—¿¡Estás bromeando!?— Grito mientras trato de frenar mi corazón acelerado frotándome el pecho. —Lo siento, Luisa, fue demasiado fácil. Deberías haber visto tu cara cuando mirabas por encima del sofá. Se mueve alrededor del sofá y se deja caer en el espacio donde yo estaba acostado y apoya su pierna sobre la mesa frente a nosotros. —¿Por qué estás viendo una película de terror tú solo a medianoche?— —No tengo miedo y me encanta esta película—. Coloco mis manos en mis caderas. Entrecierra los ojos y me señala. —Estás asustado.— —¡Sí, tengo miedo de que me acerques sigilosamente! ¿Quién no lo estaría? —Aww—, me atrae para sentarme a su lado y me pellizca la mejilla. —Pobre bebé.— Me alejo de él a pesar de que es cálido y reconfortante y no me importaría acurrucarme contra él. —No es div