Las vistas que los montes de los Cárpatos regalaban, eran un espectáculo de colores y formas sin igual, la luz dorada del sol, hacia que aquella belleza natural se sintiera mas viva que nunca, Amelia disfrutaba de aquellas vistas sintiéndose en completa calma, al menos por ese momento, no sentía que se debiera a nada ni nadie, era una sensación de libertad indescriptible, igual a la que siempre había deseado sentir, o, al menos, eso creía ella, nunca se había sentido libre, siempre había sido prisionera sin saberlo en los dos acontecimientos mas grandes de su vida, primero, con sus padres, que deliberadamente planeaban unirla a su gemelo, luego, con Alexandre, aquel que siempre se sintió con el derecho de gobernar sobre ella, que le impuso su amor como una condición para liberar a su herma