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1494 Words
Las ganas que tengo para descansar son muchas, deseo cerrar los ojos y despertar con que todo esto fue un loco sueño, pero mi actitud pesimista me hará ver que no, no fue un sueño y que, en realidad estoy casada, por un trato que dos hombres habían hecho por negocios. Siento entonces ganas de golpear a mi padre, más luego, recuerdo que me tiene amenazada con mi madre y si, efectivamente se me pasa. Una vez estoy en mi habitación en completa soledad, puedo deshacerme de este vestido, no puedo quemarlo y ahora que lo pienso, parece bonito no estando, apretando mis costillas hasta el punto en el que se me hace casi imposible respirar, y casi desearía no querer arrojarlo a una trituradora. Las prendas abandonan mi cuerpo hasta que estoy en la lencería de encaje blanco que me he puesto, aunque no tenía una alternativa, cuando me cambiaba esta era la única ropa interior que tenía disponible, por lo que, a mi pesar, tuve que usarla sin reclamar. Así es como pasan los minutos cuando ya he dejado todo en completo orden. Mis pies me llevan hacia el gran espejo que hay en la gran habitación de un color blanco completamente pulcro, el reflejo que veo en el espejo es el de una mujer agotada que desea descansar, he retirado también la mayor cantidad de maquillaje posible, y cuando me digo que es momento de irme, cierro la puerta de aquella habitación que tiene un cartel en letras cursivas como “Novia”, al menos ya no tendré que soportar sonreír hacia los invitados que hasta donde sé, siguen en la fiesta. En el pasillo no hay algún rastro de Caleb por lo que supongo que debe estar esperando en el auto justo como me dijo, justo cuando me dirijo hacia la salida, alguien me ha tomado del brazo y me han puesto contra la pared y al mismo tiempo la luz del lugar que antes pegada contra mis ojos se ha visto opacada por aquel sujeto que debe ser al menos, lo suficientemente alto para ocultar la luz, tenía la clara intención de gritar hasta que me he topado con unos ojos conocidos. El hombre de antes, aquel descarado con su propuesta indecorosa. —Pero qué tenemos aquí, si no es nada más y nada menos que la bella novia. —Suelto un gruñido por lo bajo, aquel tipo sonríe divertido. —Si no te mueves ahora mismo, te pateare donde más te duele. —El extraño me da una mirada desafiante. —Créeme que no querrás que te patee, he estado en zapatos incómodos todo el día, ahora muévete. —Ordene, y él se aparta de mi camino, parece que ha reconsiderado la idea. —Oye tranquila, Daphne, no tenía la intención de molestarte, solo quería despedirme de ti. Pero ahora que veo que estás sola, no puedo evitar preguntarme, ¿Dónde estará tu esposo? —Me encojo de hombros, justo cuando pensé que tendría que dejar de fingir. —Para su información señor, no es de su incumbencia y le sugiero ahora mismo que me deje en paz antes de que llamen a seguridad, seguro que tendrán más de una razón para patearlo al saber que usted está molestando a la novia. —Lejos de parecer temeroso de mi amenaza, aquel tipo me da la sonrisa más altanera que jamás había visto en mi vida. —Las amenazas no funcionan conmigo, lindura, pero ten en cuenta de que nos estaremos viendo más pronto de lo que crees. —Él se acerca hasta mí nuevamente para tomarme del rostro y solo observa, extrañamente no quiero alejarlo por más que sea un extraño. —Tu esposo no te hará feliz, puedes creerme, Daphne. —Un suave escalofrío parece recorrer mi cuerpo. —Veo que no eres de los que acepta un “No” como respuesta, pero para tu mala suerte ya estoy felizmente casada. —Le respondo soltándome de su agarre, no tengo tiempo que perder, menos sabiendo que el hombre que ahora es mi esposo está esperando por mí. Aun así, no puedo evitar reprenderme por no defender a Caleb, se supone que debemos fingir ser una pareja que se ama contra todo, y, sin embargo, un extraño logra insultarlo, mientras que yo, no hago caso a sus palabras. —Y para que le quede claro, señor, mi esposo es capaz de hacerme muy, muy feliz. —Levanto las cejas de manera sugestiva al mismo tiempo que siento que muero de vergüenza por dentro. No dejo a que el hombre si quiera diga una palabra más, no deseo escucharlo ahora mismo, el sonido de su risa de fondo hace que me sienta enojada, pero no quiero pensarlo mucho, solo es un extraño al que jamás tendría que volver a ver. No podría molestarme nunca más. (. . . ) La mañana del día siguiente fue justamente como la imaginaba, ya que la fiesta de boda acabó bastante tarde, Caleb nos llevó a ambos en su vehículo al que sería nuestro hogar de ahora en adelante. Una preciosa mansión solo para nosotros tenía alrededor de 9 habitaciones con 12 baños, una gran cocina, sala de recreación, comedor, una terraza y un vasto jardín. Luego tendría tiempo para explorar todo, pero por ahora solo quería descansar, también lo que más me sorprendió fue que, yo tenía mi propia habitación, Caleb tenía la suya y para cuando quisiéramos tener un momento de intimidad, ya sea, pasar tiempo juntos o tener sexo directamente, teníamos una habitación justo en medio de las nuestras. Al menos sabía que no haría nada que no quisiera. Por suerte, ya tenía mis cosas en mi habitación, una cama lo bastante cómoda, la habitación bastante espaciosa y yo, ya no tenía que portar aquel vestido tan molesto junto con esos zapatos. Los cuales sí, claro que ame, pero me hacían daño. Aunque no es que me sorprenda, las mujeres debemos soportar todas y cada uno de los medios más dolorosos para lucir bellas. Solo esperaba que ahora, no tuviera que sufrir en el proceso. Justo ahora eran las 6 de la mañana, pero no quería salir de la cama, recuerdo que mis ojos se habían cerrado tan pronto como mi cuerpo tocó la suave cama. Y por culpa de esta es que no me quiero levantar, parpadeo un poco acostumbrándome a la luz que entra por la habitación, por suerte no me molesta la cabeza debido a que el champagne no es tan fuerte para tener resaca, no a las resacas a las que ya estaba acostumbrada. Suspiro al mismo tiempo que me doy vuelta en la cama, en el mismo proceso mi cabello rubio queda desparramado en las tantas almohadas que hay bajo mi cuerpo. Ayer tenía la apariencia de una princesa, hoy soy todo lo contrario a ella, yo no era una princesa y estaba muy lejos de serlo. Quizás si realmente Caleb hubiera estado conmigo en la misma clase de universidad, la mentira sería ahora mismo una verdad, tal vez hubiéramos sido tan felices como decimos serlo la noche de ayer, pero contrario a esto, mi vida estaba lejos de ser un cuento de hadas, mi propio padre quería imponer reglas de perfección absoluta, mi madre, sin saberlo está siendo amenazada por su esposo, todo esto si su hija no sigue las órdenes. Creía que ser imperfecta era algo que debía cambiar ahora y siempre, los invitados de aquella boda creen que soy una tierna y linda novia, pero la verdad que me rodeaba era distinta, y suponía que eso estaba bien. —Señorita Jones, es hora de que baje a desayunar, su esposo la espera abajo. —La voz de la mucama me hace saber que debo levantarme, aunque es algo que no quiero, mi vida había cambiado ahora, ¿Eso significaba que los errores del pasado también se quedarían ahí no? —Señorita Jones…—Suspiro con fuerza, ya que es mi primer día de casada oficialmente, ahora mismo agradezco no haber tomado tanto, al menos no algo tan fuerte. De lo contrario, ni siquiera el llamado de Dios lograría que me levantara. —Bajare enseguida. —Respondo tan fuerte como puedo, esta era una nueva parte de mi vida, esto era completamente diferente a todo aquello que sucedió antes. Estoy casada con un hombre que no conozco, pero que parece querer intentarlo en serio. ¿Yo sería capaz de enamorarme tanto como él afirmaba que lo haría? Tenía algo parecido a una duda, no soy pesimista, pero si realista, hace tantos años atrás juré que no me pasaría de nuevo. Y, sin embargo, mírenme, me estaba dando un baño tan perfumado con olores suaves cómo es posible, también me estoy arreglando de una manera sutil y elegante para el hombre que ahora es mi esposo. —Vamos Daphne, desde hoy, la verdad que se posa en tu vida debe ser oculta.
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