CAPÍTULO QUINCE Erec abrió los ojos cuando el suave vaivén del mar lo despertó. Miró alrededor, desorientado, intentando averiguar dónde estaba. En todos sus años como guerrero, nunca se había permitido dormir, especialmente en un ambiente extraño. Se sentía profundamente desconcertado por despertar y no tener idea de dónde estaba. Erec parpadeó y se dio cuenta que estaba acostado de espalda en un pequeño bote, de unos seis metros de largo, con una vela de lona ordinaria atada a un mástil. El barco se mecía suavemente en las inmensas olas ondulantes del mar, levantándolos y bajándolos como arrullandolos para que se durmieran. Erec miró al cielo, maravillado por su belleza. Miró hacia arriba y vio el cielo abierto hasta donde alcanzaba la vista, todo el mundo se avivaba con el amanecer,