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901 Words
—Elizabeth, despierta —la voz de Coral despertó a Elizabeth de sus pensamientos. Elizabeth, ya una adolescente, o casi. Aunque tenía doce años, Coral seguía despertándola de la misma manera. —¿Qué pasa, Coral? Te dije que tu comida está en la cocina, ve a buscarla. Estoy muy cansada como para hacerlo —confesó sin abrir los ojos. Ese día había sido un desastre. Después del incidente con aquel hombre arrogante, Elizabeth no dejaba de pensar en él. A pesar de sus intentos por sacarlo de su mente, el hombre detestable seguía ocupando sus pensamientos. Solo esperaba con todas sus fuerzas no volver a encontrárselo en algún otro lugar y en algún otro momento. No sabría cómo sobrellevarlo. La simple idea le daba escalofríos. —No, te estoy despertando porque van a pasar tu programa favorito y no quiero que te lo pierdas —explicó su hermana, preocupada por ella. Coral sabía que Elizabeth estaba luchando arduamente para salir adelante, y una de las maneras en que quería ayudar era obteniendo buenas calificaciones y una beca para la universidad. Elizabeth estaba poniendo todo su esfuerzo en sus estudios y siempre obtenía elogios de sus profesores. Aunque todavía le quedaba mucho para terminar la secundaria, no se impacientaba. Como le decía Coral, tenía que vivir cada etapa de su vida. —¿Ahora? Pensé que lo pasarían el jueves, o definitivamente estoy confundida con las fechas —dijo con claras muestras de flojera en su voz. —No, ahora que lo pienso, no parece un programa de televisión tan aburrido. De hecho, hay muchos chicos guapos. Ahora que he terminado mi tarea, voy a ver la televisión —declaró, provocando que Elizabeth abriera los ojos y la mirara. —No, no vas a ver eso. Se besan y hacen cosas que no son apropiadas para ti —le advirtió. —Ni para ti —bufó—. De todas formas, no tenía ganas de verlo. Por cierto, ¿hoy fue un día muy duro de trabajo? Siempre me cuentas cómo te fue, pero hoy no has dicho nada. Elizabeth aclaró su garganta y apartó la mirada de su hermana, quien la estaba observando con sospecha. No solo fue el peor día, sino también el último en ese trabajo. Pero aún no se lo diría. —No, fue más aburrido que nunca. El hombre volvió a aparecer en sus pensamientos, dejándola absorta en sus reflexiones. Una y otra vez, Coral agitó su mano frente a ella, pero Elizabeth no reaccionaba. Parecía más perdida que nunca. ¿Estaba Elizabeth volviéndose loca o algo parecido? Coral se preguntaba si su hermana tenía demasiada imaginación para pensar de esa manera. —Alguien está enamorada, alguien está enamorada —comenzó a cantarle, irritándola aún más. Elizabeth volvió a la realidad y negó con la cabeza, rechazando todos los disparates que su hermana le decía. —Deja de decir tonterías. Aquí nadie está enamorada de nadie, ¿entendido? —Bueno, solo estaba bromeando, hermanita —susurró Coral. —Está bien, solo estoy un poco cansada. Ya sabes que estos días son duros para mí —bufó Elizabeth. —Me encantaría ayudarte a pagar las cuentas. No me gusta verte así, Eli. Eres mi hermana favorita. —Ven aquí —la atrajo hacia ella y la abrazó con calidez—. No hay razón para que te preocupes por eso. Ya te lo dije una vez, todo parece complicado y difícil ahora, pero las cosas se acomodarán y estaremos mejor. —Por eso me esfuerzo tanto en la secundaria —le recordó Coral. —Me gusta, eres muy inteligente. Estoy orgullosa de todo lo que has logrado —dijo, acariciando su rostro con amor. —¿Sabes? Te quiero como si fueras mi mamá —dijo Coral, formando un nudo en la garganta de Elizabeth. Elizabeth sabía que nadie podría reemplazar a su madre, pero ser considerada así era un privilegio para ella. —Y yo a ti muchísimo. Eres mi Coral, mi hermana y mi pequeña. Eres todo para mí —añadió—. Sé que has obtenido calificaciones perfectas casi siempre y no he podido recompensarte por ello, así que te prometo que cuando haya liberado un poco mis deudas, podremos salir y pasar un buen rato. ¿Te parece? —Sería una gran idea, pero no quiero que te satures más, Eli. Estoy bien así. Además, no estudio y obtengo buenas calificaciones para recibir algo a cambio —susurró Coral. —Tienes razón, pero te lo mereces. Ahora déjame ducharme, luego podemos ver una película en la habitación, ¿qué dices? —¡Genial! También podrías hacer palomitas de maíz, sería como una pijamada de hermanas —dijo, emocionada. —¡Así es! Haremos una pijamada, aunque probablemente me quede dormida antes —admitió, riendo. Se sentía más animada. Coral tenía ese efecto en las personas, haciéndolas sentir mejor. Elizabeth se sentía afortunada de tenerla a su lado. La vida era más sencilla y mucho mejor con ella. Mientras se duchaba, Elizabeth volvió a pensar en aquel hombre y su corazón se aceleró. ¿Era una mala señal? No podía ser posible. Llevó una mano a su pecho y sintió cómo su corazón latía con fuerza ante la emoción que sentía al pensar en él. Ojalá pagara por el daño que le había hecho. Ella aún tendría trabajo si no fuera por él. Imbécil.
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