CAPÍTULO DIECINUEVE Thorgrin caminó a través de los interminables campos de lodo en la Tierra de los Druidas, mirando al horizonte y con la esperanza de ver algo, cualquier cosa; pero no había más que desolación, nada que rompiera la monotonía del paisaje, que parecía extenderse sin fin. Había nubes oscuras en el aire, lo suficientemente bajas para casi poder tocarlas, completando el cuadro de la penumbra. Era la imagen exacta del Infierno que Thor recordaba cuando había pasado por el páramo del Imperio. Sin embargo Thor se obligó a sí mismo a recordar, a saber que no estaba en el Imperio. Estaba en la Tierra de los Druidas, se dijo a sí mismo. Todo lo que vio ante él era una creación de su mente. Él sabía que no estaba caminando por un paisaje, sino por los contornos de su propia mente.