—Daphne, vámonos. —La voz de Caleb en estos momentos suena irritada, esto quizás se deba a que estaba junto a su peor enemigo, por así decirlo. Desde hace un tiempo se volvió evidente para mi saber que, mi esposo y su hermano no podrían verse ni siquiera en pintura, el odio que se tenían hacía que hasta el mayor de los despistados se diera cuenta de esto. Estabas de un lado o del otro, pero jamás se estaría en un punto medio, quizás esto solo era válido hacia el señor Leonardo, mi suegro y padre de Caleb y Henry. —Daphne, nos vamos. —Caleb repite nuevamente, entonces salgo de mi ensoñación. —¿Ya es hora de irnos? —Pregunto sin mucho interés ahora que Henry ha desaparecido entre la multitud, pero, por la expresión que lleva mi esposo puedo darme cuenta de que aún queda bastante tiempo ant