déjame ponerte está inyección. Mi mamá le estaba rogando mucho a mi papá, pero este no quería ceder. — ¡Te dije que no! No quiero que me pongas la inyección. ¡Yo estoy bien! — ¡No estás bien! Me acabas de decir que te duele la cabeza. — ¡Que sí estoy bien! Si me muero va a ser por tu culpa. Es increíble como tu ser querido puede volverse alguien sumamente egoísta, déspota, un completo desconocido en tan poco tiempo. Mi madre no pudo soportarlo y dejo escapar sus lágrimas una vez más. ¡Había perdido la paciencia! No dude y me acerque a ellos, necesitaba intervenir. — ¡Si te mueres va a ser por qué tú no quieres que te ayudemos! —le dije. Él se quedó en shock, no fue capaz de decirme más. Mis ojos irradiaban cansancio y dolor. ¡Debía seguir siendo fuerte! Seria yo quien agarraría el toro por los cuernos. —Prepárame la inyección por favor, yo se la pondré —le dije a mi madre. Ella asintió, uso su mano para secar sus lágrimas y alisto el medicamento. —Necesito que por favor te acuestes, te voy a poner esa inyección para que te sientas mejor. ¡Por favor hazme caso! Mi padre tenía el semblante demasiado decaído, parecía triste y distante. ¡Ahora su temperamento había cambiado! ¿Podía reconocerme? ¿Sabría que su hijo mayor estaba tratando de ser fuerte en estos momentos? Deje escapar un suspiro, mamá me dio la jeringa y con mucha decisión quise actuar. Trague un poco de saliva, mi corazón latía muy intensamente. Era adrenalina lo que este momento me estaba haciendo sentir. —No tengas miedo, esto va a ser muy rápido. ¿Sería así? ¿Se curaría al instante? ¡Ojalá fuese rápido! — ¡Le tengo miedo a las agujas! —Lo se pa. ¡Perdóname por favor! Pero esto es por tu propio bien. Humedecí con alcohol una zona de su glúteo derecho, deje que mi corazón siguiera latiendo a su velocidad apresurada y fui capaz de insertar la aguja en su carne. Me apresure con el pulgar, presione y el líquido iba disminuyendo. — ¡Listo! Ya pasó. Retire la aguja de su carne, puse el algodón sobre su piel. — ¿Ya me picaron? —Si. ¡Fuiste muy valiente! ¿Te dolió? —No. Ni siquiera sentí nada. Quizá es que su cuerpo ya se estaba perdiendo en la muerte y por ello no sentía. ¿Qué pasaría con él? — ¿Quieres descansar? Él se acomodó sobre la cama, le ayude a subirse su pantalón. —Si. Tengo sueño. —Pues descansa entonces. Nosotros te cuidamos. Y aunque de cierto modo habíamos logrado frenar su dolor, la pregunta constantemente daba vueltas en mi cabeza. ¿Y que tendrá? ¿Se pondrá mejor? ¿Su recuperación será rápida? ¿No tiene cura? ¿Qué va a pasar con él? ¿Morirá? ¿Estaré listo para dejarlo ir? ¡La vida cambia en cualquier momento! Salí de la habitación sintiéndome un poco desdichado, la mesa de nuestro comedor estaba llena de muchos documentos, la angustia se escuchaba en las voces que respondían a las llamadas telefónicas y al parecer aún no había hospitales disponibles. Por la fecha en la que estábamos no había servicio en varios hospitales, era tres de enero del dos mil veintiuno. —No hay hospitales. ¡Que hasta el miércoles! —No hay internista disponible. Fue a su casa a celebrar las fiestas. —No hay espacio en este hospital por lo del Coronavirus. —El precio es demasiado. —No tienen habitaciones disponibles. —No hay… ¡Maldita sea! ¡No hay nada que pueda hacer! Bebí un poco de té amargó, de ese que mamá suele hacer cuando estamos bajo un momento de tensión o de tensión. ¿Qué pasaría con mi padre? Ahora estaba en cama, recostado, con los ojos cansados y perdidos; sus párpados demasiado caídos. ¡Esto no podía ser así! El día en qué estábamos celebrando mi graduación mi padre estaba a punto de morir. ¡Qué cosas tan más inesperadas! ¿Qué planes tienes para el día de hoy? *** Toda la noche me la pasé en vela. Sentado junto a su cama. A cada instante le ponía el termómetro para saber el estado de su temperatura. A las doce de la noche tuve que ponerle otra inyección de dexametasona con ceftriaxona. A las tres de la mañana le tuve que ayudar a ir al sanitario y la noche realmente se me hizo eterna. ¿Tan cruel es esa sensación de ver cómo se va deteriorando tu ser querido a causa de una maldita enfermedad? ¡Si! Se siente una gran impotencia, un dolor en el pecho y las ganas de llorar son la lluvia que inunda tu cuerpo por completo. Su cuerpo sobre la cama, la respiración agitada, labios entre abiertos y muecas de dolor. Toqué su frente, ahora estaba demasiado frío, la temperatura había disminuido y en lo único que yo podía pensar era en el día siguiente. ¿A qué hospital lo llevaremos? ¿Qué estudios necesita? ¿Aguantará hasta mañana? ¿Morirá mientras lo cuidó? *** — ¿Aquí que me van a hacer? —Te van a acostar para que los médicos puedan ver qué tiene tu cerebro. — ¿Estoy mal del cerebro? Escucharlo hablar de esa forma me rompía el corazón. Me dolía todo y sobre todo, no podía demostrar ese dolor. No era el momento para que yo me soltara a llorar. — ¿Te sientes bien? —No. Me duele mi cabeza. Y sus manos se habían puesto muy delgadas, se acarició la frente con mucha suavidad, arrugó el ceño a causa del dolor. ¡Me sentí tan mal! —Déjame ayudarte para que ellos te puedan revisar. El médico se acercó a nosotros, mi papá se acostó sobre la camilla, sus ojos no se despegaron de mí y ver su sufrimiento me hacía desear que él pudiera recuperarse pronto. La camilla avanzo hasta la parte interna de la máquina, el primer estudio que le tuvimos que hacer fue una resonancia magnética. Después, una química sanguínea completa. Estudios de orina. Inyecciones, dolor, quejidos, enojos, molestias… ¡Malditas enfermedades! Encontramos un médico internista, él lo revisó y de ahí nos canalizo con un neurólogo. ¿Lo habíamos internado? ¡Aún no! No encontrábamos hospital disponible. —El necesita internarse en un hospital está noche. Debemos empezar con el tratamiento de antibióticos y vitaminas lo más pronto posible de lo contrario el morirá. Su cerebro está muy dañado, probablemente sea una infección o inflamación de su cerebro. Permítame canalizarlo al hospital de La Paz, ahí es donde colaboró y estoy dispuesto a atender su caso. Mamá estaba mirando a mi padre, la tristeza apareció en su rostro y la inquietud de no saber qué hacer era sumamente grande. ¡La vida o la muerte! El hospital al que iríamos era de paga y tú sabes que esos hospitales suelen ser muy caros. — ¿Usted lo atendería? —Si. Tengo un colega, internista de medicina grave, él también se encargará de tu padre. ¿Internarlo o no internarlo? ¿Que viva o que muera? La decisión estaba en mis manos. Entonces accedimos aunque todo era un riesgo. ¡No sabíamos si se iba a mejorar o si empeoraría! Accedimos a darle una atención que quizá podría cambiar su vida. Eran las ocho de la noche mientras viajábamos al hospital. Durante el camino papá tuvo otro episodio de cosas incoherentes y eso era lo más doloroso, escucharlo hablar sin sentido. ¡Era como si su cuerpo no le perteneciera! ¿Cómo era posible que una persona aparentemente sana estuviera deteriorándose en varios sentidos de la noche a la mañana? El dolor partía mi corazón. — ¿Crees que él esté bien? —me pregunto mamá al oído. — ¡No lo sé! Estamos corriendo un riesgo por todos lados. — ¿Morirá? ¿Decir las cosas de forma fría está mal? —Probablemente. — ¡No quiero que él muera! Se me hizo un nudo en la garganta. ¡Nadie tiene ganada la vida! Apreté mis manos y me obligue a tragarme el dolor; no podía derrumbarme en este momento, no sería justo para mí madre. ¿Quién sería el sostén emocional de mi familia? ¿Quién será de hierro ante la calamidad de la desgracia? ¿Quién cuidaría de nuestro bienestar? ¡Desde ese momento todo recaería en mí! —Yo sé que no deseas la muerte de mi padre y a mí también me duele el saber que lo puedo perder; pero, si esa es la única forma en la que dejara de sufrir, entonces estoy dispuesto a pagar un precio como ese. ¡Ánimo! Todo mejorara para nosotros. — ¿Dejara de sufrir? Una enfermedad siempre te va a cambiar la vida, no sabes cómo, pero con el tiempo descubres que es necesario adaptarse a nuevas cosas. —Si. Tampoco es bueno que el sufra. ¡No me gustaría verlo sufrir más! Papá se venía quejando por todo el camino. Mi abuelita había decidido acompañarnos y uno de mis tíos es el que venía manejando la camioneta. — ¿Crees que nos alcance el dinero? —una inquietud grande. —Yo creo que ahora tenemos que preocuparnos por qué el logré estabilizar sus sentidos. Usare todos mis ahorros para pagar sus gastos médicos y creo que eso es lo que nos va a ayudar para pagar el hospital. La mirada de mi mamá me daba ánimo para seguir adelante. No me importaba en lo más mínimo gastar ese dinero por el que tanto trabajo había invertido para poder conseguirlo. Mi matricula de inscripción para la universidad se convertiría en una hoja de gastos médicos. — ¡Gracias! Asentí. Use el dorso de mi mano para poder secar sus lágrimas, no me gustaba ver llorar a mi madre. ¡Eso me causaba más dolor! —Estaremos bien. ¡Ya lo verás! ¡No tuve miedo de posponer mi sueño de poder estudiar arte! *** Hablamos con la recepción, registramos al paciente. Unos enfermeros salieron con una silla de ruedas, sentamos a mi papá en la silla, la preocupación hizo que sus ojos se dilataran más. — ¿A dónde estoy? —Venimos al hospital. — ¿Para qué me trajeron aquí? ¡Yo estoy bien! —Es para que te puedas curar. — ¡Yo no necesito curarme de nada! — ¡Papá! ¡Por favor! Deja que los médicos te ayuden. Su semblante se había transformado en un hilo grueso de enojo y rencor. — ¡Que no! Yo no me voy a quedar en este hospital. —Me quedaré contigo. — ¡Maldito! Eso no es lo decides tú. Yo soy tu padre y tienes que hacerme caso. Sabía que debía respetar a mi padre, desde siempre se me inculcó el respeto a mis mayores; pero es que ahora mismo todo esto era complicado para mí. Mis sentimientos se encontraban en una guerra constante para no derrumbarse en lágrimas. ¡Debía ser fuerte! Apreté mi puño. — ¡Lo siento! Pero no estás bien. A toda velocidad, él quiso levantarse para darme un golpe en la cara; los enfermeros lo detuvieron. — ¡Te voy a pegar maldito! —Tranquilízate Pedro. ¡Por favor! —le pidió mi madre. — ¡Tu cállate! Ya te dije que si me muero va a ser por tu culpa. Mamá estaba recibiendo muchas puñaladas en su corazón. ¡Las palabras tienen un poder intenso! La tomé del brazo y la envolví con todas mis fuerzas. — ¡Tú debes ser fuerte! Te veré pronto, me quedaré a cuidar de él. Le di un beso en la mejilla derecha. Y la solté. Los enfermeros se habían llevado a mi padre. — ¡Tú también se fuerte! —me dijo ella. Y mi vida cambió por completo desdé ese momento. Cruce la puerta para abandonar la recepción, aborde el elevador en compañía de mi padre en silla de ruedas y el enfermero. El elevador se cerró, vi a mi madre hecha un mar de lágrimas despedirse de nosotros. *** Querido diario: ¿Tú hubieses estado preparado para afrontar algo tan inesperado como esto? La verdad es que nadie suele estar preparado para los sucesos imprevistos. Lo más seguro es que si el ser humano pudiera tener la capacidad de ver el futuro, nadie querría sufrir por cosas como estas. ¡Es más! Estoy convencido de que lo más probable es que intentaríamos buscar la forma de alterar el futuro para quitarnos toda clase de sufrimientos. ¿No te parece lógico este pensamiento?...
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