Un temblor atravesó mi piel, volcándome en sus increíbles redes de seducción. La excitación brotaba de nuestros poros, acelerando la ansiedad pero manejando el momento como una taza de arcilla, moldeándolo a nuestro antojo. Empujé los hombros de Nicholas, elevándolo. Ambos, de rodillas, tocamos aquella piel que ansiábamos con desesperación, creando una atmósfera de necesidad sin consumarse, aunque los planes principales eran ejecutar hasta el último movimiento. Desabroché la correa de su pantalón, arrojándola a un lado, anclando mis manos al botón que unía la tela y lo separaba de mí. Nicholas elevó sus dedos por mi espalda, desabrochando el corpiño. Su atención se centró en mis senos, atrapándolo entre sus manos, besando los contornos y mordiendo las erectas cimas con la punta de sus