Aleksander Dimitri

2456 Words
Narra Casandra Mi estómago se retuerce con más fuerza hasta formar un nudo mientras el segundero del reloj que cuelga sobre el mostrador pasa. Reviso mi teléfono en busca de mensajes de Omar; nada. Lo llamo por décima vez en la última hora desde que no aparece. Va directamente al correo de voz. —Casandra, ¿por qué estás tan tensa?— Joey camina detrás de mí y trae una caja de patatas fritas para reabastecerse. —Sin razón—Jugueteo con las cosas junto a la caja registradora, actuando como si me estuviera enderezanda pero estoy mirando a la puerta principal. Estarán aquí pronto. —Casandra, tengo un pedido que quiere saber si podemos dividir la factura entre tres tarjetas de crédito— Silvia tiene la mano sobre el auricular del teléfono con la cabeza asomada desde la cocina. —Oh—me limpio las manos en mis jeans; Mis nervios están agotados y mi cerebro rebota demasiado fuerte contra mi cráneo como para pensar con claridad—.Puedo ejecutar tres cantidades diferentes, eso funcionaría, ¿verdad?—pregunta cuando sigo mirándola. —¿Qué? Oh sí. Que funcionará. Pero paga por adelantado, Silvia. Ella asiente. Joey termina de almacenar las patatas fritas y pasa junto a mí con la caja vacía. Le quito la caja. —Sacaré esto—necesito un poco de aire fresco. Tengo cinco minutos antes de que los cobradores de deudas de los Dimitri vengan a romperle las piernas a mi hermano. —¿Estás bien, Casandra? Te ves pálida—sus suaves ojos azules se llenan de preocupación. No quiero que se preocupe. —Sí. Estoy bien. Sólo quiero un minuto afuera. —Está bien. Yo me ocuparé de estos clientes— dice y me doy la vuelta para ver a tres hombres, todos con cabello n***o medianoche, vestidos con pantalones negros y camisas recién planchadas, caminando hacia nuestra puerta. Aparentemente se acabó el tiempo. —No. Esta bien. Yo lo haré ¿Por qué no le muestras a Silvia cómo manejar la cortadora de carne otra vez? —¿Por qué no te gusta cómo lo hago? ¿Quieres reemplazarme con ella? —pregunta Joey, con el rostro en blanco de emoción. No tengo tiempo para una conversación completa sobre quién tiene qué tareas laborales por aquí. —Es bueno que ella lo sepa, Joey. En caso de que ella termine estando aquí cuando ninguno de nosotros esté y tenga que hacerlo sola. Las campanas que cuelgan sobre la puerta suenan, frenando mi corazón. —Sólo te estoy tomando el pelo, Casandra. Creo que tal vez es hora de que te tomes unas vacaciones. Te estás poniendo demasiado tensa— me señala con un dedo y luego desaparece en la parte de atrás. Los tres hombres se sientan en la mesa en el rincón más alejado de la tienda, más cerca de la puerta. Reviso mi teléfono una vez más, grito internamente y luego lo meto en mi bolsillo trasero. La prisa por el almuerzo, si se puede llamar a lo que teníamos prisa, ha terminado. Estos hombres son los únicos clientes que tenemos. Y ninguno de ellos parece interesado en el menú. Se hablan en voz baja, como si no quisieran que los molesten. Y no quiero molestarlos. Pero Omar no está aquí. Y lo conozco lo suficiente como para saber que no vendrá. Ha puesto la basura en mi puerta y ahora tengo que sacarla. Respiro hondo, me limpio las manos en los vaqueros una vez más y luego agarro el sobre que he escondido debajo del cajón de la caja registradora. En mi cabeza, practico mi discurso. Con un poco de suerte, tomarán el sobre, me agradecerán mi tiempo y saldrán de la tienda. Demonios, incluso les ofreceré algunos subs. En la casa. Hablan en voz baja cuando llego a la mesa, pero puedo decir que definitivamente hablan ruso. No es necesario mantener la voz tan suave cuando hablan en un idioma extranjero. Pero no les voy a señalar eso. No. Voy a entregarles el dinero, ofrecerles cualquier sustituto que quieran y luego decirles adiós. No dejo que el hecho de que estoy tratando con la familia Dimitri desvíe mis vibraciones positivas. Quiero decir, claro, se han ganado una reputación en este vecindario que pondría a cualquiera en alerta máxima cuando estuvieran cerca. Pero soy una mujer. Seguramente no matan a las mujeres. Se me da un vuelco el estómago cuando el hombre de la esquina, el de los ojos color chocolate derretido, levanta su mirada hacia la mía. Los otros hombres notan que me está mirando. Dejan de hablar y dirigen su atención hacia mí también. Pero estoy atrapada en su mirada. Su cabello está revuelto, como si hubiera estado pasando sus manos por él recientemente. Tiene una barba corta, pero no le quita rasgos como las barbas espesas de sus compañeros. Le hace parecer relajado. Pero no lo es. Es peligroso. —Hola—me aclaro la garganta y pongo los hombros hacia atrás—.Creo que están aquí para hablar con Omar, ¿verdad? El hombre más cercano a donde estoy se recuesta en su silla. —¿Es usted su secretaria?—él ríe. —No—aprieto el sobre que sostengo con ambas manos. Diez mil dólares no son tan pesados ​​como pensé, pero no voy a correr el riesgo de dejarlos caer. —¿Está el aquí?—pregunta el otro hombre. El que está en la esquina, sin embargo, simplemente se recuesta en su silla y me mira con abierta curiosidad. Como si estuviera a punto de ocurrir un choque de trenes y él quisiera ver si saldría del camino a tiempo. —No—me aclaro la garganta de nuevo—.Pero creo que tengo lo que necesitan. —Oh, esa es una posibilidad real— dice el primer tipo y su mirada se desliza sobre mí como si fuera un trozo de lomo de cerdo en la vitrina del carnicero. —Quiero decir, tengo esto — saqué el sobre y apunté al hombre de la esquina. No ha dicho una palabra, pero tengo la sensación de que está a cargo. Mira al hombre a mi izquierda y asiente. El chico toma el sobre. Al abrirlo, hojea los billetes y frunce el ceño—él niega con la cabeza. —No todo está aquí. —¿Cuánto hay ahí?—pregunta el curioso. —Diez grandes— deja caer el sobre sobre la mesa y me lo desliza—.Cantidad incorrecta. —Bien. Lo entiendo, pero esto es sólo un p**o inicial. Obtendrán el resto, pero no hoy. Quiero decir, es un p**o. Los préstamos tienen pagos, y eso es lo que es esto— le devuelvo el sobre. —Oh. Un p**o. Escucha eso, Yong ella está haciendo un p**o. Yong, el hombre frente a él, toma el sobre y lo revisa él mismo. —Tendré que revisar el documento del préstamo, pero estoy bastante seguro de que el monto era una tarifa fija. Doscientos mil dólares más intereses. A este sobre le faltan doscientos cuarenta mil dólares. Yong deja caer el sobre sobre la mesa. Es como un juguete para ellos. Todo lo que había ahorrado está en ese sobre y lo están tirando de un lado a otro como si fuera nada. —Boris, Yong. Estás siendo groseros—el hombre de la esquina finalmente habla—¿Cómo conoces a Omar? —Soy su hermana—levanto la barbilla con mi respuesta. No estoy segura de si le he dado municiones en mi contra o si he mejorado las cosas con mi admisión. —¿Por qué no está aquí?–mira hacia la puerta batiente que conduce a la parte de atrás—¿O se está escondiendo? —Él está... no estoy segura de por qué no está aquí—no puedo defender a mi hermano, pero no puedo permitir que estos tiburones se lo coman—.Tal vez se quedó atrapado en el trabajo. Yong se ríe. —Si hubiera trabajado, no habría venido a nosotros en primer lugar. Su marcado acento hace que su comentario parezca más oscuro de alguna manera. —De todos modos, estoy segura de que tiene una buena razón. Pero estoy aquí. Y tengo el dinero que te iba a dar. Necesita más tiempo, pero te juro que te lo devolverá todo. Cada centavo—no estoy segura de cómo diablos va a pasar eso, pero es una preocupación del mañana. —Yong, Boris— el hombre de la esquina recita órdenes en ruso y ambos se levantan de la mesa. Doy un paso atrás para apartarme de su camino cuando pasan junto a mí en dirección al mostrador de sándwiches. Los observo, temeroso de que vayan a entrar a la cocina donde está Joey. —¿Qué están haciendo?—pregunto. —Nada de que preocuparse—se levanta de la mesa. Es más alto de lo que parecía cuando entraron. Ahora que estoy tan cerca de él, puedo sentir su tamaño. Apenas llego a su barbilla y sus hombros parecen listos para saltar al campo de fútbol. —¿Aceptarás el p**o entonces?—recojo el sobre desechado e intento entregárselo. —No—sacude la cabeza y se acerca a mí. Instintivamente, doy un paso atrás, pero él me sigue, ocupando todo el espacio entre nosotros hasta que no queda ninguno—.Es tu dinero, no el de él. —No puedes saber eso—señalo. Es completamente exacto, pero no lo sabe a ciencia cierta. —Cuando alguien pide prestado la cantidad de dinero que pidió, nos aseguramos de no perder nuestro efectivo–mira alrededor de la tienda con el ceño fruncido. —¿Qué significa eso?—pregunto, mirando por encima del hombro a Yong y Boris. Están apoyados contra el mostrador con los brazos cruzados; Sólo estoy esperando órdenes, estoy segura. —Si tu hermano no tiene dinero en efectivo, lo ayudamos. El seguro de un lugar como este cubriría su deuda con mi familia Mi boca se seca. No es sólo un matón de los Dimitri. Es un maldito Dimitri. Una vez que me doy cuenta, entiendo su significado. Destruirán la tienda para cobrar el seguro. —No. No puedes—me paro más erguido y mi voz se eleva—.No tocarás este lugar—mis padres trabajaron demasiado duro para que este lugar fuera destruido por ellos. —¿Tienes el dinero para mí? La cantidad total–sus ojos me inmovilizan. —Tiene que haber otra manera—mis dedos crujen el sobre. ¿Por qué no pueden simplemente ser razonables y aceptar los diez mil dólares? Su mirada recorre mi rostro y luego baja por mi cuerpo. Una calidez corre por mis venas bajo su escrutinio. A diferencia de cuando el otro chico me miró. —Podríamos matarlo—el lado izquierdo de su boca, sus labios carnosos, se levantan—.El dinero del seguro de vida es tan bueno como cualquier otro dinero. —¡No!—casi grito—.No. Por favor. No hagas eso—sueno patética, pero no estoy empacando nada que me proteja contra estos tipos. —¿Qué harías para mantener a tu hermano a salvo? ¿Para mantener esta pequeña tienda en funcionamiento? —da otro paso hacia mí y luego otro, hasta que mi trasero golpea el borde del mostrador y no puedo retroceder más. —¿Qué deseas?—trago el nudo de miedo que sube por mi garganta. Estos hombres podrían destrozarme. Si grito, Joey entrará corriendo y le harán daño. Mátalo incluso. Dimitri levanta su mano hasta mi barbilla y la pellizca entre dos dedos duros. Lo levanta hasta que su mirada oscura se fija en la mía. —¿Que puedes ofrecer?–pregunta, su nariz rozando ligeramente la mía. Huele a loción para después del afeitado almizclada y a humo de cigarro rancio. La pequeña sensación de su piel contra la mía, aunque breve, es suficiente para recordarme que ha pasado demasiado tiempo desde que tuve el contacto de un hombre—¿Mmm?—su voz me envuelve—¿Qué me puedes dar? —¿A mí?—la palabra sale de mi boca antes de pasar por los filtros adecuados en mi cabeza. Uno, ¿por qué un hombre de su poder y su fuerza querría a una chica sencilla como yo? Segundo, no valgo exactamente doscientos cincuenta mil dólares. Eso no es un golpe hacia mí misma; Estoy siendo realista. Como demasiado helado, no duermo lo suficiente y ha pasado mucho tiempo desde que fui al gimnasio. Los hombres como él no miran dos veces a chicas como yo y mucho menos pagan esa cantidad de dinero. —Hecho—suelta mi barbilla y asiente brevemente a sus hombres—¿A qué hora cierra la tienda?—él da un paso atrás de mí; El aire fresco del aire acondicionado me roza la cara. —¿Qué?–casi me ahogo con la pregunta, porque ¿qué diablos acaba de decir? —Tiempo. ¿A qué hora cierra este lugar? —pregunta de nuevo mientras sus hombres salen de la tienda de delicatessen. —Siete. Quiero decir, cerramos a las seis, pero normalmente terminamos de limpiar a las siete— le explico. —Un auto estará aquí para recogerte. No lo hagas esperar—toma el sobre que todavía tengo apretado contra mi pecho y lo deja en el mostrador detrás de mí—.Vuelve a poner eso en el banco. —Señor Dimitri, toma el dinero. Por favor. Golpea el sobre con la mano cuando intento alcanzarlo. —Devuélvelo al banco hoy— me ordena. Parpadeo, sin saber qué decir. "Gracias" parece incorrecto porque ya no tengo idea de lo que estoy haciendo en realidad. ¿Qué cambié por la vida de mi hermano? —Está bien—estoy de acuerdo asintiendo. —Bien—se gira hacia la puerta pero se detiene cuando la abrez —.Y mi nombre es Aleksander. —Bueno—eso es todo. Eso es todo lo que se me ocurre. Demasiadas cosas pasan por mi cabeza como para decir mucho más. Sacude un poco la cabeza, luego sale al sol de verano y deja que la puerta se cierre detrás de él. Sus matones lo esperan en la acera y, una vez que tienen a su líder, se alejan. El aire finalmente entra a mis pulmones. Sobreviví. Mi hermano ha sobrevivido. ¿Pero por cuánto tiempo? Nota: Nota: Lenguaje vulgar, escenas para adultos. Práctica íntimas quizás no aptas para todo los gustos. Leer bajo su responsabilidad.
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