Ella se retira un poco y me mira mientras nuevas lágrimas corren por su rostro. —Guau. Eso fue realmente…poderoso—. —Sé un par de cosas sobre el duelo y tengo un gran terapeuta—. Le doy una sonrisa, que sé que no llega a mis ojos y ella me la devuelve antes de volver a mis brazos. —Gracias por estar aquí.— Ella me rodea la espalda con sus brazos y me aprieta. —No te sueltes—. Su voz es tranquila pero es como si hubiera gritado las palabras con lo mucho que las siento en lo profundo de mi corazón. —Nunca—, le digo. Continúo frotando su espalda durante unos minutos antes de que finalmente deje caer los brazos y me libere de su agarre. —Lo siento—, murmura y ladeo la cabeza hacia un lado cuando su rostro aparece a la vista. —¿Para qué exactamente?— —Poniéndose muy emocional—. La alcanzo