YILEYNA
La lluvia continuó cayendo sobre nosotros, lavando la mayor parte del barro que me había salpicado la cara.
Él levantó la mano, apartando mi cabello sucio de mi rostro. Mis ojos se cerraron bajo su tacto, un tacto que recibí con agrado…
Una ola de alivio me inundó. Theon era muchas cosas; burlón, distante, frío y arrogante, pero no era un monstruo.
—Parece que no puedes mantenerte fuera de problemas ni un momento —susurró en voz baja antes de que sus ojos se clavaran en los dos hombres que estaban a pocos metros de distancia.
—Deberías irte. No te metas en lo que no es tu asunto —dijo la voz arrogante de Nikolai desde atrás.
El destello dorado en los ojos de Theon me aceleró el corazón. Aunque el resto de su rostro mantuviera una expresión impasible, la ira que vi en esos ojos... hacia mí. Mi estómago se revolvió antes de que Theon me pusiera detrás de él.
—Como guerreros de la manada, es un buen ejemplo a seguir.
—Esto no tiene nada que ver contigo. Vete. No viste nada —añadió Kyson fríamente.
Miré la nuca de Theon mientras cruzaba los brazos sobre mi pecho, abrazándome a mí misma.
—Vi lo suficiente como para llevar esto ante el Alfa —dijo Theon dando un paso adelante y ambos hombres se tensaron.
Fruncí el ceño al darme cuenta. No tenían miedo de Theon, sino de que pudiera ser el futuro Beta... Solo mostraba que el rango te hacía todo o nada...
Los dos intercambiaron miradas, enlazando sus mentes antes de lanzarme una mirada fría. La promesa silenciosa de que esto no había terminado estaba clara en sus ojos. Ambos hombres pasaron junto a nosotros, solo para que Theon agarrara a Nikolai por el cuello y le diera un puñetazo en la mandíbula.
—¡Pero qué coño! —Nikolai siseó, sujetando su rostro mientras retrocedía —.Vuelve a tocarla y te mataré —gruñó Theon, su voz peligrosa y fría.
Ambos hombres se alejaron, pero Theon se volvió hacia mí. De repente, me sentí muy vulnerable, a pesar de haber desfilado frente a él ayer mismo... Hoy era diferente. El simple peso de lo que podría haberme sucedido me hizo sentir sucia y utilizada. Le di la espalda, no queriendo que viera mi estado vulnerable.
El miedo que me sacudía, a mí y a todo mi cuerpo, iba más allá de la agotamiento. Jadeé cuando sentí sus dedos rozar mi espalda alta. Me mordí el labio cuando él tira de un hilo de lana de mí.
El silencio entre nosotros era ensordecedor, pero hoy no tenía nada que decir. Mi corazón latía fuerte cuando sentí el calor de su chaqueta alrededor de mis hombros, su aroma invadiendo mis sentidos. Cerré los ojos.
A pesar de la intensidad de la comodidad que me brindaba, la pura realidad de que ahora era nadie... prácticamente sola en este mundo, me golpeó duramente.
Mis padres estaban muertos... No podía mantener el nombre De'Lacor y no tenía a nadie...
Tienes a Charlene y a Theon... Intenté decirme a mí misma, ¿pero era verdad?
—Salgamos de aquí —dijo su voz, asentí, aferrándome a la chaqueta mientras él se alejaba.
Para mi sorpresa, tomó mi muñeca, mirando mis manos magulladas, frunciendo el ceño mientras me conducía lejos. Miré su mano grande envuelta alrededor del puño de su chaqueta de cuero, y mi corazón dio un vuelco.
Él me había salvado...
'Theon podría convertirse en Beta...'
Lo miré con atención, preguntándome cuánto de eso era verdad. ¿Lo sabía? Sin embargo, fui sacada de mis reflexiones cuando apretó mi muñeca hasta que casi dolía.
—¿En qué demonios estabas pensando? —gruñó, sorprendiéndome con la ira en su voz. Parpadeé, la lluvia arreciando mientras él me tiraba tras de él.
—¿Perdón? —pregunté, confundida por sus palabras. Su actitud entera había cambiado de repente.
—¿No has aprendido nada desde el ataque? Deberías saber que es mejor no alejarte por tu cuenta. ¡Especialmente después de que corran rumores por el reino! —gruñó venenosamente y di un paso atrás, sorprendida y herida —¿Cuántas veces vas a equivocarte?
¿Me estaba culpando por lo que ocurrió? ¿También me culpa por sus muertes? ¿Como si les hubiera pedido que ocurriera eso?
Sus palabras dolieron a pesar de su actitud normalmente fría y arrogante. No esperaba eso de él, de todas las personas.
—Tienes suerte de que te encontrara por casualidad —sisea, y retiro mi mano de su agarre imposible.
El movimiento no pasa desapercibido para él, haciendo que se gire y me mire fijamente. Mi espalda choca contra un árbol al dar otro paso atrás, haciendo que yo gruña de dolor, mi espalda ya ardiendo por la agresión.
Sus ojos ardían de furia.
—¡Respóndeme! —gruñó, golpeando sus manos contra el tronco a ambos lados de mi cara, su pecho presionado contra el mío.
Su rostro estaba tan cerca que durante un segundo me quedé simplemente paralizada, perdiendo la capacidad de hablar. Estaba demasiado cerca...
—Theon —logré murmurar y sus ojos se clavaron en los míos y tragué saliva mientras sus profundos ojos ámbar me atravesaban.
—Tienes suerte de que simplemente no siguiera caminando —susurra duramente, haciendo que mi estómago se hunda ante sus palabras.
Parpadeando para contener las lágrimas que afortunadamente quedaban ocultas por la lluvia. Sus palabras también me enfadan. ¿Cómo se atreve a decir eso? Nada de lo que hice justificaba lo que intentaron hacer. Solo quería ir a entrenar.
—Entonces, ¿por qué mierda no lo hiciste? —siseo, el aterrador gruñido que salió de él me hizo querer retractarme y cuando presionó todo su cuerpo contra el mío, el dolor se deslizó por mi espalda mientras él se acercaba más.
Podía sentir cada saliente de su cuerpo y mi estómago se enredaba.
—Apuesto a que te habría gustado eso, ¿no? Para que puedas jugar a ser la víctima. ¿Eso es lo que querías y simplemente estabas haciéndote la difícil? —gruñó —. ¿Eso fue? Dime, Pequeña Tormenta, ¿te gusta duro?
Su mano agarró mi garganta y luché contra él, tratando de liberarme.
—Theon, ¡detente! —jadeé.
Theon se acercó, su nariz recorriendo mi mejilla hasta mi oído.
—Puedo olerlos por todas partes en ti..."
—gruñó peligrosamente, el sonido enviando un escalofrío helado por mi espina dorsal y los vellos de mis brazos se erizaron.
—Theon, por favor. ¿Por qué estás actuando así? —susurré, mi corazón latiendo fuerte mientras miraba fijamente esos ojos dorados ardientes.
Su mano bajó tentadoramente por mi garganta hasta mi pecho y apretó con rudeza, haciéndome gemir y enviando una descarga de placer directamente a mi centro.
—Pusiste en riesgo tu vida por tu estupidez. Dejaste que pusieran sus asquerosas manos sobre ti. Eres débil —gruñó —. Nadie debe tocarte... las únicas manos permitidas para tocarte son las mías.