ELECTRA Y EL FÉNIX: REESCRIBIENDO EL DESTINO

CRISIS, RIESGO Y ESPERANZA

— Debemos irnos ahora, podrían llegar más— Dinorah estaba fuera de sí, ese tipo estaba muy loco. Más que ella, porque jamás se había planteado algo tan fuerte como aquella acción.

Dereck y James salieron con Hugo y las chicas le siguieron, mientras Barrick aún seguía viendo el lugar donde antes yacía el mago.

Con una mirada de desconcierto.

—Vámonos Barrick, debemos llegar con Electra.

Este solo asintió y salió del lugar. El auto en el que iban era un tanto pequeño por eso habían decidido que una parte tomaría un taxi y luego a una distancia prudente podrían hacer la desmaterializacion. En el taxi se irían Barrick y Dinorah, y en el auto Sarah, Isabella y ambos lobos.

Habían logrado sacar a Hugo con vida pero su debilidad tenía preocupados a los lobos, podían sentir el débil latido de su corazón y estaba más que seguros que no aguantaría ese traslado, tendrían que ingeniárselas de otra forma.

— El no aguantará la desmaterializacion, esta muy débil. Lo mas recomendable es llevarlo hasta allá en auto.— le sugirió james al ver lo mal que estaba el chico. Sarah e Isabella lo sabían y estaban tratando de sanarlo, pero sus magias no surtian efecto alguno

—Es riesgoso continuar así, posiblemente Izan ya esté buscándolo y no estamos listos para enfrentarlo. El poder que le robo a Hugo la hace casi invencible. — le respondió Sarah

—Es cierto que puede ser fuerte por la clase de poder, pero no te olvides que somos lobos, esa antimagia no nos afecta en lo absoluto. — le trato de recordar Derek molesto, pues parecía ser que las brujas se estaban olvidando de ellos.

Isabella sonrió para sí misma al ver claramente los pensamientos de Derek y se preguntaba por qué razón tenía tanto resentimiento hacia las brujas? Porque si mal no recordaba el poseia magia y tal mafia procedía de una bruja blanca.

Derek sintió la intromisión y la miró mal, mientras James solo quería volver a la cabaña pues sentía que algo pasaba con Electra, necesitaba llegar con ella lo antes posible.

— Sucede algo James? — pregunto Derek al sentir la inquietud de su amigo que estaba a su lado

—Algo me tiene preocupado, estoy seguro que es por esa niña, algo pasa con ella— le comunicó mirando por el retrovisor a las mujeres que intentaban renovar las energías de Hugo. Al escucharlo ambas mujeres se miraron entre ellas y luego a los hombres.

— Que es lo que sientes exactamente, tu también lo sientes Derek?— El mencionado solo negó pero obviamente él estaba preocupado por Hanna.

—Hasta ahora Hanna se encuentra bien, o es lo que creo. Me preocupa porque si Electra esta en peligro Hanna por igual. — explico Derek.

— James, adelántate. Haz la desmaterializa…— James ya se había esfumado dejando a Isabella con la palabra en la boca. Derek estaba bastante preocupado y aunque no sentía que Hanna corriera algún peligro también quería ir con urgencia hasta donde se encontraban las chicas.

Sarah e Isabella intentaban comunicarse con Barrick y Dinorah para que ambos ayudarán a James si así lo necesitase, pero la comunicación no se llevó a cabo y eso preocupo aún más a las brujas.

Mientras Isabella y Sarah seguían intentando establecer contacto con Barrick y Dinorah, el aire se cargaba de tensión. Derek, incapaz de soportar más la incertidumbre, apretó el volante con fuerza.

James llegó a la cabaña en un suspiro, materializándose en el interior como un espectro. Lo que encontró hizo que su corazón se detuviera por un instante: Electra yacía en el suelo, inconsciente, rodeada de una energía densa y oscura que parecía pulsar peligrosamente a su alrededor. Aunque su cuerpo apenas reaccionaba, James sintió la agitación interna de Electra.

Se arrodilló a su lado, tomando su mano entre las suyas, y una chispa de energía recorrió sus dedos. Aunque el poder dentro de ella luchaba por emerger, no estaba preparado, y la oscuridad que la rodeaba aprovechaba esa debilidad para intentar dominarla.

—Electra, resiste... —susurró con desesperación—, no dejes que te consuma.

Dentro de Electra, la lucha era feroz. Podía sentir el calor del Fénix, ardiendo como una pequeña llama en su interior, pero su fuerza aún no era suficiente para liberarla. La oscuridad la envolvía, aplastante, buscando someterla. Solo el débil pulso de la energía del Fénix y la conexión con James mantenían la oscuridad a raya, pero el tiempo corría en su contra.

James sintió el pulso de su poder, pero sabía que aún no era su momento. Y estaba seguro de que si ella no lograba controlar ese poder todos estarían en peligro y ese destino cruel que ella intentaba cambiar con todas sus fuerzas terminaría ocurriendo mucho antes de lo que ella había anticipado.

Las preguntas lo atormentaban mientras seguía aferrado a su mano. ¿Podría Electra resistir lo suficiente ese sofocante poder hasta que el Fénix despertara? ¿Serían capaces de protegerla de las fuerzas oscuras que ya acechaban, buscando cualquier oportunidad para destruirla? Y, sobre todo, ¿sería capaz de cambiar el destino, o estaban todos inevitablemente condenados a seguir el curso que ella había visto en sus visiones?

Hanna, que estaba arrodillada en una esquina muy asustada, podia escuchar los pensamientos del lobo y eso la aterrorizaba aun más, y consciente de las mismas dudas, se acercó, su mirada verde reflejaba la misma incertidumbre.

—¿Y si no logramos detener ese cruel destino? —preguntó lloriqueando y rompiendo el silencio con la preocupación latente en su voz—. ¿Y si el futuro que ella vio ya está en marcha y no podemos hacer nada para cambiarlo?

James no respondió de inmediato. La única certeza que tenía era que lucharían con todo lo que tenían, incluso si el futuro ya estaba escrito. Porque, al final, si Electra no lograba controlar el poder del Fénix, todos ellos podrían perderlo todo.

—No vamos a rendirnos —respondió finalmente, sus ojos firmes en el rostro de Electra, mientras acariciaba su cabeza con ternura y delicadeza —. Aún no.

Las interrogantes quedaron flotando en el aire, mientras la lucha dentro de Electra continuaba, y la oscuridad alrededor se hacía más densa. El tiempo corría, y el destino, como una sombra, acechaba a cada paso dado.