Han transcurrido al menos tres meses desde que me he casado, y también desde que tuve el placer de conocer a mi familia política, entre ellos, mi querido cuñado Henry —Nótese el sarcasmo. — No le había comentado nada a Caleb, por la única razón de que no quería escándalos o problemas y es que, las palabras de mi padre seguían estando presentes desde aquel día en la iglesia, las mismas que no me dejaban dormir bien en las noches. La vida de mi madre estaba a manos de mi padre, por aquel tratamiento costoso en su enfermedad.
Me exasperaba saber qué. Aquel hombre que tenía mi sangre podría comportarse de manera tan desalmada con la mujer que ha estado a su lado por tantos años. Sin embargo, no puedo revelarme o hacer algún movimiento que perjudique todo lo que he tenido que soportar. Mientras tanto, debía ser lo bastante fuerte por mí y por mi madre.
Las cosas no parecen tomar alguna clase de rumbo extraño, al menos es lo que he notado. Caleb se había estado mostrando bastante amable, en las noches me llevaba a cenar, entonces, esto significaba que tenía que presentarme como la “Señora Jones” aunque yo insistió bastante en que me llamaran solo Daphne, pero las personas de alta clase se hacían los de oídos sordos. Cosa que me molestaba.
Como olvidar que también, todas las mañanas mi esposo se encargaba de darme los buenos días con una sonrisa y un beso en el dorso de mi mano, por alguna razón que aún no llego a comprender, como es que puedo sentir como mi corazón parece acelerarse, ya he comprobado por mí misma que no estoy enferma, o que no padezco de alguna complicación cardíaca, el trato que me daba Caleb era el más detallista, suave, romántico y amable.
Podía darme cuenta entonces que, nadie me había tratado de aquella manera tan amable y atenta. Lo cual me hace pensar que tal vez, este matrimonio podría llegar a funcionar al mismo tiempo en el que maldigo con todas mis fuerzas al patán que me hizo la vida imposible por unos largos años, espero no tener que volver a ver su estúpida cara y su sonrisa de arrogante superioridad.
Sentía que Caleb era un hombre completamente diferente a lo que pensé que sería, sobre todo, mi esposo aparentaba ser muy protector, en una de esas tantas reuniones a las cuales había asistido con él, me ha dicho el mismo Caleb que; no importa cuantas veces sean necesarias. Debemos hacer apariciones públicas juntos, ya que nos convenía que nos vieran juntos y así poder darles a los medios la tan hermosa historia de marido y mujer que tanto buscan. La prensa era el único medio por el cual las personas llenaban sus vidas de chismes, y ¿Qué era mejor que hacerles creer que un maravilloso matrimonio cuento de hadas estaba sucediendo delante de sus narices?
La noche en una de esas tantas reuniones en las que tenía que ir con mi esposo, no tuve tiempo de elegir un atuendo pulcro que me dejara ver como una novia reservada y dulce, mi lado sexy y elegante quería relucir por lo que, justamente en algún momento tenía puesto un vestido de hombros descubierto junto con un escote profundo, sospecho que tal vez, Caleb pensó en que sus socios mirarían de más a su querida esposa, es decir yo, pero para mí lucía como una escena en donde el esposo protector cubre al amor de su vida de la perversa mirada de sus compañeros.
Así fue como Caleb acabó cubriéndome con su saco, de todos modos, no pude negarme a su gesto amable, agradecía en lo más profundo de mi ser esto, siendo que hacía bastante frío en ese lugar, así que sin mucho remedio lo acepté. Note un esfuerzo en mi esposo, quien también, luego de llegar del trabajo se dedicaba a pasar su tarde conmigo.
Fueron muchos regalos sorpresas, palabras dulces y comidas deliciosas lo que hizo que pronto, una especie de cariño hacia Caleb naciera lentamente.
¿Me estaba volviendo loca?, no era posible, pero sí sabía que podía sentir al menos empatía con el hombre que tanto se esforzaba en hacer que estuviera cómoda a su lado. Claro que esto era algo que notaba bastante, el día de nuestra boda él me había dicho que quería hacer que esto funcionara, que nuestro matrimonio dejara de ser una farsa y lograra ser algo que se pareciera al amor de verdad, quizás fue muy cursi, pero prefería tener un esposo que se preocupara por hacerme sentir cómoda y bien, en lugar de tener un imbécil que solo tiene ojos para su propio bienestar, ya me ha tocado pasar por eso y, Caleb me hacía sentir que quizás podríamos lograrlo.
Sobre todas las cosas, Caleb no me había forzado a pasar nuestra noche de bodas juntos, él decía que sentía que era un deseo que debía salir de mí, él esperaría sin hacer algún tipo de escena, y yo admiraba eso.
Conocía algunos matrimonios que tuvieron la mala suerte de caer en la desgracia del compromiso forzado, donde trágicamente las esposas no aguantaban mucho esto y buscaban la salida más fácil, aunque tuvieran que ponerles fin a sus propias vidas.
Afortunadamente y no es por ser menos empática con aquellas mujeres, mi situación era un tanto distinta, estaba siendo amenazada y vigilada por mi padre, pero al menos mi esposo no era un idiota, Caleb se había estado comportando bastante bien, atento, amable y detallista. Sobre todas las cosas no me forzaba a hacer algo que yo no quisiera. No quería hacerme ilusiones, pero, empezaba a creer que tal vez y solo tal vez existe la posibilidad de que no me arrepintiera de haberme casado con él.
La tarde de este día no parecía ser algo fuera de lo normal, sobre todo porque estaba junto con Caleb en el jardín de la casa, Douglas nos había traído limonada, en un costado del jardín estaban algunos de los encargados del mismo personal, entre ellos Valeriana y la cual también sale hacia algún lado de la casa. No había dejado de pensar que aquella mujer era rara, comentaba cosas que no lograba comprender y sinceramente pienso que tiene una clase de problema con las mujeres ricas, en uno que otro momento la había atrapado hablando sola sobre cómo “Aquellas mujeres que tenían la suerte de tener a un millonario detrás suyo y no hacían más que despreciar su bendición” tal vez tuvo algún problema en uno de sus trabajos. Ahora mismo no era algo que me importara.
La mañana del día de hoy, Caleb no tendría que ir hacia algún lugar en especial, tampoco tendríamos que ir a algún evento social que requiera nuestra presencia, jamás pensé que ser la esposa de alguien fuera tan agotador. Me había despertado temprano para estar lista en caso de tener que salir hacia algún lado, tome un baño prolongado con fragancias y luego de tener puesta ropa interior y encima un camisón de tela transparente, escuche como llamaban de manera suave gracias al toquido de mi puerta, pensé que Valeriana era quien estaba del otro lado, cuando dije en voz alta que podía pasar, pero, para mi sorpresa quien entro con un hermoso desayuno fue Caleb.
—Buenos días, Daphne. —Caleb pasa con una gran bandeja en sus manos, con una postura recta y de manera rápida examina el lugar, mi habitación tenía el espacio suficiente para tener una pequeña mesa y dos sillas, las cuales estaban dentro, y es que la cama de tamaño matrimonial yacía en el centro de la habitación, encima de la misma estaba un enorme pabellón que cuelga del techo y estaba elegantemente recogido pues, en las noches lo mantengo suelto, en los lados de mi cama se encuentran dos mesitas coquetas de noche, una de ellas posee una lampara, hacia la derecha se encuentra el gran closet de pared, y del otro lado el baño privado. Del lado izquierdo de la habitación se encuentra la puerta que da hacia la habitación en conjunto que debía compartir con Caleb.
—Lamento si te desperté, quería darte una sorpresa, pero veo que sigues en interiores. —La mirada de Caleb sobre mí, se siente de alguna manera bastante intensa, siento entonces que debería subir mi pecho ligeramente descubierto con el mismo camisón, aunque no parece que funciones, no deseo darle importancia.
—No te preocupes, el camisón hará el resto. —Muestro una diminuta sonrisa y mi atención cae en el desayuno. —No debiste molestarte en hacer algo como esto. —Caleb niega ligeramente con la cabeza.
—Te puedo asegurar que no es molestia alguna, quería hacerlo desde el primer día en el que llegaste a mi vida. —Me dice, puede que él ahora mismo no lo escuche, pero, mi corazón toma el atrevimiento de acelerarse.
—Realmente…Eres un hombre maravilloso. —Murmuro, aunque sé que él puede escucharlo, Caleb sonríe ahora hacia mi abiertamente, prosigue a alejarse de mí y también dejar el desayuno en la apartada mesa que se encuentra en mi habitación, con grandes zancadas, mi esposo llega hasta donde estoy y extiende su mano hacia mí, no lo dudo para tomarla, sé que no tiene intenciones ocultas. —Muchas gracias por esto.
Podía empezar a confiar en él.