Carraspeo, tragando con dificultad, aún con sus ojos observándome con descaro junto a sus comisuras excitantes. Bajo finalmente la vista a su mano, para sostenerla en el saludo. Su tacto me eriza la piel así que la alejo rápidamente, girándome sobre mis tacones mientras que esbozo una sonrisa exagerada hacia los ojos de mi familia. Suelto un suspiro y meneo mi cabeza en negativa.
─Creo que el regalo no es muy adecuado ─murmuro, tomándolo, para dejarlo a un lado.
─No te preocupes, Pia, no sabías… pues no sueles hablar mucho con tu madre ─destaca mi querida y elegante madre. Ruedo los ojos ante su veneno característico.
─Traeré un poco de vino ─anuncio rápidamente, con el corazón latiendo con fuerza.
Ellos asienten, mirándome con desconcierto. Me escabullo en el sótano, con la excusa de buscar uno de los vinos costosos que se encuentran en la bodega donde la ventilación es perfecta para mantenerlos en buena condición. Bajo los escalones con cuidado, apoyando mi espalda de una de las paredes. Mi pecho sube y baja ante la presencia de ese sujeto que ahora tiene nombre "Le queda perfecto" pienso. Cierro los ojos, apretándolos para relamer mis labios y recordar la sensación de sus labios con los míos.
─Maldición ─gruño entre dientes.
─Creo que te estás escabullendo de mí o de todos ─suelta de repente la voz de Alessandro. Abro los ojos de sobresalto. Me giro, encontrándome con su figura, que termina de bajar las escaleras.
Se denota elegante con su traje de un azul que combina con sus ojos y la camisa blanca abierta en los primeros botones, sin corbata.
─¿Sabías de esto? ─Inquiero sin tapujos.
Él desaparece la sonrisa, pero su mirada permanece intensa. Juraría que sus ojos brillan.
─Si hubiera sabido, se habría evitado lo de las Vegas… pero no hay nada de lo que me arrepienta, menos de… ─Hace una pausa, acorralándome contra la pared, mis respiraciones se convierten en jadeos por su cercanía y el olor de su perfume hipnotiza mis sentidos─…escuchar tus gemidos ahogados en mi cuello, mientras me profundizo más en ti. Exquisito ese recuerdo.
Mis mejillas se prenden en llamas al escucharle.
─Eso… quedó en la vegas, no puede salir de allí ─murmuro rápidamente, tragando con dificultad para apartarme del peligro. Camino hacia la bodega, tomando una de las botellas de vino tinto.
─Estás sonrojada, Pianella ¿O debería decir: “Anónima”? ─Cuestiona a mi espalda, llamando mi atención. Giro mi cuerpo, encarándole mi mirada.
─Pianella, para ti ─declaro, empujando la botella de vino en su pecho. Tomo otra, y él sonríe.
Hago ademán de salir del sótano, pero él me sostiene del antebrazo, evitando mi escape.
─Que te quede claro que a mí tampoco me conviene que se sepa lo nuestro… pero cómo me estoy muriendo por volverte a probar ─manifiesta en mi mejilla. Separo mis labios ante un suspiro. Mis muslos se aprietan, pero levanto el mentón, tratando de recobrar mi compostura.
─Te tendrás que morir, porque eso no volverá a ocurrir ─afirmo, deshaciéndome de su agarre para subir finalmente. Podría jurar que su mirada se quedó plasmada en mi trasero que se marca a través de la tela de mi falda.
Llego a la cocina, tomando el descorchador para comenzar a servir el vino en las copas.
─¿Hace mucho calor? ─Cuestiona de repente Gia, sobresaltándome. La copa tiembla en mi mano, escurriéndose en la isla y salpicándome en mi traje.
─Demonios ─gruño, pasando mi mano por la ropa.
─Tengo algo para eso, es algo que he aprendido siendo madre ─comenta de repente, sacando de su bolso una especie de plumón.
Lo miro con desconcierto y ella se inclina, pasándolo por las manchas, para desaparecerlo. Miro cómo asombro.
─Quiero mil de esos ─digo, sonriendo─. Has salvado mi traje.
Gia suspira, entregándomelo.
─En algo puedo estar clara y es que, tengo experiencia en muchas cosas… ¿Por qué esa cara acalorada?, ¿será por nuestro futuro hermanastro o de verdad es el calor? ─Inquiere sin tapujos y la insinuación disfrazada.
Suelto un resoplido, desviando mis ojos de ella.
─Hace mucho calor ─murmuro finalmente, al sentir cómo me analiza con su mirada.
─Deja de mirarme así, no me vas a leer la mente ─comento, terminando de servir las copas─. Ayúdame a llevarlas.
Gia entorna sus ojos, tomando dos de las copas mientras que sostengo dos más. Trato de estar lo más firme posible y que el rubor no se me note. Le esbozo una sonrisa a mi madre junto a su futuro esposo, entregándoles las copas, colmadas de vino.
─Oh, faltas tú ─comenta Gia, con la copa suya y de Alessandro.
Me giro para regresar a la cocina, pero su figura aparece en mi vista, deteniendo mis pasos, en su mano sostiene una copa, se termina de acercar a mí. Sus ojos me atrapan y aspiro nuevamente el aroma de su perfume. Tiende la copa hacia mi dirección, para que la tome.
─La vi en la isla de la cocina, supuse que era para ti ─indica. Asiento, sosteniéndola. Nuestros dedos se rozan provocándome un corriente que me desconcierta.
Separo mis labios para decir algo.
─¡Hagamos un brindis! ─Interviene mi madre, provocando que me voltee para colocarme a su lado. Cada uno alza su copa; colmada de vino.
─¡Por la familia que seremos! ─Manifiesta el prometido de mi madre.
Mi corazón comienza a latir con más fuerza cuando su brazo roza con el mío "Maldición, no creo soportar tanto" pienso, apretando mi labio entre mis dientes.
─¡Vitale Reed! ─Anuncia Gia, en conjunto de los apellidos de los prometidos.
Chocamos levemente nuestras copas, y llevo la mía a mis labios para hacer la cata de vino. De repente, siento unos ojos intensos en mí, que no dejan de mirarme. El calor comienza a recorrer mi columna vertebral hasta llegar a mi nuca. Paso mi cabello espeso y oscuro a un lado y tomo un sorbo finalmente del vino, encontrándome con su mirada de soslayo.
Arrugo mi cejo ante su actitud. ¿Acaso quiere que nos descubran? "¡Quita esa mirada de mí, Alessandro!" Exclamo en mi interior.
─Traeré los tentempiés ─comenta animada mi madre.
Abro los ojos, al notar que Gia me hace señas, para que me ofrezca a ayudarle. Dejo salir un suspiro.
─Te acompaño ─digo, dejando la copa en la mesita mientras ellos se quedan conversando. Sigo a mi madre, admirando su vestido elegante. Destapa la bandeja de quesos y embutidos, para terminar de acomodarlos.
Me coloco a su lado, en silencio. Pues no es como si tuviéramos una relación dulce de madre e hija. A mí siempre me exigió tener un marido antes de que cumpliera los treinta, estoy encaminada a ser su decepción, con veintiséis años de edad y ningún prospecto, más que un resiente amante prohibido.
─Estás preciosa, Pia ─anuncia de repente, llamando mi atención.
Admiro su perfil, con pocas líneas de envejecimiento, que se ha dedicado a eliminar con el Botox anual, aparte de uno que otro refrescamiento facial. Sus labios, con un perfecto y característico de ella; el labial Givenchy, y unos aretes de diamantes. Su cabello es de un cenizo que combina con sus ojos miel.
─Tú te ves muy preciosa… y enamorada ─comento, bajando la vista a las servilletas.
─Me encantaría decir lo mismo de ti, Pianella ─agrega. Abro los ojos, apretando mis manos.
Ella pasa por mi espalda, acercándose.
─Colócate erguida, por favor ─demanda con frialdad. Pestañeo, haciéndolo. Ella sale de la cocina. De repente, me percato de que arrugué las servilletas. Suelto un suspiro, al recordarme que por esta razón vivo lejos de mi familia… siempre buscando a la hija perfecta. Pero soy la Pianella, oveja negra.
Vuelvo al salón, donde todos están reunidos, conversando. Dejo las cosas en la mesita de café. Tomando asiento a un costado de Gia, quien me da una sonrisa.
─¿Pudiste hablar con ella? ─Cuestiona en un susurro.
─Creo que sí, me dijo que colocara mi espalda recta, quizás ya se me comienza a ver la joroba de cargar todas sus quejas ─gruño entre dientes. Gia abre los ojos, pero no evita soltar una carcajada, llamando la atención de todos.
─¿Qué es tan chistoso, Gia? ─Pregunta mi madre.
─Oh, nada, es que Pia me comentaba que trabajará con Victorino, al parecer casi se muere al verla ─responde mi hermana, mandando al caño mi dignidad. "Genial, ahora hablarán de mi desgracia amorosa" pienso, rodando los ojos mientras me embebo el vino que quedaba en mi copa.
─¿Victorino? ─Inquiere de repente Alessandro, casi interesado en el tema.
─Es su ex, era un buen prospecto ─declara mi madre.
─Pues no tan bueno, ya que me engañó con media empresa ─destaco, afinando mi mirada.
Mi madre suelta una risa fingida, pero no me da ni la mínima gracia.
─¿Con quién irán a la boda? No pueden asistir como solteros ─cuestiona, cambiando de tema a uno peor… mi soltería.
Alessandro carraspea, llamando la atención de su padre.
─Mi Alessandro, tendrá que apañárselas esta temporada para buscar esposa en la fiestas que se realizarán en la sociedad. Podría Pianella asistir y quizás conseguir un buen prospecto para acudir a la boda con acompañante ─comenta Franco Vitale. Aprieto con mi mano la base de mi copa, esbozando una sonrisa molesta.
─Puedo asistir con mi mejor amiga.
─Ni se te ocurra, Pianella. ¿Qué pensará la sociedad de ti, que no eres capaz de conseguir un buen marido? ─Interviene con agudeza mi madre, con la delicadeza que la caracteriza.
─Creo que tendrá sus razones, en estos tiempos no es fácil conseguir a alguien como ustedes, que se aman y se complementan de verdad. Nos la apañaremos, sino, que mi padre me desherede ─suelta con gracia Alessandro, provocándoles carcajadas a todos. El tema es cambiado olímpicamente.