Capítulo 07 | Baño de Lujuria |

1752 Words
Esbozo una sonrisa, pero mi futuro hermanastro, se adelanta ofreciendo su mano. ─Soy Alessandro Vitale, un gusto ─dice, apretando su mano. ─Es un placer, conocer a un Vitale, admiro su constructora. Tienen excelentes trabajos ─comenta políticamente o lamiéndole el trasero a Ale. ─Es mérito solo de mi padre, ¿con quién tengo el gusto? ─Victorino Fausto, arquitecto ─responde, colocando su mirada en mí─, ¿están juntos? ─Cuestiona de repente, señalándonos. ─¡No! ─Respondemos al unísono. Nos observamos un instante, ante la tensión. ─Es hijo del prometido de mi madre ─explico rápidamente. Las puertas del ascensor se abren, tomo el brazo de Ale, jalándolo conmigo. ─Hasta luego, Victorino ─murmuro, secuestrando al idiota que está colmando mi paciencia. Alessandro se despide con un asentimiento, mientras que las puertas metálicas se cierran ante nuestras miradas. Él tose levemente, llamando mi atención. Me cruzo de brazos, soltándole finalmente. ─¿Ese es tu ex? ─Cuestiona de repente. ─Por favor, no comentes nada… no quiero hablar de él ─reitero rápidamente. ─Parece como si hubiera tenido celos, al verme contigo, pero quién soy yo para juzgar a un simple mortal como él. Si te tuvo y luego te perdió ─comenta de manera sugestiva. ─También eres un simple mortal, te recuerdo. ─Los mortales no se ven así de guapos ─acota, saliendo con una sonrisa del ascensor “El muy idiota está consciente de lo atractivo que es… ¿Es mi versión masculina?” Pienso, saltando fuera de la caja metálica para golpear mis tacones en el suelo. Detengo mis pasos en la salida del edificio, al ver su auto oscuro, le entregan las llaves y abre la puerta para mí. ─No, gracias, tengo mi propio medio de transporte ─acoto, haciendo ademán de desviarme hacia la puerta del piso subterráneo. ─¡Saldremos a un almuerzo juntos, deja de ser testaruda y sube al auto, Pianella Carter! ─Exclama a mi espalda. Abro los ojos, mirando a mi alrededor cómo los ejecutivos del edificio nos observan con extrañeza “esta es buena oportunidad para que se abra el suelo y me trague” aprieto mi mandíbula, girando en mis talones para volver a mirarle. ─¿A ti quién te dio permiso de hablarme así? ─Cuestiono, apresurando mis pasos hacia él. Encaro su semblante, deteniéndome en la puerta abierta. ─Yo mismo ─dice, con firmeza. ─Idiota ─murmuro, entrando al auto, para escabullirme de las personas. Él rodea su auto, entrando finalmente. ─Te juro que si me vuelves a hablar así, te voy a… ─¿Besar? Porque desde que entré a tu oficina tengo ganas de besarte ─interrumpe, avivando mis sentidos. ─Golpearte, te voy a golpear ─gruño, desviando mis ojos de él. Abrocho el cinturón, escuchando cómo ríe. ─Acepto abofeteadas sexuales ─añade de repente, provocando que resople rodando los ojos. Entramos al restaurante italiano, con la reservación que realizó Alessandro. Él estira mi silla hacia atrás con caballerosidad, impresionándome de alguna manera. Le doy una rápida mirada, sentándome y dejo salir un suspiro cuando se sienta al frente de mí, esbozando su indudable sonrisa. ─Tenemos que planificar cómo vamos a actuar al frente de nuestras familias ─comento de repente. ─¿Cariñosos? ─Cuestiona, haciéndole una seña al mesero que nos llene las copas de vino tinto, luego de que él lo catara. ─Sabes bien que eso sería tirarnos una soga al cuello, por lo menos… tenemos que ser menos incomodos ─Él se queda mirándome con atención, y mi corazón late en respuesta─. ¡Deja de mirarme así! ─Destaco. ─Está bien, lo haré. Pero con la condición que dejes de mirarte tan hermosa ─insiste en contraparte. ─Eso será imposible ─murmuro con una sonrisa, bajando la vista a la carta. ─Pediré ñoquis al pesto y de postre una Panna cotta con arándanos ─anuncio luego de un rato cuando el mesero vuelve a nuestra mesa. Entrego la carta con seguridad, mirándole. Él hace lo mismo. ─Lo mismo para mí, por favor ─indica, el chico asiente, yéndose con nuestro pedido. ─Me gusta tu apetito, es raro que no hayas pedido una ensalada ─dice, llevándome a mirarle con incredulidad. ─¿Qué estás insinuando? ─Nada. ─responde rápidamente, carraspeando y aflojando su corbata. ─Más te vale decirme, Alessandro Vitale ─gruño, lanzando el pañuelo en la mesa. ─No eres como las demás chicas con las que he salido ─suelta, con cierta vergüenza. Llevo mi mano a la boca, tapándola, con ganas de reírme. ─Pobre cosita ─murmuro, él rueda los ojos. ─Pronto comenzará la temporada de la sociedad, seguramente nuestros padres nos buscarán prospectos… pude evitar la anterior temporada ¿Qué hay de ti? ─Cuestiona, cambiando de tema olímpicamente. ─Me mude lejos, y viaje la mayoría del tiempo… también las evité, es algo, que no es de mi agrado ─expreso, recordando los vestidos elegantes, las fiestas y los hombres de la alta sociedad que llegaron a acortejarme. ─Con razón no te vi nunca, te hubiera notado entre el bullicio de personas ─destaca, con gracia. Elevo mis pupilas a las de él, para relamer mis labios con descaro. ─Tus ojos son hermosos ─suelto, sintiendo mis mejillas arder. ─Es porque les gusta lo que observan en este momento ─murmura y una vez más, quiero mandar todo a la mierda junto a la felicidad de mi madre. Dejo salir un suspiro, colocando mi espalda en la silla. La frustración comienza a invadirme. ─Odio que nos haya pasado esto, ojalá te hubiera conocido antes de que mi padre a tu madre. Todo esto no sería tan… ─Complicado ─completo, mirándole. Él asiente, colocando los ojos en los platillos que comienzan a llenar la mesa. Introduzco el tenedor en los ñoquis. ─Buon Appetito* ─comenta, pasando sus dedos por el bordillo de la copa. ─Buen apetito, anónimo ─repito junto a un suspiro. Luego de culminar la comida en un silencio incomodo, traen los postres. Paso mi dedo por la salsa de arándanos como suelo hacerlo, chupándolo en mi dedo. Cierro los ojos, aspirando. ─Puedo jurar que estoy muy excitado ─habla, alertándome. La piel se me eriza hasta debajo del cuello. ─Lo siento ─digo, bajando la vista con pesar─. No deberíamos de estar tentando al diablo, es un juego cruel para ambos ─agrego, con desanimo. Me levanto, dejando el pañuelo en la mesa, él hace lo mismo. ─Gracias por la comida, lamento no poder terminarla, lo mejor es que nos evitemos y cuando estemos con nuestras familias, ser políticos será lo preciso ─expongo, él arruga su entrecejo en confusión u ofensa. ─¿Y luego, y luego qué, Pia? ¿Durante nuestras vidas, podremos estar en las Navidades juntas, como si nada? ─Inquiere, aseverando sus palabras. Trago con dificultad, es primera vez que se me complica responder algo sencillo. ─Es lo que… ─Pídeme que disimule, que haga la vista gorda como si no quisiera besarte a cada instante, porque desde el maldito momento en que saliste de la habitación en las Vegas; Anónima es lo que ha estado en mis pensamientos… así que no me pidas que simplemente siga mi vida como si nada cuando tú has entrado en ella ─expresa con intensidad, tomo una bocanada de aire por todo lo dicho. Pestañeo, sintiéndome agobiada “¿Esto es real?” Me cuestiono, tomando mi bolso para correr al baño. Cierro la puerta detrás de mí, para encontrarme con mi reflejo en el espejo. Mi rubor está potente igual que el calor y las ganas de besarle sus palabras con la misma intensidad con la que las expresa. Inesperadamente, la puerta se abre, sobresaltándome. Aparece la figura imponente de Alessandro, empujando mi cuerpo hacia el lavabo para tomar mis labios con desespero, al mismo tiempo que los míos le responden agradeciéndole. Cierra la puerta entre maromas, pasándole el seguro. Por suerte, no es un baño de cubículos. Sus manos me levantan la falda del traje a juego, encontrándose con mi liguero. Suelta un jadeo de inmediato en una respuesta efectiva de que le ha gustado. De repente, su mano se introduce entre mis muslos, acariciándolos con sus dedos. ─¿Te estás vengando? ─Gruño en el beso, apartándole mientras jalo su cabello desde la nuca. Noto sus labios hinchados con una sonrisa sugestiva. ─¿Qué piensas, anónima? ─Inquiere, tomando mis labios de nuevo. Con su mano entre mis muslos roza la tela que cubre mi sexo, humedeciéndose aún más por la tensión s****l y el deseo que se comienza a acumular para que me tome de una vez por todas. “No estuviera así de deseosa si mi vibrador hubiera funcionado” pienso rápidamente. Su otra mano aprieta uno de mis senos con desespero, gimo por la sensación animal que él representa en este momento para mí. De repente, se separa de mí, girándome. Mis manos se apoyan del lavamanos levantando mi cadera hacia él. Eleva mi falda para trabarla en mi cintura y poder mostrarle mi tanga de encaje apretada en mi trasero. Llevo mi vista a nuestros reflejos en el gran espejo al frente, notando cómo muerde su labio, suavizando la piel de mis nalgas, para zurrarme sorpresivamente. ─Idiota ─gruño entre dientes, excitada por la sensación de la piel de mi trasero hinchada y ardiendo. ─Te dije que te daría lujuria ─susurra en mi hombro, besándolo. De repente, siento sus dedos apartar la tela de mi sexo, para palpar mi humedad, estiro mi cuello hacia atrás, jadeando y moviendo mis caderas cuando sus dedos se introducen en mí. ─Basta de rodeos ─gruño en demanda. Él sisea con su lengua, jugando con mi frustración y deseo. Sin esperarlo, sus dedos comienzan a moverse con rapidez dentro de mí, mis piernas se tensan queriendo flaquear. Me sostengo con fuerza del lavamanos, mordiendo mi labio. Abro los ojos, con un gemido ahogado al sentir cómo me corro en su mano. ─Tu cuerpo me dice lo contrario a tus palabras de quererme lejos de ti ─asegura, abro los ojos en conmoción. Impetuosamente, escucho el zipper de su pantalón, sacando de él su falo viril y endurecido, para introducirse en mí. Saco de mi bolso un preservativo, tendiéndoselo. Él lo mira con asombro para sonreír y colocárselo. De repente, me embiste con fuerza, llenándome por completo, sale de mí un gimoteo de exaltación y comienza a golpear mi trasero con su vientre de manera enloquecida, haciéndome sudar de placer. Muerdo mi labio, tratando de evitar gritar cuando comienzan a golpetear la puerta. Hacemos caso omiso, culminando con la ronda de placer que empezamos. ─Que ni se te ocurra salirte sin haber sentido mi orgasmo ─advierto con rudeza, junto a un jadeo que se une a los gruñidos de él.
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