Besar a Nicholas después de un año fue tan mágico, emocionante, gratificante o enloquecedor, como ganarte la lotería sin siquiera jugarla. El sentimiento que tuvimos el placer de sentir un año atrás, no se comparaba con ese. Esa pasión, entrega, devoción y sacrifico que saboreé de sus labios no lo sentí con nadie más. Fue un momento único, de carácter especial, con la esperanza de no ser olvidado jamás. Un par de días después del parto de Erika, hicimos una comida especial en su casa, celebrando el nacimiento de Alma. Reímos, hablamos, contamos anécdotas y disfrutamos de un momento ameno, extrañando demasiado a mi Samantha cada vez que acunaba a Alma, le cantaba o veía como sus ojitos verdes me observaban. Deseé con todo mi corazón que mi hija estuviera allí conmigo, siendo igual de feliz