Amaba tanto esos momentos, que preferí vivir en la utópica burbuja antes de caer en el vacío de la realidad. Pero aun cuando deseaba ser así de feliz por siempre, le dije a Nicholas que había mucho que limpiar, comenzando por nosotros. —No me molesta el dulce —acotó él. —Ni a mí. Pero prefiero dormir sin hormigas recorriendo mi piel. Él se cruzó de brazos y borró la sonrisa de su boca. —¿Por qué arruinas el momento? —inquirió al formar un puchero. —Porque te amo y no te compartiré con las hormigas —sellé con un beso. Nos levantamos a regañadientes, quitamos las sábanas de la cama y cambiamos por nuevas. Al final decidimos bañarnos y quitar todo ese melado de nuestros cuerpos. Nicholas rio todo el tiempo que estuvimos bajo el agua. Era excesivamente feliz, como un niño al comer chocol