Andrea fijó esa endurecida mirada en mí y franqueó por un costado. Le di la espalda mientras se alejaba a otro lugar donde el dolor no danzara en el aire. Me dejó solo en medio del pasillo, con las manos en los bolsillos y el alma en el suelo. Me quedé un par de minutos allí, solo retorciéndome en mi propio dolor, pena, angustia y desesperanza. Habría muerto en ese lugar, de no ser porque Charles colocó sus manos en mis hombros y me llevó de regreso a la camioneta. Mi buen amigo me retornó al rancho y se quedó conmigo hasta caída la noche, cuando ella volvió en un taxi. Observé como descendía del auto y abría el portón. Ya la noche se alzaba en el exterior cuando abrí la puerta y sentí en mi piel un ligero rocío. Andrea detuvo sus pasos a un metro de mí y fijó su mirada en el horizon