Traté de que en mi cara no se reflejara la preocupación y alarma que me habían inundado al percatarme de lo que significaban sus palabras. Acababa de meterme en algo de lo que de seguro no me sería nada fácil salir y no tenía ni idea de que podría ser todo lo que esa mujer me mandara a hacer.
—¿Cuándo empiezo?—pregunté en cambio llevándome una cucharada de lo que fuera que comía a la boca. Ya no había vuelta atrás, lo único que se podía hacer era seguir adelante, asumir lo que sea que viniera y tratar de salir lo más indemne que me fuera posible. Pude ver la satisfacción en su cara al escuchar mis palabras, al menos ya sabía una forma por la que podía llegar a ella, le gustaba la decisión y la audacia pero sin que fueran muestras de rebeldía contra ella.
—Vayamos despacio Anís, necesito manos y gente con tu carácter, pero aún no me fío de ti. Hoy comenzarás con Agujeros, ella te mostrará lo que por ahora necesitas saber y estará vigilándote. Cuando te hayas ganado mi confianza veremos qué hacer contigo.
—¿Por qué Anís?—pregunté de muy malos modos, mi nombre era Aslin, no Anís y ya me tenía harta con su apodo de mal gusto. Ella río ante mi pregunta pero en una fracción de segundo su rostro se tornó serio.
—Porque soy yo la que decido como se llamará cada una de las que aquí entran, porque es el nombre que me apetece ponerte. Pero como hoy de estoy muy buen humor responderé tu pregunta con una razón más amable, porque tu cabello me recuerda el anís estrellado. Ahora lárgate de una vez con Agujeros, estoy asqueda de ver sus caras.
Agujeros se levantó y yo la imité. No tenía ni la más remota idea de adonde nos estábamos dirigiendo y peor aún, de que era lo que íbamos a hacer, pero no me quedaba más opción que seguirla. Llegamos a la celda que compartíamos y ella se volteó hacia mí.
—Quédate aquí y vigila que no venga nadie por el pasillo, si llega a venir alguien me avisas—dijo y se volvió para entrar en la celda. Más que vigilar si alguien se acercaba la vigilé a ella, quería no, tenía que saber que era lo que había oculto en la celda y lo más importante, ¿Dónde? Ella giró la cara para serciorarse de que yo no la observara, afortunadamente como la estaba mirando de refilón no se percató, levantó una de las camas y de dentro del colchón sacó varios paquetes muy pequeños de lo que parecía, ¿Coca? No sabía mucho de esas cosas, nunca había consumido ningún tipo de droga, bueno a voluntad propia, pero sí había visto personas hacerlo y sabía como lucía ese polvito tan dañino.
—Listo, vamos a los baños.
—¿Qué es lo que vinimos a buscar aquí?—pregunté haciéndome la tonta. Tenía que ganarme la confianza de todas ellas poco a poco para así poder lograr mi objetivo.
—Shhh, aquí no. Entra—me dijo cuando llegamos al baño y nada más entrar comenzó a gritarle a las que estaban en ellos—¡Ehhh, todas afuera! ¡Vamos, vamos! ¡Tú te quedas en la puerta para que impidas que entre alguien más y nos avises si llega algún guardia!—me sorprendió lo rápido que todas acataron su orden y nos dejaron solas en los baños. Definitivamente eran el grupo dominante aquí, estar a buenas con la matriarca te daba poder aquí dentro, un poder que pensaba utilizar en su contra.
—¿Me dices de una vez que es lo que hacemos?—dije de manera borde mientras la observaba abrir uno de los pequeños paquetes y aspirar su contenido, se estaba drogando. Pero ella ignoró totalmente mis palabras. Es ese momento me fijé por primera vez en ella pero acabé deteniendo mi mirada en sus brazos y noté las marcas de pinchazos, la matriarca antes había dicho que era una drogadicta pero pensé que solo lo consumía por diversión en ocasiones como hacían muchos, pero no, ella estaba enferma de verás y no sé por qué, pero sentí lástima por ella, me dió pena ver a una chica contemporánea conmigo acabando lentamente con su vida.
—Agujeros es por todas esas incisiones ¿No?—pregunté cuidadosamente. De pronto me di cuenta de que ella solo era otra víctima más de un mundo tan cruel como en el que hoy en día vivíamos. Algo en mí deseo ayudarla, desató una intensa empatía hacia ella, por entenderla, por sacarla de toda esa mierda. Y la decisión que había tomado desde el momento en que la matriarca me golpeó ahora había cobrado un mayor sentido, no tomaría su poder solo por mí, no, lo haría también por Agujeros, por Cassandra y por todas las mujeres que estaban aquí dentro y le temían, le obedecían ciegamente por miedo a las consecuencias que no hacerlo conllevaba. No tomaría su lugar para protegerme yo, lo haría para protegerlas a todas ellas, para hacer de este sitio un lugar mejor y no el infierno que era.
Agujeros me miró con los ojos inyectados y fue una imagen que me partió el alma en dos. ¿Como por mucho tiempo había sido capaz de discriminar a personas como ella? Personas que estaban enfermas, que no podían controlar lo que les sucedía, personas que aquí dentro sufrían demasiado para luego cuando salían sufrían aún más por el rechazo de la población. ¿Como pude haber estado tan ciega y errada en la vida?
—Si, me llamaban así en las calles de mi barrio y al entrar aquí lo hice junto a otro chavo que traficaba y gracias a él aquí todos me conocen por agujeros—dijo y a pesar de que estaba colocada pude ver el dolor en sus ojos. Esta chica no había tenido una vida fácil, podía verlo en su mirada. Volvió a aspirar otro poco del polvo y al levantar su cabeza hubiera caído para atrás si no la llegó a sostener.
—¿Cómo te llamas entonces?—dije empujando hacía el lavamanos el resto de la coca que quedaba disimuladamente para que no se percatara de lo que hacía. Tardó algunos minutos en responder y hasta daba la impresión de que ya no recordaba su propio nombre.
—Keren, igual que mi abuela. Hacía mucho que no decía eso en voz alta. Había olvidado como se escuchaba—respondió finalmente y no me pasaron desapercibidas las lágrimas que se anegaron en sus ojos.
—¿Por qué? Es un nombre muy hermoso y debes de estar feliz y orgullosa de compartirlo con tu abuela.
—Porque a nadie le interesa escucharlo, para las personas no soy más que esto—dijo señalándose a si misma con desdén. ¿Cuánto daño le habían hecho para que sintiera que no valía nada?—Una maldita yonqui a la que todos desprecian, a la que su propia familia rechaza. No le importo a nadie.
—¿Por qué terminaste aquí? Me gustaría escuchar tu historia—le pregunté reprimiendo el impulso de abrazarla y ella sonrió como una niña chiquita al escuchar mis palabras. Me daba demasiada pena esta chica, ¿Cómo su familia le podía dar la espalda y no ayudarla a superar su enfermedad? ¿Cómo me podía importar más a mí que recién la conocía que a ellos? No entendía por que, porque nunca fui la persona más samaritana que se diga, normalmente solo ayudaba a quien me podía ayudar a mí, pero con Keren era como si se hubiera despertado un instinto de protección que hasta ahora no sabía que existía. Solo sabía que quería saber más de ella, conocerla, ser su amiga, brindarle lo que muchos le habían negado hasta ahora, cariño y comprensión.
—Tenía 16 años cuando mi abuela murió en un accidente automovilístico. Mi padre era un alcohólico y mi madre se pasaba la vida dopada para escapar de la vida de mierda que teníamos. Ella era la única que se había encargado de mi hermano y de mí desde que éramos pequeños, era quien nos cuidaba cuando enfermábamos, quien nos compraba las cosas que necesitábamos, nos contaba historias en las noche y nos aconsejaba en lo que fuera. Fue la que siempre estuvo los primeros días de escuela y la que me explicó lo que era mi primer período—comenzó a contarme y por su cara se deslizaban las lágrimas. No podía imaginar lo duro que sería crecer sin tus padres teniéndolos tan cerca—Tras su muerte todo se fue a peor, mi hermano ya ni siquiera estaba en casa, la situación con mis padres se volvió insoportable y yo solo busqué una vía de escape de todo eso. Un amigo un día me dió de probar crack y fue como si volara, pero lo mejor es que no recordaba ni me importaba lo que pasaba en mi casa. Cuando me vine a dar cuenta le debía una gran suma dinero a los que me vendían la droga. La única manera de conseguirlo que se me ocurrió fue robar, estaba colocada ese día y no lo recuerdo bien, solo que la policía nos atrapó en el acto y fue cuando acab...
Se calló abruptamente al abrirse la puerta. Me volví asustada porque no sabía quién podía ser y además se suponía que había una mujer velando que nadie entrara.
—Estás en problemas Agujeros—dijo el hombre que entró y con solo ver su aspecto hizo que se me pusiera la carne de gallina—¿Quién es esta preciosidad que está contigo?—dijo mirándome de abajo hacia arriba y no pude evitar el miedo que sentí al ver lo que expresaban sus ojos.